viernes, 28 de octubre de 2011

41. Dios y su Iglesia abren la Puerta de la fe: Hech 14, 19-28


    A su llegada reunieron a la iglesia y les contaron todo cuanto Dios había hecho junto con ellos, y cómo había abierto a los gentiles la Puerta de la fe. Estamos alrededor del año 43. Bernabé y Pablo acaban de terminar su misión, en el Espíritu Santo, por Chipre y seis ciudades de Asia Menor, y regresan a la Comunidad de Antioquía que los había enviado imponiéndoles las manos. Esta metáfora de La Puerta de la fe, thýran písteos, porta fidei la emplea Pablo también en 1 Cor 16, 9; 2 Cor 2, 12 y en Col 4, 3 dice que es la Puerta de la Palabra, el misterio de Cristo. De aquí que esta Puerta de la fe introduce en la Vida íntima y dichosa de comunión con las Tres Personas del Dios Único, Ser y Amor, que habita en la Luz inaccesible. Sólo Él abre esta Puerta, teniendo como signos e instrumentos de esa apertura a los discípulos misioneros.
    El umbral de esa Puerta se cruza, cuando la Palabra del Señor es anunciada y el corazón se deja transformar por la Gracia, y entramos en el inicio del Reino, en un Universo Nuevo. Atravesarla significa emprender un Camino que dura toda la vida, pasa por la libre entrega a nuestra muerte próxima, y nos introduce en la Vida Eterna de la Trinidad, con todos los ángeles y santos, y el cosmos transfigurado en la Jerusalén Celestial que desciende de Dios, su Skené entre los hombres. Ap 21
    Benedicto XVI convocó a un Año de la Fe, que comienza el 12 de octubre de 2012, a los 50 años de la apertura del Vaticano II y a los 20 años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica. La fe implica que creo en unos contenidos bien definidos por la Biblia, la Tradición y el Magisterio, y que me entrego con amor y plena libertad a los proyectos de un Dios que me ama y a quien amo. Proyectos que comparto, en la esperanza que no defrauda, y propongo con inmensa alegría a los que me rodean, para que juntos edifiquemos un inicio de mundo mejor pervadido por el Reino de las Bienaventuranzas. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un acto privado, sin testimonio y compromiso público.
    La fe es decidirse a entrar en diálogo constante con la Trinidad que tiene cuidado amoroso del mundo entero, y pide así la responsabilidad social y ecológica del que cree en comunión eclesial, Creo y Creemos son inseparables. Un amor y esperanza que no tengan claros contenidos de fe enunciados en el CEC, son una ensoñación de un vago y nebuloso misterio que termina en la desilusión. La fe sin el amor no da el Fruto del Espíritu, pero un amor sin contenidos de fe es un etéreo e inestable sentimiento a merced de las dudas que sin tregua nos amenazan. Cristo, en la expresión Total del Credo, los Sacramentos y la Vida ética y orante del cristiano, es el Único Misterio de Dios, en quien creemos, alabamos y evangelizamos.
    El CEC tiene 2865 especificaciones sobre el Misterio inaccesible y sagrado de Dios que tengo que redescubrir, estudiar y orar. Nunca debemos entregarnos a un misterio que no se nos haya hecho accesible por revelación buena y verdadera. Jamás creería en un Dios sin energía, mentiroso y odioso; no sea que caiga en manos de la brujería, la magia negra, el esoterismo y las fuerzas ocultas del demonio; en vez de ir al encuentro de las Tres Personas de la Trinidad en la Pascua liberadora de Cristo, Rostro humano de Dios y Rostro divino del hombre. Hoy nos enfrentamos a una situación desconocida hace 70 años. Hay millones de bautizados sin fe. Están sacramentalizados pero no kerigmatizados y catequizados, no se han contactado con las verdades sobrenaturales que trascienden la razón; desconocen, relativizan y hasta se oponen a la fe, la celebración y la moral reveladas, aunque quieren seguir siendo católicos, y los amemos ofreciéndoles el Pléroma.
    Ya hay interrogantes sobre si es posible dar el sacramento del Matrimonio, la radicalidad del bautismo y confirmación de la Vida consagrada, o el Orden sagrado del estado clerical a personas que no han pasado por el kerigma y la catequesis y no están dispuestas a una mistagogía de por vida. Podrían ser expertos en su vocación, como otros lo son en su profesión, por así decirlo, pero les falta la Piedra angular de Cristo en el Catecismo y la Doctrina Social de la Iglesia, como lo poseíamos ya en nuestra adolescencia, los que hoy somos ancianos.
    Necesitamos un Viento fresco de entusiasmo creativo, Robinson, Ken, Todos nuestros futuros: creatividad, cultura y educación franco y valeroso, por encontrar nuevos métodos, nuevas ideas y palabras, nuevo fervor, sin miedo a las tecnociencias de la globalización, pues entre fe y ciencia no hay conflicto alguno, ambas por caminos distintos, tienden a la Verdad.  Así Dios reabrirá con nosotros la Puerta de la fe a muchísimos que lo esperan con ardor.

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