jueves, 25 de agosto de 2011

7. Algunos aspectos de la espiritualidad de Jesús para convivir en Él: Rom 8, 31-38

 


    Nada podrá apartarnos del amor de Cristo. Como dice el salmo 44, por tu causa somos entregados sin cesar a la muerte; se nos considera como ovejas destinadas al matadero. Pero, aun en todo esto, obtenemos una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó. Si nos enamoramos del Resucitado, que está en medio nuestro y tánto nos ama, y tratamos conformarnos con los aspectos más relevantes de su espiritualidad, nos será más fácil vivir en comunidad. Puede parecer extraño considerar la espiritualidad del Hombre Dios, pero el Verbo no se mezcló ni confundió con su humanidad, cuya espiritualidad dependió de la  unión con el Verbo que la llenó de gracia. Además la espiritualidad no es una abstracción fuera del espaciotiempo; se va modificando con las culturas, teologías y ciencias que la encarnan. La gracia, los caminos para desarrollarla, y las fases por las que pasa a medida que crece son parecidos. No así en cada persona en el proceso de su historia. Y no todos los que seguimos a Jesús somos conscientes de su espiritualidad humana, y podemos deformarla, estar lejos de ella, desconocerla, o confundirla con otra espiritualidad. 
    La humanidad de Jesús poseyó la gracia santificante, o sea la participación en la naturaleza de las tres Personas de Dios. Summa, III, 7 y 8 Es la gracia más plena, y en el máximo grado posible, que jamás una naturaleza humana podría tener, sin limitación alguna, lleno de santidad y verdad aun para volcarla en los seres humanos de todos los siglos. De ahí que poseyera también todas las virtudes, dones y carismas del Espíritu. Y al mismo tiempo estuvo marcada por las características sociales, políticas y económicas del judaísmo, el helenismo y el imperio romano en Galilea y Jerusalén. Jesús era un artesano campesino, que no había estudiado en Jerusalén, Atenas o Alejandría; un artista y poeta inspirado que supo hablar a las multitudes en geniales comparaciones que reflejaban que Él era la suprema Parábola de la Trinidad. Y lo hizo cuando el judaísmo rabínico y el cristianismo no se habían escindido. Los seguidores de Jesús eran una opción dentro del pluralismo judío, ramas de olivo silvestre injertadas en el santo olivo de Israel. Rom 11 Después del año 70, comenzará la separación de estos hermanos gemelos nacidos de los mismos padres.
