domingo, 1 de julio de 2012

102. La Nueva Evangelización nos pide crecer en fe: Mt 8, 23-27



    Se desató en el lago una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto Jesús dormía. Sus discípulos lo despertaron, diciéndole, sálvanos Señor que nos hundimos. Jesús les respondió, por qué tienen miedo hombres de poca fe. Oligópistoi Es un reproche recurrente de Jesús, junto a otro más fuerte ápistoi, incrédulos sin fe. Mt 13, 58 y 17, 17 Junto a la alabanza del extremo opuesto, mujer, megále sou he pístis qué grande es tu fe; Mt 15, 28 o al centurión romano, nunca he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Mt 8, 10
    Los apóstoles dijeron a Jesús, auméntanos, prósthes la fe. Lc 17, 5 Es la súplica que le hacen al percibir que sólo en la fe, regalo de Dios, pueden establecer una relación personal con Él y estar a la altura de su vocación de discípulos misioneros. El pedido es debido a la experiencia de sus propios límites, no se sienten fuertes para perdonar al hermano. La fe es indispensable para realizar los signos de la presencia del Reino de Dios en este mundo. Nueva Evangelización, Instrumentum laboris Es que la fe es el inicio de la salvación y salud humana, el fundamento y la raíz de toda justificación y vida espiritual, sin la cual es imposible agradar a Dios, Heb 11, 6 y llegar a la comunión con Él cual hijos suyos. Concilio de Trento
    El justo vive por la fe; Rom 1, 17  pero la fe puede ir muriendo, enfriarse, disminuir y hasta desaparecer con el vicio de la incredulidad y pecando contra ella. Además sin obras está muerta, Sant 2, 26 y privada de la esperanza y el amor no nos une en plenitud con el Resucitado. Sus seguidores no sólo tenemos que guardar la fe y vivir alegres en ella, sino también profesarla, testimoniarla y difundirla con fuerza propositiva hasta el martirio. La misión recibida del mismo Jesús resucitado de ir y hacer discípulos en todos los pueblos, sumergiéndolos en la Trinidad y formándolos en lo que Él nos ha enseñado; misión que la Iglesia ha cumplido con mayor o menor fervor a través de dos mil años, es hoy llamada a confrontarse con cambios socioculturales, que modifican la percepción que el hombre tiene de sí mismo y del mundo, generando repercusiones sobre su modo de creer en Dios.
    El resultado de estas transformaciones consiste en la difusión de una desorientación, que se traduce en formas de desconfianza hacia todo aquello que nos ha sido transmitido acerca del sentido de la vida, y en una escasa disponibilidad a adherir en modo total y sin condiciones a lo que nos ha sido entregado como revelación de la Verdad profunda de nuestro ser. Se trata del abandono de la fe, manifestado en sociedades y culturas que desde hace siglos aparecían como impregnadas del Evangelio. La fe debilitada y la incapacidad de dar testimonio del Evangelio, es una realidad en varias naciones, en las cuales la fe católica había contribuido a lo largo de los siglos a la construcción de la cultura y de la sociedad.
    Reaccionar ante esta situación es un imperativo que Benedicto XVI se ha impuesto desde el comienzo de su ministerio petrino. La Iglesia siente que es su deber imaginar nuevos instrumentos y palabras para hacer audibles y comprensibles en los nuevos desiertos de incredulidad, la palabra de la fe que nos regenera para la vida en las Tres Personas de Dios.
    Crecer en la fe de nuestro Encuentro con Jesucristo y en la transmisión de su Buena Noticia para el hombre y su planeta, es lo primero que cada uno debe realizar para abrir las Puertas de la fe por medio de la Nueva Evangelización. Crecimiento que es subjetivo, por una mayor apertura de los oídos del corazón para escuchar la Palabra de Dios en su Iglesia; y objetivo por una expansión a las innumerables verdades de la fe que Dios nos propone en el Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica, y el Magisterio actualizado del Papa con el Colegio Episcopal. Cuanta más grande sea la explicitación de los contenidos de la fe, mayor será la posibilidad de vivirlos exultantes y entregárselos a otros para que vivan.
    No temas, basta que tengas fe. Mc 5, 36 Dada la violencia del viento, en otra tormenta del lago, Pedro tuvo miedo y comenzó a hundirse. Jesús le tendió la mano y lo sostuvo diciéndole, hombre de poca fe, por qué dudaste. Mt 14, 22-33  Tenemos que aferrar la mano de Jesús y pedirle ayuda. Esta condición no puede darse por supuesta, ante la enigmática afirmación del Señor, cuando el Hijo del hombre vuelva, no se sabe si encontrará fe sobre la tierra. Lc 18,8 Hoy cada católico debe repetir la súplica, creo, pero ayúdame Jesús, porque estoy tentado de incredulidad. Mc 9,24

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