31. La vida en fraternidad nos pide compartir la espiritualidad: Hech 4, 32-37
La
multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie
consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común, pánta
koiná entre ellos. Y los apóstoles daban testimonio de la
resurrección de Jesús. Sin entrar en idealizaciones ficticias
de las comunidades apostólicas, enseguida con gran realismo se planteará el
problema de Ananías y Safira quienes tentados por satanás quieren compartir
sólo algo y haciendo trampa, lo que la Palabra del Señor nos quieren revelar
por Lucas es que compartir bienes del Espíritu es esencial para una gozosa
convivencia fraternal asertiva, ética y sanas habilidades sociales.
Aunque la vida cenobítica contemplativa
exige respeto a nuestras tradiciones de oración continua soledad y silencio, es
un hecho que también nos es necesario, según el estilo de cada monasterio,
crecer juntos en comunicación para desarrollar una buena espiritualidad de
comunión. La falta y pobreza de comunicación genera debilitamiento de la
fraternidad pues convierte en extraño al hermano y en anónima la relación
interpersonal hasta el aislamiento. La escasa calidad de comunicación de bienes
espirituales suele degenerar en superficialidad, funcionalidad empresarial, y
dar vueltas alrededor de problemas marginales que no resuelven nuestros
conflictos. Las consecuencias pueden ser dolorosas pues podemos ir cayendo en
connotaciones individualistas, con mentalidad de autogestión e insensibilidad
por el otro, buscando relaciones significativas fuera de la comunidad.
Nos es necesario afrontar el arte de la
comunicación para la comunión, sin forzar nuestra realidad histórica comunitaria, pero también
con decisión, creatividad y generatividad buscando los instrumentos que puedan
permitir a todos los que lo deseen aprender a compartir los dones y carismas
del Espíritu que tiene cada uno para el bien común. 1
Cor 12, 7 Las formas pueden ser muy diversas partiendo
siempre de la Palabra de Dios hecha Lectio, con experiencia de la Trinidad,
para el discernimiento y proyecto comunitario. Sin escucha y sin diálogo
corremos el riesgo de crear existencias yuxtapuestas o paralelas, lo que está
muy lejos del ideal cenobítico que forma un cuerpo de Cristo, donde cada una de
las hermanas o hermanos comparte con los demás los dones espirituales recibidos
según la multiforme gracia de Dios para edificar la fraternidad. C.14.
La vida fraterna en comunidad, 29-34
Nuestras muestras rituales de simpatía y
cortesía, atraen, nuestras reservas mudas, hielan. Cencini habla con sorna de
la alegre praxis del no-compartir, de las y los consagrados que ni siquiera se
dan cuenta del problema, que no ven por qué ni en qué cosas hay que cambiar en
nuestro modo de comunicar de manera banal, que no hay fe en relacionarse para
compartir, que caemos en un individualismo espiritual y que nos homologamos con
el autorreferente postmoderno cuyo único punto de vista es su egolatría cerrada
con candado.
Existe una estrecha relación entre la
cultura de la vida, la cultura vocacional y la cultura del compartir. Por eso
U. Galimberti propone una Ética del caminante, excelente para nosotros que
somos hijos de un arameo errante. Deut 26, 5
Como en El Camino del peregrino ruso, el caminante sólo puede llevar en
su morral, la Biblia, la Filocalia y el Pan, y es lo único que puede ofrecer a
sus compañeros o cum-panis de viaje. Toda vida es relacionalidad a compartir,
no existe persona aislada alguna, ni en la Trinidad. Todos nuestros procesos
creativos de desarrollo dependen de los Tres Otros Divinos y de infinitos otros
humanos y cósmicos. De ahí que para Juan el anticristo es el que se separa de
la comunicación, comunión y comunidad. Salieron de entre nosotros, pero no
eran de los nuestros, si lo hubieran sido habrían permanecido con nosotros,
pero negaron al Padre y al Hijo. 1 Jn 2, 18-23
Compartiendo alrededor del Resucitado podremos ser propositivos de un nuevo
lenguaje, ya que para millones el nuestro es lengua muerta, decodificando a las
nuevas generaciones la fascinante vocación monástica, la Schola caritatis
de una Iglesia que es Amor. Madrigal, Santiago, Iglesia es
Caritas. La eclesiología de Joseph Ratzinger. Benedicto XVI, Sal Terrae,
Santander, 2008, 510 p.
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