    Su espiritualidad dinámica, creativa y vivificante, inseparable de María y José, cada vez más explicitada por la Iglesia; para seguirla, no para copiarla; es el referente absoluto del Pueblo de Dios. Damos diez aspectos de esa gracia de la Cabeza de los ángeles, los hombres y el universo. 1. Jesús, el Misterio de Dios, fue un contemplativo y místico singular. Casi toda su existencia, 37 ó 39 años, la pasó en el escondimiento de una minúscula ranchería de 300 habitantes rodeada de bosques y montañas, con una sola fuente de agua, en el silencio familiar, creciendo en humanidad, gracia y sabiduría. Nunca hombre alguno experimentó tal intimidad con su Abba y su Espíritu, al formar las palabras, que como Verbo carne, tenía que transmitir en un año o tres de vida pública. 2. Jesús es el Profeta que debía surgir después de Moisés. Deut 18 y 34 Habla en lugar de Dios y como Dios, discierne los signos de los tiempos, y propone una revolución espiritual, social y ecológica; no política partidista ni violenta, que invierte todos los valores, hasta ser un Mesías al revés, no el vencedor exitoso, sino la víctima fracasada. A. Nolan, Jesús hoy 3. Jesús quiere nuestra transfiguración paulatina en hijos del Padre con sus bienaventuranzas; por un proceso en el Espíritu, social y activo, de la persona en comunidad de discípulos misioneros, que no separen el Reino de la Iglesia y el Mundo. 4. Jesús fisiona oración con lectura y trabajo dentro de una opción preferencial por los pobres. 5. Jesús une salvación espiritual del pecado, con sanación psicológica y curación corporal. 6. Jesús celebra la Pascua judía y la hace una Eucaristía paradojal, cruz y resurrección son inseparables, el combustible del vivir es morir, somos entregados sin cesar a la muerte y así obtenemos una amplia victoria. 7. Jesús vive en unitotalidad con la Trinidad, los hombres y el cosmos. 8. Jesús considera que lo único importante es realizar la Voluntad del Padre, iniciar la construcción del Cielo y la Tierra nueva. 9. Jesús es el hombre más libre que haya existido, su libertad no es un fin sino un medio para realizar el Proyecto del Padre. 10. Jesús nos hace libres en comunidad, al servicio del Reino, para que convivamos en el amor divino con que Él nos amó y ama, y la Trinidad sea todo en todos.

