lunes, 19 de diciembre de 2011

55. Dios se une al hombre por el Misterio del Verbo: Ef 3, 8-13



    A mí, el menor de todos los santos, se le concedió la gracia de anunciar a los paganos las ininvestigables riquezas de Cristo, y de hacer brillar a los ojos de todos la dispensación del Misterio de Cristo, que estaba oculto desde siempre en Dios. Pablo es consciente de que tiene que anunciar un Misterio que le ha sido revelado, apokalipsis en Damasco, revelación que comparte con los demás apóstoles, y profetas y toda la Iglesia en el Espíritu Santo. Este Misterio que solo puede ser conocido por revelación consiste en que Cristo nace para la salvación de todos los pueblos del mundo y del cosmos y sigue permaneciendo un Misterio.
    El Misterio teológico, o el Misterio sobrenatural de la Palabra de Dios, no tienen nada que ver ni con los misterios naturales, ni con los secretos o problemas no resueltos, aunque presenten ciertos parecidos. Aunque el hombre, mediante su razón natural por argumentos de convergencia puede captar a Dios a partir de la creación; ninguna creatura podría alcanzar por sus propias fuerzas el conocimiento del Misterio de la Palabra de Dios, si Dios mismo no se lo revelara. Por una decisión libre Él se revela y se entrega a cada ser humano por amor. Revela la intimidad de su propio Ser, es Padre que envía al Verbo y al Espíritu; para que entendamos su Proyecto benevolente para todos los hombres y el multiverso.
    El Verbo del Padre inseparable del Espíritu Señor y Dador de Vida, nace en el hombre para acostumbrar al hombre a entender a Dios y sus designios; y así el cristianismo es más un renacer que un conocer, ya que jamás comprenderemos el Misterio en que vivimos y  del que estaremos siempre rodeados. Pero lo celebramos en la Liturgia de Cristo, lo entendemos en la Palabra de Cristo y lo vivimos en la Mística del amor servicial de Cristo.
   Y, aunque siempre permanecerá velado en una Luz Inaccesible, 1 Tim 6, 16 ya sabemos que es la Trinidad manifestada por la encarnación pascual de Jesús que me ama y se me entrega a mí. Fuera del Resucitado, ni la Trinidad se encuentra con el hombre, ni el hombre sabe quién es. En consecuencia el Misterio, mantenido en secreto durante siglos eternos, Rom 16, 25 es comunión, en Cristo, entre la Trinidad, los seres humanos y el universo circunstancial.
    No podría ser un Misterio lejano e ininteligible a mi vida, sino que al entrar en comunión conmigo, su incomunicabilidad e incomprensibilidad bellísimas, me enamoran más de Él, pues siempre permanecerá inabarcable e inefable. Lo que es agotable es descartable, y Jesús es el Absoluto Inagotable nunca un descartable. Por eso el Misterio, al poner en comunión al Verbo con el hombre, no mezcla a Dios con el ser humano, sino que en la Persona del Verbo se da la unión, de ahí que la fe sea el fundamento de la espiritualidad.
   El Misterio permanece secreto, como Palabra Divina, y al mismo tiempo se nos declara en palabras humanas; pues si no se revelara no sería Misterio sino incognoscibilidad, ni tendría por qué creerlo si no fuera Vida Verdad y Amor. Pero si se me revelara en totalidad ya no sería un Misterio sino un problema más, resuelto y archivado por mi razón. Sea que el Misterio lo experimentemos cual Día, Simeón el nuevo teólogo, o Noche, Juan de la Cruz, es irrelevante. La diferencia, a veces llevada a la exasperación en las Órdenes contemplativas, entre mística de la Luz, cistercienses, y mística de las Tinieblas, carmelitas, es una cuestión en parte de énfasis y temperamentos no de realidad. En todo Misterio de Cristo coexisten las dos. Luz y tinieblas, Verbo y carne, consolación y desolación, totalidad y vacío, son alternancias complementarias de participación y trascendencia, de catafático y apofático.
    Al adorar el Misterio del Verbo hecho Libro, Carne, Sacramento, Iglesia, Cosmos; vamos más allá de nuestro cuerpo y psicología y con ellos nos sumergimos en el Espíritu, dejamos de mirarnos a nosotros mismos y nos reconocemos en la Trinidad. Para quien no tiene el don de la fe, ese Misterio es angustiante náusea y fábula mítica. Para el creyente, es el Misterio de Dios en las ininvestigables riquezas de Cristo donde está escondido, como en la noche de la Caverna de Platón y de Belén, Éste Niño, el Fuego de todas las sombras.

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