martes, 10 de julio de 2012

106. Jesús resucitado y la vocación a la vida monástica: 2 Tim 2, 1-7


    Tú, hijo mío, dinamízate en la Gracia de Cristo Jesús, y guarda el Depósito, 1 Tim 6, 20 Lo que escuchaste de mí, corroborado por numerosos mártires, transmítelo a hombres de fe que sean idóneos de enseñarlo a otros. Aquí nos muestra el Espíritu lo que es la Sagrada Tradición, por la que se transmite el intangible Fidei Depositum de la Revelación de Jesucristo. Cinco eslabones unidos, lo que Timoteo escuchó de Pablo, en comunión con muchos testigos, lo debe transmitir a hombres de fe, para que a su vez lo enseñen a otros.
    Nos está prohibido anunciarnos a nosotros mismos. 1 Cor 2 Lo mismo sucede con el carisma o monachorum depositum de Dios Padre que, por las palabras del Verbo y las energías del Espíritu, nos entrega Benito y los benedictinos cistercienses a través de los siglos. La RB es una de las treinta Reglas monásticas latinas que se han logrado rescatar de los alrededores del  siglo VI. Es tres veces más breve que la RM, y dos veces más breve que la de Basilio, de las que depende, como de toda la tradición monástica anterior; que no se inventa sino que pasa de la boca del maestro al oído del discípulo, y se va explicitando con creatividad.
    Como otras partes de la RB, el Prólogo refleja las cuatro introducciones del Maestro, una de las cuales la copió tal cual. Lejos de perturbarnos o sentirnos disminuidos, esto nos muestra la excelente personalidad monástica de Benito. No pretende otra cosa que transmitir un depósito ya custodiado en la Biblia, los Padres católicos, el Magisterio y los monjes de la Iglesia, al que le agrega sus mínimas indicaciones espirituales y legislativas, para llegar todos juntos a las cumbres más altas de doctrina y virtudes cc. 72-73
    El Prólogo es una catequesis sapiencial preexistente que podría ser desgajado del resto de la Regla. Contiene unas 50 citas de la Biblia, unas 25 de los Padres y se centra en el llamado, a la vez dramático y deslumbrante, que hace Jesús a quien ha elegido para la vida monástica. Tres actores, el Resucitado, Benito y el llamado; se ponen en el escenario para que, si decimos sí, ocupemos el último lugar como condenados a muerte en el teatro del mundo; 1 Cor 4, 9   
    El protagonista es Cristo, Verbo contemporáneo a todo tiempo y lugar, quien a través de la perentoria voz de san Benito habla con el llamado que sólo escucha preparándose para hacer una opción fundamental terrenal y eterna; a la luz de la vida, la muerte, los vicios y virtudes, el Juicio de Dios y la Bienaventuranza del Reino. La vocación monástica no es otra cosa que la fabulosa experiencia del Encuentro con el Resucitado que ofrece una de sus formas evangélicas de vida, la monástica de ayer hoy y mañana. La estructura, dividida en siete secciones, parte de la Lectio de Prov 1, 8, 4, 20 Obsculta, o fili, praecepta magistri, que se hace Consideración y Collatio en diálogo orante, corriendo debido a la fugacidad de la vida. El gran retorno por la obediencia de la fe, 1-3; la necesidad de la oración, 4-7; correr a la Luz de la Vida contra las tinieblas de la muerte, 8-13; la vocación tomando como guía el Evangelio del Reino, 14-21; correr con las buenas acciones para habitar en la Tienda del Reino y en la Santa Montaña rechazando el pecado y estrellando contra Cristo los logismoi diabólicos, 22-34; pedir la Gracia para correr por los proyectos de Dios hacia la Vida Eterna, 35-44; la institución de la Escuela al Servicio del Señor Jesús Amor Humilde cuyos inicios son estrechos pero con el proceso de la politéia dilatado el corazón por la dulzura del Amor se corre por el Camino perseverando en la Pascua hasta la muerte en el monasterio, 45-50.
    El depósito del monacato que nos sintetiza Benito en esta catequesis, y tenemos el deber de transmitir a las generaciones futuras, actualizándolo y proyectándolo hacia la Nueva Evangelización, es una Escuela al servicio de Jesucristo Rey Universal, con un incontable y globalizado Campus universitario especializado en la conversatio monástica; cercado por la clausura y la estabilidad en la comunidad, y abierto al Mundo por la hospedería. El cenobio no es sólo un hecho sociológico sino un Misterio de Fe. Allí renunciamos, por el Espíritu, a comer del fruto del árbol del bien y del mal; o sea decidir por nuestra soberbia qué proyectos están bien o están mal; y optamos por Getsemaní, no se hagan mis propias voluntades sino las del Padre por la mediación de la Iglesia y el abad, siendo siervos y servidores de la Palabra, la Eucaristía y el Amor fraterno ecológico, como anticipos transfigurantes del Árbol de la Vida del Paraíso, que es la Cruz y Resurrección en el Reino Novedosísimo del Redentor del hombre y del cosmos.

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