6. Conviviendo con los discípulos de Emaús: Lc 24, 13-35




    Nosotros esperábamos que fuera él quien liberara a Israel, pero ya hace tres días que lo crucificaron. Y Jesús les interpretó, dierméneusen todas las Escrituras que hablan de Él. Se quedó con ellos, partió el pan y se los dio. Nuestro corazón ardía mientras nos abría, diénoigen las Escrituras. Regresaron a Jerusalén, y los Once les dijeron, es verdad, el Señor ha resucitado y se apareció a Simón. Lucas al narrarnos la Buena Noticia de Jesús que se expande por un Camino que va de Jerusalén a Roma y hasta el fin del mundo, nos ilumina el proceso de este Camino y cómo está necesitado de signos visibles para reconocer al Resucitado desaparecido. Mc 16, 12-13 La narración es el tejido de la historia de la Salvación.
    Gran número de textos bíblicos son narrativos. La Primera Alianza es una historia de salvación cuyo relato eficaz se convierte en substancia de profesión de fe, liturgia y amor servicial; y la Nueva Alianza no es sino la secuencia narrativa que esclarece la vida, pasión, muerte, resurrección y retorno final del Resucitado. Por el análisis narrativo hecho en la Iglesia, Jesús nos muestra que sale a nuestro encuentro para dialogar con cada uno de nosotros, pues el ser humano ha sido creado, redimido y glorificado por la Palabra y vive en ella. Estamos llenos de desilusiones; no nos entendemos a nosotros mismos si Jesús no nos abre el sentido de la Biblia; nos revela nuestra interrelacionalidad pascual en la Trinidad; y nos ayuda a resolver nuestros conflictos por la Palabra, los Sacramentos y la Comunidad.
    Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras. Fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras. 1 Cor 15, 3-4 Dejó huellas razonables de su resurrección, pero si la Trinidad no nos abre el sentido supremo de la Biblia tampoco se nos abrirán los ojos para experimentarlo como el Eterno Viviente y Hombre con 2017 años de encarnación. Las perplejidades irán en aumento sobre qué debe hacer el Mesías para liberarnos, pero no acertaremos con su desconcertante proyecto, hay que sufrir y morir para entrar en la Gloria. Las Escrituras son como las especies de Libros que por inspiración contienen a Jesús, quien hace arder nuestros corazones cuando nos las abre, como el exégeta, exegésato del Padre Jn 1, 18 pues podría estar siempre cerradas, por el velo, kálymma que nos enceguece 2 Cor 3, 12-16
    Quédate con nosotros porque ya es tarde y el día se acaba. Sí, todo se nos está haciendo sombras y tú, Luz transfigurada, nos deslumbras. Porque Él ha querido que además de hacerse visible al darnos de comer y beber la encartación de su Verbo, se nos visibilice su Persona encarnada al comer y beber la transubstanciación del pan y el vino en su carne y sangre resucitados. No nos da sólo sus palabras de amor, también se nos da como el esposo a la esposa todo entero en su cuerpo, alma y divinidad. Penetra en nosotros, nos come, nos bebe y nos diviniza; y desaparece amando, áfantos ya que tiene otra Energía presencial.
    Y así nos injerta otra vez en la comunidad de Jerusalén, de la que andábamos huyendo. Porque allí Jesús también se visibiliza pues es inseparable de su Cuerpo místico, informado por la jerarquía apostólica que debe confirmar la legitimidad de toda experiencia mística o carismática. La comunidad eclesial es como un sacramento del Resucitado, signo e instrumento de su unión con los seres humanos. No son los discípulos de Emaús los que proclaman la resurrección, sino los apóstoles cum et sub Petro. Los discípulos sólo narran la experiencia que han tenido en el Camino, y cómo lo habían reconocido, en el Libro, en el Sacramento y en la Comunidad; cuando Jesús se lo ha explicado en el Espíritu Santo.
    Jerusalén es el lugar de la revelación de Dios, Deut 12, 5 y del Dios crucificado, que hace de nuestras muertes el combustible de la Vida. Pero podemos llegar a desilusionarnos de esta revelación tan dramática e incomprensible, como les pasó a los discípulos de Emaús. Es imposible convivir en comunidad sin enamorarnos del Resucitado profeta, liturgo y pastor.


