domingo, 4 de septiembre de 2011

11. La Palabra hecha Carne, Libro, Sacramento, Comunidad y Cosmos: Ez 3, 1-4



    Yahveh me dijo, hijo de hombre, come este Libro y ve a hablar a los israelitas. Yo abrí mi boca y Él me hizo comer el Libro, diciéndome, alimenta tu vientre y llena tus entrañas con este libro, y luego dirígete a los israelitas y comunícales mis palabras. En esta acción impactante de Dios, que le da de comulgar a Ezequiel una parte de la Biblia; Ap 10, 9 como a Isaías le purificó los labios con una brasa traída por un serafín, Is 6, 6-10 y a Jeremías le tocó y puso sus palabras en su boca, Jer 1, 9 el Señor nos muestra algo del misterio de la inspiración bíblica, porque toda la Escritura está inspirada por Dios. Theópneustos 2 Tim 16 Por ello es Palabra de Dios, en cuanto que escrita por inspiración del Espíritu, retiene la importancia del autor humano, a la Trinidad como Autor principal y verdadero, y la podemos leer, proclamar e interpretar en el mismo Espíritu en la que fue escrita. 1 Ped 1, 21
    El Verbo, engendrado por el Padre de quien también procede el Espíritu, tiene así cinco Cuerpos, análogos y distintos, pero imposibles de separar. El Cuerpo resucitado, el Cuerpo libro, el Cuerpo eucarístico, el Cuerpo místico o eclesial y el Cuerpo cósmico. La Palabra del Padre se hizo carne por obra del Espíritu en el seno de María, Libro por inspiración del Espíritu en el seno de la Iglesia, Sacramento por transubstanciación del pan y el vino, Comunidad por Koinonía o Mente común con el Resucitado que está en medio y la comunión del Espíritu, y cosmos porque todo fue creado en Él y para Él será transfigurado.
   En la celebración de la Misa; Centro absoluto de cada ser humano, de cada comunidad, de la historia y del universo; estos cinco Cuerpos tienen su manifestación. La asamblea, signo del Resucitado que está en medio de ella. Bendito es, en verdad, tu Hijo, que está presente en medio de nosotros, cuando somos congregados por su amor, y como hizo en otro tiempo con sus discípulos nos explica las Escrituras y parte para nosotros el pan. Plegaria eucarística, La Iglesia en camino hacia la unidad El ambón, signo del sepulcro donde fue colocado el Silencio de Dios en el cadáver de Cristo y del cual resucitó para enviarnos a proclamar la Buena Noticia a todas las naciones, hablándonos por la Biblia que sostiene. El altar, signo de la cruz donde murió el Hombre Dios y de la mesa donde celebró la transubstanciación del pan y del vino cual memorial de su sacrificio. La sede, signo de servicio desde donde preside el sacerdote para hacer de todo el Cuerpo místico un Pueblo al servicio del Mundo. Y el edificio de la Iglesia, signo del cosmos en la multiformidad de la  belleza de sus elementos.
    Es un error, que lleva a consecuencias desastrosas en la vida según el Espíritu que nos diviniza, pensar que comulgando sólo con el Sacramento ya estamos salvados en Cristo. Si no comulgamos también con el Resucitado mismo, nuestro amigo inseparable que está viviente por la fe en nuestros corazones; con la Biblia donde las Tres Personas de Dios salen a conversar con nosotros, como los tres ángeles con Abraham; con la comunidad, en el amor fraterno transfigurado por la koinonía; y con todas las cosas del universo que es nuestra casa; la divinización lejos de desarrollarse de gloria en gloria, se marchita y muere.
    Reverenciar la Biblia o el Santísimo y no reverenciar al prójimo y todas las criaturas es deísmo abstracto y escapista, y nada tiene que ver con la encartación, encarnación y endivinización que nos regala el catolicismo. Por eso Jesús se dignó tomar el rostro de cada pobre y se asemejó a todo ser humano, para que nadie que cree en Él se exalte por encima de su hermano, sino que mirándolo como al mismo Dios, lo acoja como a Él, lo honre y se vacíe de todo lo que tiene para servirlo. Simeón, +1022, Capítulos teológicos, gnósticos y prácticos
    Comulguemos con el Resucitado, su Biblia, su Sacramento, sus hermanos, y sus criaturas, y cuando la Misa sea esa Totalidad en mi vida, la Trinidad me convertirá en luna que refleja a Jesús Sol de Justicia. Ese es el fin del proyecto de la encarnación del Verbo en sus cinco Cuerpos, Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios por participación.


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