domingo, 4 de septiembre de 2011

15. El espejo del buen cine para transfigurarnos en comunidad: Ez 33, 12




    Te he puesto como pastor y centinela de la casa de Israel. Cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado, vas a morir, si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre. Si, en cambio, le adviertes para que se convierta, tú habrás salvado tu vida. Yo no deseo la muerte del malvado sino que se convierta y viva. La corrección fraterna de faltas graves y públicas, o delitos, es difícil en nuestra época de educación en la libertad. Dios, a través de Ezequiel y Jesús, Mt 18 insiste con mucha seriedad, de ahí que no se trata de eliminarla sino de buscar nuevas formas, más adaptadas a nuestra psicología posmoderna y la dignidad única e irrepetible de la persona.
    Un camino puede ser el buen cine bien discernido, como medio  de espiritualidad y cultura que nos refleja en la pantalla, grande o pequeña de una Tablet, en el juego de la transferencia y contratransferencia, nos abre al conocimiento de nuestro mundo interior, propone modelos de vida y valores que interpelan nuestra conducta, favorece la recíproca comprensión, el respeto y la convivencia, el diálogo y la interrogación. El cine constituye un medio fascinante para transmitir maravillas, puede transformarse en un lenguaje fuerte y eficaz para censurar la violencia y los atropellos. Así el cine enseña y denuncia, conserva la memoria del pasado, se convierte en conciencia viva del presente e impulsa la búsqueda de un futuro mejor. Aun en las películas de argumento no religioso es posible encontrar auténticos valores humanos, una concepción de la vida y una visión del mundo abiertas a la trascendencia, ya que es un medio adecuado para expresar el misterio inefable que rodea al mundo y al hombre. El director dialoga con el espectador, le transmite su pensamiento y lo impulsa a afrontar situaciones. Juan Pablo II, El cine, vehículo de espiritualidad y cultura, 1997
    La experiencia espiritual que provoca en cada persona el cine está hecha de significados de vida, historias vividas y compartidas, sentimientos, cuestionamientos, invitaciones, mociones y motivaciones interiores. Luis García Orso, Cómo aprovechar la espiritualidad del cine El Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales de la Curia Romana, como la revista del Vaticano La Civiltà Cattolica, y varias diócesis dan listas de películas de buena calidad. 
    Cada uno, o una comunidad en cine-foro, pueden adoptar diferentes métodos. Se pueden aplicar los cinco pasos del Saber pensar con prudencia para desarrollar la inteligencia interpersonal. Diagnosticar el problema o mensaje que me transmite el film, darle soluciones alternativas a las que propone el director, cuáles serían las consecuencias con esos otros desenlaces, qué sacamos de la empatía con la trama y personajes en su drama tragedia o comedia, y cuál es la relación del fin y de los medios éticos que nos planteamos.
    Lo importante es que la película, como un excelente libro, tiene que interpelarme, provocar una experiencia espiritual, mostrarme qué aspecto del Misterio de Cristo se ha proyectado, tanto en sombras como en claridades, y qué es lo que el Espíritu me corrige. Pues cada película es un interrogante a mi humanidad, espiritualidad y cosmovisión de la vida, que aparece en el film, y entra en diálogo con mi vida, espiritualidad o cosmovisión. Las películas que elegimos son tan importantes como las relaciones interpersonales que establecemos, necias o sabias, malas o santas, para desarraigar vicios y plantar virtudes.
    El artista hace una propuesta y yo tengo que dar mi propia respuesta, abandonar mi mala conducta y convertirme, viviendo en la Trinidad. Cuántos llamados de Dios contiene El Color del Paraíso de Majid Majidi, con ese niño iraní ciego que sin cesar extiende sus manos para alcanzar y tocar el viento, el sonido de las hojas secas, el canto de los pájaros, el tacto con la madera y la piel de su abuela; mientras su papá se debate con el corazón impuro con el miedo la codicia y las apariencias. Buscar a Dios en lo simple de cada día, no sea que me pierda en la sociedad del tener, el placer y la fama y su Mensaje no me corrija.

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