sábado, 15 de octubre de 2011

38. La fraternidad en misión por el Camino de éste Niño: Mt 18, 1-5


    Le preguntaron a Jesús quien era el más grande en el Reino de los cielos. Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo, si ustedes no cambian stréfo y se hacen como niños, paidía no entrarán en el Reino de los cielos. El que se humille tapeinósei como este niño, será el más grande en el Reino de los cielos. Y ay del que escandalice a uno de estos pequeños. Mikrôn De las cosas más sorprendentes que Jesús pone al revés cuando anuncia el Reino, está esta de colocar a un niño como el modelo al que tenemos que seguir. Ya de por sí un niño no es un gran legislador, ni un profeta ni un sabio, ni un héroe ni un genio. Todavía hoy en muchos lugares, millones desconocen los derechos de los niños, recién aprobados por las Naciones Unidas en 1989. Los niños tienen derecho a la vida y a la paz mundial, al juego y la diversión, a la libertad y a compartir sus puntos de vista, a dar a conocer sus opiniones y manifestar sus ideas, al amparo durante los conflictos armados, a la libertad de conciencia, a la protección contra el trabajo infantil y contra el abuso sexual, el secuestro, hacerlos soldados y otras formas de explotación.
    Entre los campesinos de Galilea, el niño era un don nadie sin derecho alguno. La actitud de los discípulos que no quieren que Jesús les imponga las manos, manifiesta la mentalidad reinante. Mt 19, 13-14 Los niños eran los más vulnerables y débiles de la sociedad, los primeros en sufrir desnutrición y enfermedades, en especial tuberculosis y malaria. La mortalidad infantil era del 30%, y el 60% no llegaba a los 15 años. Sin duda muchos eran muy queridos, pero su vida era difícil y áspera bajo el mandato de las mujeres del grupo familiar.
    Jesús nos pide por tanto, volvernos como niños humildes y pequeños. Éste Niño es Él mismo que inició su kénosis de esa forma en la Anunciación.  Pero que no fue aniñado en su madurez, sino que nadie habló jamás como este hombre. Jn 7, 46 Y Dios nos amonesta por Pablo contra el infantilismo, no ser como niños para pensar y discernir, sino en la malicia, y hombres maduros en el pensar. 1 Cor 14, 20 La trampa está en la búsqueda de  la reputación y comparación competitivista. En la Iglesia habría que clarificar la futilidad de quién es el mayor o el menor, el superior o el inferior. El zelo o hervor de la amargura mala, del que habla la RB, 72 que separa de Dios y conduce al infierno; muy diferente del zelo bueno que aparta de los vicios y conduce a Dios y a la vida eterna; se hace patente. O el falso yo o el Sí mismo. El niño humilde y pequeño, que juega gozoso relacionado con todo, es como una nada lleno de la Trinidad, y en Cristo es el Reino ya comenzado, es como el Sí mismo.
    En el seno materno y a poco de nacer, los niños poseen la confianza básica instintiva. Se saben relacionados a los seres humanos y las cosas que los rodean, no desconfían de nadie ni de nada. Pero el pecado original que traen y los rechazos reales o imaginarios que sufren, los vuelven independientes, desconfiados y sospechosos de los que están cerca. El falso yo aislado muestra sus defensas de agresividad, manipulación, miedo y control del entorno. Cristo vio en los bebés con confianza básica el signo de su familiaridad espiritual hacia los Tres Rostros de la Trinidad que su humanidad poseía. No era un inexperto inmaduro que confiaba en cualquiera, o un ingenuo que jugara con fuego sin captar sus peligros; sino un místico intrépido que nunca se pensó aislado, miedoso ni manipulador. Para Él, el Sal 27 que tanto rezaba como buen judío, mi corazón sabe que dijiste, busquen mi Rostro. Sí, yo busco tu Rostro, Señor, no lo apartes de mí; era la suprema realidad. Las actitudes y los dimes y diretes de amigos o enemigos, eran discernidos a la Luz de estos Rostros, Todo y nada.
    Cuando una comunidad baja las defensas, no lucha por conquistar puestos, y se llena de la Presencia de la Trinidad y de la Complejidad Conciencia Cristológica, ἡ πολυπλοκότητα συνείδησις χριστολογική de inmediato se hace misionera. El amor sobrenatural echa fuera al miedo, y el Niño recuperado sale al encuentro del otro muy distinto de mí. Cuando en vastas regiones de América la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que se extingue, la prioridad más importante de todas es Aparecida y la Nueva Evangelización que abra a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí y cuyos Tres Rostros reconocemos en el Amor de Cristo crucificado y resucitado.

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