5. Conviviendo con Felipe y el etíope: Hech 8, 26-40




    El Espíritu dijo a Felipe, camina junto al carruaje del etíope. Felipe se acercó y oyó que leía al profeta Isaías, como oveja fue llevado al matadero, sin poder entender el pasaje si alguien no lo guiaba por el Camino, hodegései Jn 12, 13 Partiendo de ese texto de la Escritura, Felipe le anunció la Buena Noticia de Jesús. Luego el etíope le pidió ser bautizado y Felipe lo bautizó. En el Evangelio, Lucas narra, diégesis los hechos y palabras de Jesús con los discípulos de Emaús; aquí, en los Hechos hace catequesis, según el eco de la Iglesia primitiva, que sigue la misión de Jesús. La narración, construye un pequeño mundo donde el lector entra y recibe un mensaje que actualiza a su situación. De ahí que el Camino a Emaús, como el Camino a Gaza tiene una estructura igual. Perplejidad ante la Escritura que alguien tiene que interpretar; iluminación ante la hermenéutica; y sacramento que da nueva vida.
    Jesús a sus discípulos, que ya se han decidido por Él, les puede hablar sin comparaciones del Reino de Dios, en cambio a los demás debe anunciárselo en parábolas, para estimular la decisión y la conversión del corazón. Las parábolas por su naturaleza requieren una interpretación, interpelan a la inteligencia y a la libertad. Pero en el fondo, la verdadera y Única Parábola de Dios es Jesús mismo, su Persona del Verbo hecho carne, que en el signo de su humanidad re-vela, esconde y al mismo tiempo manifiesta la divinidad. De esta manera el Padre nunca nos obliga a seguirlo, sino que nos atrae hacia Sí con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado, pues el Espíritu amor sólo propone y respeta la libertad.
    Cuando más los monjes y monjas hacemos Lectio Divina, y de nuestras vidas en comunidad, una narración de Dios; más aprendemos a convivir. Jesús, y sus enviados, se acercan y caminan a nuestro lado; los cinco Cuerpos se hacen palpables. El Cuerpo resucitado, el Cuerpo libro, el Cuerpo eucarístico, el Cuerpo místico y el Cuerpo cósmico. El Verbo del Padre que se hizo carne por obra del Espíritu en el seno de María, Libro por inspiración del Espíritu en el seno de la Iglesia, Sacramento por transubstanciación del pan y el vino, Comunidad por Koinonía, es decir Mente común con el Resucitado y la comunión del Espíritu, y cosmos porque todo fue creado por Él y en Él será transfigurado.
    Creo en la comunión de los Santos, recitamos en el Credo apostólico; y la esencia de la muerte segunda consiste en no estar inscrito en el Libro de la Vida, Ap 20, 15 perder la relación con las Tres Personas de Dios, pena de muerte; y con nuestros hermanos y el universo, pena de sentido o cósmica. Journet El pecado corta la relación con la Trinidad, los seres humanos y el cosmos; el infierno, fruto siniestro del pecado, es el aislamiento, la pérdida absoluta de toda relación interpersonal, la No-comunidad. Ya no es posible comunicarme con nadie ni con nada porque me rehusé a amar. Jesús habla del llanto y rechinar de los dientes, Mt 22 por oposición a Él secará todas sus lágrimas, Ap 21; y la ausencia de palabra, encarnación del pensamiento, por oposición al cántico nuevo de la muchedumbre celestial imposible de contar que optó por el diálogo y la convivencia. Ap 7 Y cuando el Silencio de Dios, inseparable de su Palabra, nos visite como consolación, tentación o prueba, habrá que unirse a Jesús, sabiendo que nunca estamos solos aunque lo sintamos así, porque el Padre jamás nos deja, y su Espíritu nos guía por el Camino. Jn 16, 29-33
    Para los cristianos saber convivir no es sólo natural, social; sino también sobrenatural, eclesial. Debemos sentarnos cada día frente al altar donde la Trinidad preside la Eucaristía en comunión con todos los santos y el mundo; y así librarnos del infierno de la no-convivencia y del no-diálogo, que no es un lugar sino un estado. Y del cual cada tanto nuestros pecados y el mal espíritu, pueden darnos un saludable ramalazo anticipativo de su horrenda soledad, para salvarnos de él. Por eso Jesús en Emaús nos da la Eucaristía, y Felipe en Gaza nos sumerge en el bautismo de la Trinidad, Misterio de comunión universal.




