sábado, 14 de julio de 2012

108. La transmisión de la fe inseparable de la educación del hombre: 1 Tes 4, 9-12

   
    Acerca del amor fraterno, Dios mismo les ha enseñado a amarse los unos a los otros. Vivan en paz, cumpliendo cada uno con sus obligaciones y trabajando con sus manos. Con esta Carta a la pequeña comunidad de Tesalónica empezó a escribirse la Nueva Alianza; por Pablo, Silvano y Timoteo, desde Corinto, en el año 51. Para el Espíritu Santo hay una profunda relación entre la transmisión de la fe y la educación humana. No se puede evangelizar si al mismo tiempo no se educa al hombre en desarrollo integral. Al encontrar a Cristo, el misterio del hombre encuentra su eterno significado. La Iglesia posee una tradición de recursos pedagógicos y de investigación, instituciones con personas consagradas y laicas, capaces de ofrecer una presencia específica en la escuela y en la educación. Aunque con algunas crisis, problemáticas y disminución de efectivos religiosos en años recientes, Escuelas y universidades católicas están presentes en las diócesis, y ellas consumen enormes energías en tareas tecnicocientíficas, filosóficas y místicas.
    Esta tarea educativa, se efectúa hoy en un contexto cultural en el cual cada forma de acción educacional aparece cada vez más difícil y crítica, a tal punto que se habla de una emergencia educativa aludiendo a la especial urgencia de transmitir a las nuevas generaciones los valores básicos de la existencia y de un recto comportamiento. Esto es solicitado por padres preocupados por el futuro de sus hijos; por docentes, que viven la triste experiencia de la degradación de escuelas y facultades, el 70% de los que aspiran a ser maestros en México reprueba el examen del Ministerio de Educación; y por la sociedad que ve minada las bases de la convivencia.
    En este contexto el empeño de la Iglesia por educar en la razón y en la fe, en el arte y en la belleza, y en entrega al Resucitado; asume el valor de una contribución a la sociedad para sacarla de la crisis educativa que la aflige. La Iglesia tiene mucho para dar, como la idea de educación que ha sabido difundir en el mundo, con el primado de la Espiritualidad y la persona en formación inicial y permanente, así como también la voluntad de dar una auténtica educación transfigurativa, abierta a la Verdad, de la cual forma parte el Encuentro con Jesús, los hermanos y la ecología. Las raíces de la emergencia educativa actual pueden ser descubiertas en el imponerse tanto de una antropología caracterizada por el individualismo, como de un doble relativismo, que reduce la realidad a mera materia manipulable, y la revelación cristiana a proceso histórico o genealógico privado de carácter sobrenatural.
    Una raíz de esta deconstrucción unilateral está en el falso concepto de autonomía del hombre que debería desarrollarse sólo por sí mismo, sin intervención de otros, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en él. Otra raíz está en el escepticismo y el relativismo, que destruyen el camino humano; cuya primera fuente es la naturaleza; y su segunda, la Revelación. Es fundamental encontrar un concepto de naturaleza como creación de Dios que es amiga y conversa con nosotros. El Creador, mediante el Libro de la creación, nos habla y nos muestra los valores verdaderos. Y así nos hace recuperar también la Revelación. El reconocer que, en el Libro de la creación, Dios nos da las orientaciones claves, que son plenificadas en el Libro de la Biblia, la Tradición y el Magisterio; explicitando una relación entre teología trinitaria cristológica, bioética humana y ecología planetaria; abierta ya a crear espacios habitables en otros planetas o satélites con posibilidades de expandir el milagro de la vida humana.
    El imperante subjetivismo, dice el cardenal Mauro Piacenza, que tiene como consecuencia un insoportable y humillante sentimentalismo, ha penetrado en la mentalidad cristiana. En este contexto parece extraña la hipótesis de una posible educación de la libertad y de la voluntad, que corrija o vaya contra la dictadura del relativismo y del sentimentalismo; sin tocar la importancia de la formación de los sentimientos en las interrelaciones personales. La acción educativa, y la misma idea de una educación, podrían aparecer casi imposibles, sino incluso equivocadas en sí mismas. El signo de tal situación es dado por aquél ingenuo optimismo hacia el mundo que demasiado a menudo ha caracterizado y caracteriza a una cierta mentalidad eclesial, y según la cual la Iglesia comenzó en 1965, al cierre del Concilio Ecuménico Vaticano II, según la hermenéutica de la discontinuidad y ruptura, que es inaceptable. A un hombre sin inteligencia, libertad y voluntad, no le queda más que el sentimiento o el instinto sin discernimientos. De aquí el demoledor hedonismo, narcisismo, pansexualismo, en el que se pierden muchos seres humanos de nuestro tiempo y del cual es necesario ayudarles a sustraerse, para que no caigan en las fugas New Age y se abran a la continuidad histórica eclesial en las reformas constantes, y ahora hacia el impacto de la Nueva Evangelización. 

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