martes, 27 de diciembre de 2011

59. El sufrimiento de los sistemas ecohumanos asumidos en Cristo: Rom 8, 17-25



    Sufrimos con Cristo para ser glorificados con él. Los sufrimientos del tiempo salvífico, kairós en el que vivimos, no pueden compararse con la gloria futura que se revelará. Toda la creación, gime y sufre dolores de parto con nosotros hasta que se realice la redención de nuestro cuerpo. Pablo engloba los padecimientos de los seres humanos con los de toda la creación, que no deben apagar nuestra esperanza sino reforzarla para trabajar por liberar del mal que nos acosa a todos, y anhelar el Mundo Nuevo en el que ya no habrá llanto ni dolor.
    El Verbo no sólo se ha unido de alguna manera a todo ser humano, sino también a toda la naturaleza. El sufrimiento ecológico y humano forma un sistema ecohumanodivino pues Dios los asume en su propio sufrimiento. Encarnación, Pascua y Trinidad son Misterios inseparables. Mejor regalo que Él mismo. Dios no conoce. Mejor regalo que su Dios. Ningún ser humano podrá recibir. Y en este regalo se juntan. El que Regala y el regalado.  Robert Southwell, 1561-1595, poeta jesuita ahorcado en Tyburn Dios sufre, y se siente afectado, cuando sufren sus criaturas a las que ama con pasión. Puede asombrarnos el que la Revelación nos hable del sufrimiento de los minerales, vegetales, animales y ángeles; y más del sufrimiento de Dios. Salvo que dijéramos que sólo sufrió la naturaleza humana de Jesús, dejando intocable la impasibilidad de la divina. Y hasta hace unos años parecía claro que sólo los seres humanos sufríamos, los animales podían tener dolor sensible como desagrado por la falta de un bien, pero nunca sufrir. No queríamos admitir la analogía del sufrimiento.
    Pero las cosas cambiaron cuando la teología tomó más consciencia de la relación de Dios con los horrendos holocaustos del siglo XX, Armenia, Rusia stalinista, Hiroshima y Nagasaki, las guerras mundiales, la Shoah, Camboya. La idea de un Dios insensible y apático se hizo inviable, de alguna manera Dios tenía que ser nuestro compañero solidario en nuestras catástrofes. Tenía que morir, una y otra vez, en la cruz de nuestros cadalsos.
    Moltmann nos mostró en El Dios crucificado, que si Dios no sufriera sería un monstruo lejano ante la inmensidad de nuestras angustias. No es que sufra como nosotros, sin otra opción ante el mal que nunca podría destruirlo; sino que sufre al verse afectado, en plena libertad, por lo que afecta a sus criaturas. No porque sea imperfecto sino porque su Amor Infinito se ve herido por las heridas de los que ama. Schillebeeckx nos explicó en Jesús, la historia de un Viviente, cómo Dios está presente por compasión en el mal inmerecido de millones de inocentes. No padece igual que nosotros, pero se vuelve pura acción simpática con el sufriente, resiste al mal y lo transfigura en Vida. Dios está implicado en el dolor y lo vence. Jesús es la Compasión de Dios, hace el bien y resiste al mal, pidiendo nuestra cooperación.
    Y las cosas siguieron cambiando más, al pasar del giro antropológico al giro ecológico, a lo cual ayudó el cambio de paradigma científico con la física cuántica. Para Jesús, Dios cuida de toda creatura conservándola con su sabia providencia. Hace caer la lluvia, viste a los lirios del campo, y alimenta a las aves; con la misma atención con que se esmera por cada cabello de nuestra cabeza. Sin confundir lo místico con lo científico, la experiencia de comunión con los hermanos sería incompleta sin la comunión con el universo, con las estrellas de dónde venimos, el sol nuestro hermano, la luna nuestra hermana y la tierra nuestra madre. Dios está implicado en su universo y sufre cuando se los destruye. Lejos de ser una parte de él, es la Trinidad de las Personas que lo diversifica, energetiza y vivifica.
    La encarnación, nacimiento, vida, pasión y resurrección del Verbo nos apapachan en este Misterio del sufrimiento de Dios que está gestando un Mundo Nuevo. La mujer suele estar triste cuando va a dar a luz, porque le llegó su hora, pero cuando nace el niño se olvida de su dolor por la alegría que siente de haber traído un Hombre al mundo. Jn 17, 21 Dios es Padre y Madre, y todo lo que hay de incondicionalidad en el amor compasivo de una madre, que acurruca a su hijo dolorido, no es más que una analogía lejana del Amor Divino; el primero que sufre con el mal, la primera Víctima herida que nos abraza mientras nos murmura, no es más que el comienzo de los dolores del alumbramiento, para la historia temporal y Eterna. Mt 24, 8

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