4. Benito y las interrelaciones verticales y horizontales: Rom 13, 1-14



    Den a cada uno lo que le corresponde; al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y al que se de honor, honor. Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo. No más peleas y envidias. Por el contrario revístanse de Jesucristo y no satisfagan los deseos de la carne. Rom 13 define las relaciones verticales que unen a los ciudadanos con la autoridad, o a las monjas con su abadesa; las horizontales, de los cristianos o de los monjes entre sí; y la razón suprema de todo esto, hay que abandonar la noche y entrar en la Luz revistiéndonos del Único Cristo.
    La Regla de san Benito es mitad espiritual y mitad legislativa. Parece que la escribió en Montecasino, aunque tal vez la parte litúrgica c.8-18 fue redactada en Subiaco, de donde partió en el 529. Si murió en el 547, le llevó 17 años; si en el 560, como sugiere de Vogüé, 30 años de experiencia para ir yuxtaponiendo los diferentes capítulos, algunos espléndidos tratados, la mayoría cortos y otros tan breves que parecen notas o memorándums de un abad para solucionar conflictos comunitarios que acuciaban su solicitud pastoral.
    En los cc. 63 y 69-72, Benito da una importancia enorme a las relaciones horizontales, cosa que apenas toca al inicio. Es como, si con los años, se hubiera dado cuenta, inspirado en parte por la Biblia y en parte por sus aciertos y desaciertos, de la trampa en que puede caer un superior, a saber, pensar que él es sabio y los monjes son idiotas, igual que algunos gobernantes opinan de sus ciudadanos. Hay comunidades en que las monjas pueden dialogar y llevarse bien con la abadesa, pero entre ellas reina la discordia. Si un abad no logra que sus monjes vivan en comunión está construyendo alrededor de él y no de Jesús.
    Ningún monasterio se edifica sólo por la relación vertical con el superior, el confesor o el acompañante espiritual; ni con la sola guía del Espíritu Único Maestro interior. Es esencial también la relación de todos con todos. Todos tenemos que dar algo, ninguna parte es perfecta separada de la totalidad. Todos somos uno y uno somos todos. Los carismas de los demás nos edifican, y cada uno tiene el suyo, pequeño o extraordinario. Y los pecados, defectos y limitaciones de todos nos pulen, ejercitan y labran. Todos somos corresponsables de cada uno y viceversa. Nadie puede decir que no es custodio de su hermano. Gn 4, 9; Est., X
    Un abad o abadesa ejercen bien su servicio si eliminan la malsana codependencia y hacen fluir la vida en fraternidad. Toda la fecundidad de la vida monástica depende de la calidad de la vida fraterna en común, por el contrario, perderá su razón de ser si se olvida esta dimensión del amor cristiano, que es la construcción de una pequeña Familia de Dios con los que han recibido la misma vocación. Si este testimonio público no se ofrece, la comunidad pierde su fuerza evangelizadora y ya no es la realidad que san Bernardo definió como Escuela del Amor. Juan Pablo II, 20/XI/1992
    En el c.63 Benito, actualizándolo al hoy de nuestra cultura, nos da tres caminos. Que cada cual guarde el orden, el puesto y el espacio que le compete en la comunidad, según la entrada en la vida monástica, las virtudes o servicios que posee, o la decisión no arbitraria del abad; sin molestar ni entrometerse donde no le compete. Que los jóvenes respeten a los mayores y los mayores amen a los jóvenes, repitiendo el instrumento 70 de las buenas obras, venerar a los ancianos y amar a los jóvenes. Además, que el joven le pida la bendición al mayor y le ceda de inmediato el asiento o cualquier otra precedencia. Que los más jóvenes; en cuerpo, psiquis o espíritu, ocupando el lugar que sea; sean tenidos en un proceso de formación permanente, hasta que alcancen la madurez en Cristo.
    Estas muestras de justicia y amor al estar atentas a la distancia vital que cada uno necesita, la amabilidad, urbanidad, cortesía y desarrollo personal; dan a cada uno lo que le corresponde, terminan con las peleas y envidias y hacen convivir en la Luz. Nos liberan de Legión, Mc 5 chillando y destrozándose en el cementerio; y nos hacen entrar en la calidez de la Casa de la Trinidad donde la comunidad vive sus conflictos en la reconciliación de Jesús.


