sábado, 10 de septiembre de 2011

18. Convivir aprendiendo la asertividad: Rom 14, 7-15


    Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí. Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor. Dejemos entonces de juzgarnos unos a otros y no pongamos zancadillas a los hermanos, nada que pueda hacerlos tropezar o caer. El misterio del ser humano son las Tres Personas de Dios que lo inhabitan en interrelación, y no sólo su psicología. Por ello no vivimos ni morimos para nosotros mismos sino para Cristo resucitado; y es de él cómo aprendemos a convivir con ciencias, filosofía y teología.
    El psicólogo Walter Riso insta a educar a la mente para que piense bien, de modo de transformar ese hábito en bienestar. El postulado puede parecer ramplón, quien piensa bien, se siente bien. Quien piensa mal, se siente mal. Pero ese epítome de la psicología cognitiva suma cada vez un mayor aval científico y hoy goza de una adhesión inusitada. El axioma no se refiere a la autoayuda de pensar en positivo o de forma esperanzada, sino a pensar sin distorsiones. Poder comprender cómo la mente procesa la información que recibe para, antes de actuar, sopesarla desde un plafón bien racional, sin por ello marginar la emoción. Se trata de abrazar la metacognición, pensar sobre lo que pensamos, ya que ello determina el comportamiento y bienestar humanos. Y pensar sobre lo que pensamos incluye en especial al matrimonio y la comunidad, pues hoy el amor encabeza el ranking del sufrir.
    Hay mucho sufrimiento inútil vinculado a errores cognitivos que deberían curarse, las creencias irracionales, los esquemas inconducentes de pensamiento, los falsos apegos, las expectativas desmedidas, la alta propensión al autoengaño, la manipulación y el boicot. Si se logra entender cómo funciona lo absurdo, lo inútil y lo peligroso de la mente, se puede decidir modificarla. Al concientizar cómo funcionamos, podemos desaprender lo aprendido, sin que ello suponga subestimar los afectos. Así la mente siempre intenta autoperpetuarse y, por ello, rechaza, ignora o distorsiona la información que se aleja de sus creencias. Los tres pilares para corregirla son, impedir que la mente se mienta a sí misma y encaminarse hacia un realismo crudo, aprender a perder y adoptar un sesgo de humildad, y discriminar cuándo se justifica actuar y cuándo no para actuar con sentido común y sabiduría. Creer que el amor es infalible es, además de infantil, una falacia. En EU son más las personas separadas que las casadas. Los estudios revelan que hoy muchos segundos matrimonios funcionan mejor que el primero. Y, en el 80% de las parejas que funcionan bien, sus miembros son similares. Ello se explica en que el amor es la conjunción armoniosa de sexo eros o pasión, filia o amistad y ágape o entrega y generatividad. Aunque no suene romántico, cuando se elige a alguien hay que evaluar también la compatibilidad, la afinidad, los valores compartidos. En síntesis, la conveniencia de unirnos a esa persona.
    Las formas sociables no consisten sólo en la cortesía, el entrenamiento del tono de voz, la amabilidad, el movimiento correcto de las manos, la distancia que hay que guardar del otro, o el saber mirar de modo intermitente y amistoso. Todo lo cual, y mucho más, es importante ya que algunos hablan a gritos y otros en ininteligible entre dientes. Todas las formas sociables dependen de la asertividad que consiste en decir lo que es más eficaz y justo para guardar la relación humana. La asertividad evita tanto el extremo de no hacer nada, lo que es retraimiento y timidez, como el otro extremo que consiste en la agresividad. Estamos tentados por la inhibición pasiva; déjalo, no hagas nada, no digas ni una palabra total no sirve para nada; y por la agresión desmedida, a esta imbécil le pongo el plato de sombrero y así verá con quien está tratando. Me callo o te mato, ambas son actitudes malas.
    La asertividad es promover los derechos y deberes de ambos, está a mitad de camino entre el victimismo y la violencia. Aunque parezca irrisorio, muchos adultos muestran una falencia letal, no saben, ni se animan a tener humor con ellos mismos, a decir las veces que sea necesario no tengo ni idea, y a asumirse, en algún momento, como ignorantes. No saben ser asertivos, expresar desacuerdos con delicadeza, brindar una opinión contraria sin virulencia o burla, expresar un sentimiento negativo sin avasallar. Aprenderlo a hacer es un imperativo para respetar al otro y autorrespetarse. La asertividad hay que recrearla  en cada caso con actitud de eficacia y justicia, necesita del saber pensar y de la ética, para que en Cristo no nos pongamos zancadillas sino que caminemos por la espiritualidad de comunión.

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