martes, 4 de octubre de 2011

33. Bernardo sobre la humildad y la soberbia, dispersión por la curiosidad: Jn 14, 1-7





    Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por Mí. San Bernardo publicó su primer Tratado de espiritualidad Sobre los grados de humildad y soberbia en 1125, cuando tenía 35 años, 13 de vida cisterciense y 10 de abad. Es ya una obra maestra de literatura y teología, una especie de síntesis anticipada de toda su enseñanza y el núcleo alrededor del cual desarrollará lo demás. Al mismo tiempo, Bernardo despliega en ella una gran creatividad. Se supone que va a comentar el capítulo VII de la Regla de Benito; pero lo hace de manera genial. Mientras que Benito enumera doce grados de humildad, Bernardo cuenta sólo tres. Conocimiento de sí mismo, Compasión para con los demás y Contemplación de la Trinidad. En lugar de citar el texto de la Regla, cita el evangelio de Juan. Y cuando en la segunda parte describe doce grados, son de la soberbia y no de la humildad y, a la inversa de Benito, comienza por el último para llegar al primero.
    En lugar de escribir sobre la humildad, escribe sobre la Verdad, y este término es la palabra clave desde el comienzo. Mejor que hablar de antropología, psicología o espiritualidad, habla de Jesús. Lo que le interesa no es nuestro yo egoísmo, sino nuestro mismo, la Verdad-Imagen que es Cristo. No pretende centrarnos en nosotros mismos, sino proyectarnos fuera de nosotros, a la única Luz: Cristo Camino Verdad y Vida. Y esta Verdad es trinitaria. Todo procede del Padre y conduce al Padre, a través del Espíritu. Si queremos ser humildes tendremos que experimentar que nuestro humus, centro, Grund de Eckhart, o fundamento último no es mi yo finito sino la Trinidad Infinita: Soy capax Dei.
    Es como si Bernardo pusiese más énfasis en la sombra, soberbia, que puede llegar a la tiniebla del pecado; que en la claridad, humildad. Tiene, además, una cierta teología del cuerpo que manifiesta la psiquis y el espíritu, aun con divertidísimas caricaturas.
    Así, el primer grado de soberbia es la curiosidad opuesta a la contemplación, cumbre de la humildad. Es esa curiosidad que nos descentra de Dios y nos dispersa del camino de la Verdad Jesús. Pecar es convertirse o apegarse en forma indebida a las criaturas, con aversión de Dios. Vivir en gracia es Retornar, shuv, a Dios, yendo más allá de la razón, metánoia, que nos da un sano desapego de las criaturas, bajo la mirada enamorada de Dios.
    Si ves a un monje mirar a todas partes con la cabeza levantada, aplicando los oídos a cualquier rumor; puedes colegir por estos gestos del hombre exterior que su hombre interior se está marchitando, pues por este insolente movimiento del cuerpo, descubres la enfermedad de su alma; que en vez de conocerse y cuidarse a sí misma, se derrama hacia fuera controlando a los demás con curiosidad. Se deshace de envidia, y sospecha de los que ve superiores a él; y desprecia con burlas a los que considera inferiores. Unas veces es lacónico y mordaz; otras, locuaz y vano. Ahora revienta de risa, luego estalla en llanto, y siempre se muestra irreflexivo. Es como si se olvidara de sí mismo, sus gestos reflejan ligereza, su semblante alegría tonta. Se parece a un globo que al pincharlo, mientras se desinfla, hace toda clase de ruidos insólitos e irreverentes. Así avergonzado, esconde el rostro, comprime los labios, aprieta los dientes, ríe constreñido o se desahoga a risotadas, y aunque con sus puños se cierre la boca, estalla en estruendosos estornudos por la nariz.
    El contemplativo, compasivo y desde su sí mismo, se concentra y su humildad está en su alma y en su cuerpo. En todas partes tiene los ojos clavados en la Tierra de la Trinidad. Mientras que el soberbio se descentra y su curiosidad llena de rigor, lo fragmenta en miles de miradas dirigidas a todas partes, menos hacia aquella Tierra de la Trinidad en cuya Luz todo ocupa su lugar. Para san Bernardo, es como un Rosetón destrozado y caótico, mientras que el contemplativo, cual Rosetón transfigurado, desde su Centro, abraza la Totalidad.

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