3. El Corazón de Jesús libera del mal deseo y hace querer el bien para todos: Jn 13, 21-30



    El discípulo al que Jesús amaba estaba en la mesa recostado en el seno, kólpo de Jesús. Y reclinándose sobre el pecho, stêthos de Jesús le preguntó quién era el que lo iba a traicionar. Este hecho nos muestra como la Iglesia, representada por el discípulo amado, contrapartida de Judas, al ser impulsada por el Espíritu a recostarse en el seno de Jesús, como Él lo está en el seno del Padre, queda inhabitada por las Tres Personas y se adentra en Ellas. Al mismo tiempo, como explica Rolheiser, cuando colocamos la cabeza sobre el pecho de otro, nuestro oído está junto a su corazón y hasta podemos oír su latido. Por eso Juan con su oído junto al corazón de Jesús, escuchando su latido y, desde esa perspectiva, mirando hacia afuera, hacia el mundo, expresa al discípulo ideal, aquel que está en sintonía con el latido del Corazón de Cristo y ve el corazón del mundo con esa música de Amor en su oído.
    El 27 de diciembre de 1673, día de san Juan evangelista, Margarita María de Alacoque, 1647-1690 con 26 años de edad y uno de profesa simple, estaba arrodillada ante el Santísimo Sacramento expuesto en la iglesia. De pronto el Resucitado la hizo reposar largo tiempo sobre su pecho, en el cual descubrió las maravillas de su amor y los secretos inenarrables de su Corazón. Luego le pidió el corazón de ella y lo colocó en el suyo, de donde lo sacó como una llama encendida en forma de corazón, poniéndolo en el lugar de donde lo había jalado. Las revelaciones privadas a Margarita se entrelazan con las públicas de la Biblia y con la Tradición sobre la pureza de corazón. La Biblia es el mismo Corazón de Jesús en palabras.
    Y el corazón puro es participar en el Corazón de Jesús, liberados del pecado. Sin olvidar que también entre los santos se da el pecado, realidad muy consoladora para nosotros, pues vemos que no cayeron del cielo sino que se hicieron. Fueron hombres y mujeres con no pocas complicaciones. Pues la santidad no consiste en no equivocarse o en no pecar nunca, sino que crece con la capacidad de conversión, de arrepentimiento, de disponibilidad para volver a comenzar, y sobre todo con la capacidad de reconciliación, de perdón y reparación.
    Necesitamos que el Espíritu ilumine nuestro corazón y lo haga una llama pentecostal, como las que están sobre el Corazón de Jesús y transfiguraron el de Margarita, ya que nuestros pecados forman un intrincado laberinto de malos deseos tenebrosos, RB 7, 24 del que no saldremos del todo sino al entrar en el cielo. Así la clausura es pascual, un paraíso que surge del aislamiento torturante de Jesús agonizando en la cruz. Puede contagiarnos la fiebre del encierro, reacción claustrofóbica factible cuando varias personas se encuentran encerradas juntas durante un tiempo prolongado. Suele exteriorizarse como aversión a la gente con quien uno se encuentra encerrado. En casos graves puede llegar a alucinaciones y violencia, a encontronazos y corajes por motivos tan triviales como una comida mal preparada o una discusión sobre a quién le toca lavar los platos. S. King, The Shining Keating nos aconsejaba caminar por los bosques y estar alertas cuando la nieve bloqueaba en invierno, nuestras caminatas durante meses en Spencer. Es necesario tener espacios de paz.
    Esta aversión claustrofóbica puede engendrar amarguras y angustias emparentadas con la codicia, los celos y las envidias, que nos lleva al umbral de la muerte de la alegría espiritual y nos sumerge en el detestable vicio de alegrarnos con los fracasos y sufrimientos de nuestros hermanos, o entristecernos por sus éxitos y bienestares; y hasta no bendecirlos ni interceder por ellos y ponerles zancadillas a sus pasos, gozándonos al verlos caer y padecer.
    La impureza de varios logismoi se ha colado en nuestro corazón. Podemos llegar al extremo de desear el mal, odiando a nuestro monasterio o a comunidades e instituciones de la Iglesia. Ya no miramos al mundo desde los latidos del costado abierto de Jesús. Judas, huyendo solo y traicionero en la noche, ha tomado el lugar de Juan. Varias veces por día tenemos que hacer actos de amor, queriendo lo mejor para nuestros prójimos, bendiciendo a todos, y abrazando al Mundo entero en el Único Corazón Puro, el de Jesús, hagnós. 1 Jn 3, 3   

