miércoles, 23 de enero de 2013


149. Estudio integrado con la contemplación y el trabajo: 2 Cor 4, 3-6



    No nos predicamos a nosotros mismos sino a Cristo Jesús, el Señor, y nosotros no somos más que esclavos de ustedes, doúlous por  Jesús. Los formadores monásticos tenemos prohibido anunciarnos a nosotros mismos, debemos ser transparentes del Resucitado y, nosotros mismos y los formandos, tener la fe para vernos como colaboradores, synergoûntes de Cristo. 2 Cor 6, 1 Los monjes y las monjas cistercienses son llamados por el Padre a seguir a Jesús en el camino del Evangelio, interpretado por la Regla de san Benito y la tradición de Císter. Cada persona, según la Gracia recibida en el Espíritu, se deja formar por el Amor de las Tres Personas de la Trinidad en una Comunidad que Dios ha reunido para hacerse presente en ella de forma particular. El proceso formativo de la persona tiene como meta la transfiguración progresiva en Cristo. Cada monasterio, cual Escuela al servicio de Jesucristo, está llamada a conservar y transmitir el Patrimonio y el genuino carisma cisterciense a quienes entran en ella. Ha de adaptarse a cada uno, RB, 2, 31 prestar atención a las inspiraciones que tenga del Espíritu, y a su necesidad de curación espiritual. Ratio Institutionis, 1990
    Tengo plena conciencia de que es a ti, Dios Padre, a quien debo ofrecer la obra principal de mi vida, de tal suerte que todos mis pensamientos, palabras y acciones hablen de ti. Y el mayor premio que puede reportarme esta facultad de hablar, que me has concedido, es el de servirte predicándote a ti y mostrando al mundo que tú eres el Padre del Dios Hijo Unigénito. Es necesario que invoque el auxilio de tu Amor, para que hinches con el soplo de tu Espíritu las velas de mi fe y confesión, extendidas para ir hacia ti, y me impulsen por el camino de este anuncio. Soy pobre, remedia mi indigencia. Pongo mi esfuerzo tenaz en penetrar las palabras de tus profetas y apóstoles y llamo con insistencia para que se me abran las puertas de la inteligencia de tus Misterios. Pero el darnos lo que pedimos, el hacerte encontradizo cuando te buscamos, y el abrir cuando llamamos, depende sólo de ti. San Hilario de Poitiers, De Trinitate. Obispo y doctor de la Iglesia, difundió el monacato. +367 
    Es obvio que debemos deponer el miedo de que se nos impongan criterios o formas de ser propias de los formadores. Pero, por más esfuerzo de sinergía que hagan los educadores por ser como Jesús Único Maestro para eliminar toda tendencia a la asimilación y respetar los procesos de personalización; conservarán su personalidad estructurada como la conservará el formando. La educación nunca es neutral, toma partido por una u otra cosa pues la historia y los valores no son neutros. Cada persona está condicionada pero no determinada. Es libre ante sus padres, culturas, políticos y profesores. Ningún formador es su fabricante o dueño que lo pudiera programar o diseñar a su antojo. Cada uno toma sus decisiones en el contexto social en que le toca existir. Los buenos educadores, deben ser muchos para alentar el copensar y evitar unilateralidades malsanas; indiferentes a los aplausos y abucheos, Serm. Var., 83 por frustrar las influencias negativas y resaltar las positivas, saben sacar fuera del nido al formando pichón, cuando es el momento, para que cada uno vuele hacia los Tres en comunión con la Iglesia Universal.
    La formación cambia sin cesar. La del siglo XII que dejaba fascinados a algunos estudiantes de París cuando en 1140 san Bernardo, en plena lucha con Abelardo, les ofrecía sabiduría y felicidad no por la razón y la lógica, sino por el amor; sufrirá una modificación radical en el siglo XIII, debido a las universidades y a los mendicantes. Esteban Lexington se dará cuenta de la ignorancia que reinaba en varias abadías y recibirá del papa Inocencio IV en 1245, la orden de fundar el Collegium o Studium en París, lo que le costará que el Capítulo General lo deponga al morir el papa. Al producirse el fin de la prosperidad; entre 1250 y 1300 se fundaron 50 monasterios, durante la primera mitad del siglo XIV sólo 10, y en la segunda mitad bajó a 5. La nueva espiritualidad laical o Devotio moderna de Kempis no pudo ser digerida. La Ratio Studiorum de 1958 no es como la Ratio Institutionis de 1990, que clama por una nueva pues tiene más de 25 años ya que comenzó a formarse a partir de la Comisión de Formación de 1968. La educación de los años 1950 a 1965, hasta el Vaticano II, era muy distinta de la nuestra, el estilo era de los últimos 450 años influenciados por La Trapa del S XVII. 
    Algunos monasterios no tenían programas integrales para el candidato que entraba, sea como corista o hermano lego, salvo lo relativo a la formación sacerdotal, calcada de los diocesanos. Los Usos regulaban todas las observancias en un clima de total silencio y oración continua sin casi referencias al monacato primitivo y la belleza del Patrimonio benedictino cisterciense. Había monjes que experimentaban estrés emocional, y la complejidad de los conflictos psíquicos desconcertaba a los formadores, de ahí la explosión de la psicología que hoy nos mantiene algo más integrados con la espiritualidad. Agradezco la formación benedictina trapense y tomista tridentina que recibí en Spencer y Azul 1960-1965. Se debió en parte a los abades Gabriel Sortais, Los trapenses creen en la formación y la observancia, en especial, la clausura, el silencio, la ascesis y la obediencia, Conferencias sobre el abadiato Edmund Futterer y Thomas Keating, a los nuevos profesores que venían de Monte Cistello, que en 1959 tenía 75 monjes estudiando en diversas universidades de Roma, y a las dos Facultades donde tomé cursos. Cortar, sin  distinguir uniendo, el claustro monástico del universitario es fatal.
    La configuración con Cristo monje toma el tinte de los siglos, en estudio integrado con la contemplación y el trabajo. El discernimiento de los formadores y formandos estará en recrear el Rostro de Nueva Evangelización que nos toca a nosotros en este segundo decenio del S XXI, y así en nuestras acciones no haya ninguna discordia, sino que vivamos una misma caridad, una misma Regla y similares costumbres. Esteban Harding, Carta Primitiva de la Caridad, 1112-1114

No hay comentarios:

Publicar un comentario