2. Para convivir necesitamos de la ética natural y sobrenatural: Ecli 7




    No hagas el mal, y el mal no te dominará, sepárate del injusto, y él se separará de ti. No te burles del hombre afligido. No trames engaños contra tu hermano, ni contra tu amigo. No digas mentiras ni rehúyas los trabajos duros. Y no te cuentes entre los pecadores. La sabiduría de Dios nos dice que para convivir no basta la inteligencia interpersonal ni saber pensar con discernimiento crítico, sino que hay que agregarle la ética. El intelecto conoce el bien pero puede no tener energía para ejecutarlo y hasta emplearlo para hacer el mal en las interrelaciones personales. Así, un conocimiento empático profundo, que me permite ponerme en la piel de una amiga o amigo, puedo utilizarlo para hacerle daño, manipularlo y acosarlo con toda clase de crueldades, ya que conozco bien sus puntos más vulnerables.
    La inteligencia me hace eficaz, también astuto, sagaz y pícaro; hay malvados que tienen una habilidad estupenda para engañar, herir y cometer pequeñas fechorías y crímenes perfectos, que sí existen. Y el mal espíritu nos ronda a todos empujándonos a emplear nuestras capacidades cognitivas para destruir, en vez de edificar a nuestros hermanos, cuando el amor se nos cambia en odio. De ahí que la Revelación y la doctrina constante de la Iglesia nunca han considerado que me hago bueno sólo por mi conocimiento, gnosticismo, necesito además de la opción de mi voluntad que tienda de manera libre, deliberada y conciente, hacia el bien verdadero y justo en el amor.
    Para convivir en paz y gozosa creatividad debemos recurrir a las fuentes de la ética que son, para los católicos, la Trinidad manifestada en el Misterio de la vida, palabras y pascua de Jesús; la recta razón humana; y la conciencia verdadera, recta y formada; declaradas en la Ley Eterna, positiva y natural y en la ley humana civil y canónica. Además de conocerlas y orar al Espíritu Santo que las encarne en nosotros, pues la letra de ley nos puede matar si no nos vivifica la energía del Espíritu, es bueno recorrer las fases por las que solemos pasar en el crecimiento de la moral según Piaget y Kohlberg. 1º. Sin autonomía, la ley me es impuesta por otros hasta los seis años. No le tires de los pelos a tu hermanita, si lo haces no hay postre. Y viene el miedo. A los delincuentes amorales el castigo se los pone la policía. 2º. Ley del talión, de los seis a los doce, que no es mala, juzgada no en el sentido literal de ojo por ojo y diente por diente, quedaríamos todos ciegos y desdentados, sino en la moderación de la justa vindicta, te trato como tú me tratas, si tú me respetas yo te respeto, si me sacas un libro yo no te saco diez sino otro, te hablo si tú me hablas y así podemos convivir 3º. Expectativas, desde la adolescencia, cuando comenzamos a querer ser aceptados, pertenecer a ciertos grupos y agradar. Se pasa del te hago lo que me haces al hago lo que esperas de mí así me querrás. Lo cual lleva a ser cariñoso y buscar amistades, pero se pueden morir con las críticas y vivir sólo con alabanzas, codependientes. 4º. Compromiso y responsabilidad, juventud y adultez. En esta fase no se hace el bien o se evita el mal por miedo, ni por corresponder a los que otros me hacen, ni por agradar; sino porque me comprometí y en conciencia debo responder a mis opciones libres. 5º. Apertura mundial, es el momento en que el adulto supera el estrecho círculo de su familia, comunidad, lugar de trabajo; y se abre a toda la humanidad, todos los seres humanos tienen derecho a una vida digna en la verdad y el amor. Uno se abre a los derechos y deberes del mundo entero y hace todo lo que puede para que se cumplan. 6º. Ética Universal, o conciencia crística, todos los seres humanos somos iguales, el cosmos debe ser amado y cuidado, hay que amar a justos y pecadores sin dejar de distinguir el bien y odiar el mal pero jamás al malvado, tengo que hacer a los otros lo que yo quisiera que los otros hagan por mí, todos somos hermanos. Parece que el 85 % nos quedamos en la 4º fase y el 15% restante se reparte entre la 5º y la 6º, lo que muestra que convivir es un arte difícil pero posible. La Ley de Cristo asume, y lleva a plenitud, la ley natural y ofrece la base del diálogo para convivir con los que son de otra orientación o formación en vista de la búsqueda del bien común. Jesús, la Sabiduría del Padre, el Verbo encarnado hecho Ley vivificante y el Espíritu Santo Ley de libertad son esa posibilidad.

viernes, 19 de agosto de 2011

1. Convivir en las cinco transfiguraciones de la vida de Jesús: Hech 1, 3-11




    Después de su Pasión, Jesús se manifestó a los apóstoles dándoles pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios; asegurándoles que recibirían la fuerza del Espíritu Santo para ser sus testigos hasta los confines de la tierra. Del fracaso de su ministerio y Pasión, Jesús pasa a la Resurrección, Ascensión y envío del Espíritu. Así asumió en su espiritualidad un arquetipo universal de su creación, estar en constante transformación, hecho parábola en la semilla que muere y da fruto y en la ley de Lomonósov-Lavoisier nada se pierde, todo se transforma. De ese modo busca nuestra transfiguración paulatina en hijos del Padre; por un proceso en el Espíritu con sus bienaventuranzas, en una comunidad de discípulos misioneros, que no separan el Reino de la Iglesia y el Mundo. La vida monástica centrada en la Trinidad se fijó como meta la Transfiguración tabórica, a través de la Transubstanciación eucarística, hacia el fin de la Resurrección universal, así se mantiene el sentido, la esperanza y la vitalidad, sin que este proceso quede aislado de la Cruz, pues toda transformación exige una ruptura de la forma para pasar a la supraforma.
    Es importante que rescatemos este aspecto del Evangelio de su Vida que nos regala  pautas de convivencia espiritual. 1. Encarnación – Nacimiento – Infancia y adolescencia. 2. Juventud escondida – Autoformación – Trabajo. 3. Bautismo – Tentaciones – Muerte de Juan. 4. Buena Noticia del Reino que cambia todos los valores – Transfiguración – Rechazo  y abandono. 5. Eucaristía – Pasión y Cruz – Resurrección; que será Presencia en medio.
    Antes que nada, el desarrollo de la humanidad de Jesús no es algo sólo natural, junto al proceso creacional y transfigurándolo todo, está el proceso portentoso de la divinización de su naturaleza humana que ya desde el seno de María se une en la única Persona del Verbo, el concebido por el Espíritu, es el Hijo del Padre. La Trinidad ha hecho su máxima Morada en su cuerpo por la encarnación. De ahí la enorme importancia de sus orígenes que no son  mitos sino historia real en teología; y que su nacimiento sea una epifanía con ángeles, luz celestial, estrella, magos, profecías de signo de contradicción y redención. Su infancia un desarrollo en sabiduría y gracia santificante; y su adolescencia un escuchar y preguntar a los doctores de la Ley en la Pascua del Templo, y en la escuela de María y José.
    Esto no quita que su divinización o Théosis sea al mismo tiempo un proceso de humanización de Dios, tanto como kénosis o vaciamiento cual expresión suprema de que el misterio del ser humano no está en él mismo sino en las Tres Personas de Dios en él; como que al asumir una carne de pecado, sin pecar en medio de pecadores; esos signos prodigiosos de divinización queden disimulados por la limitación, los pocos que los percibieron, la matanza de inocentes, el exilio, la juventud y primeros años de adultez en el más riguroso escondimiento, pobreza, autoformación y trabajo en humilde transfiguración.
    Su bautismo, tentaciones en el desierto y la muerte del Bautista, serán otra poderosa iluminación trinitaria transfigurativa. El campesino carpintero de Nazaret inicia un nuevo proyecto distinto del de Juan que era el juicio purificador de Dios, y hace irrumpir no su ira de Fuego sino el amor compasivo y misericordioso del Padre por todos los seres humanos, justos o pecadores. El Reino de Dios ha llegado, hay que convertirse al Salvador del mundo. Pero al delirio entusiasta de los inicios, seguirá otra kénosis más profunda. De ser el profeta del Cielo Nuevo y la Tierra Nueva, sanador y defensor de los pobres, de la lucha no violenta por la justicia social que implanta la Vida plena; Jesús entrará en conflicto, sobre todo con los fariseos, las autoridades religiosas y políticas, y el poder del imperio romano. De ahí su Transfiguración en el Tabor, ante el rechazo y el abandono de tantos.
   Y por eso la última Cena, la transubstanciación del pan y del vino, el horror de la crucifixión y su transformación definitiva, el Resucitado, para terminar con su Ascensión o Desaparición, Áfantos de Emaús y Enénu de Henoc Gen 5, 24 porque Dios Uno y Trino se lo llevó para transfigurarlo en una Presencia o Cuerpo Espiritual Vivificante para la Liberación Total. 1 Cor 15, 42-49