martes, 15 de enero de 2013


147. Los estudios en el monacato: Jn 1, 1-5 y 21, 24-25


    En el Principio ya existía el Logos, y el Logos se dirigía hacia Dios y lo que Dios era también lo era el Logos. Ya en el principio él se dirigía hacia Dios. Todo fue hecho por él, y sin él no se hizo nada de cuanto fue hecho. Jesús hizo muchas otras cosas, si se las escribiera una por una, pienso que ni todo el cosmos bastaría para contener los libros que se escribirían. Biblía Juan empieza con el Silencio del Padre donde está el Verbo por quien todo fue creado, y termina con una Biblioteca infinita donde está escrito todo lo que hizo Jesús, para ser leído en el Espíritu.
    La actitud del monacato ante la relación de la mística del Orar Leer Trabajar; la Liturgia, la Lectio, la Labor, y el estudio ya desde los inicios del monacato, con enormes desavenencias y complementariedades entre doctos y rústicos; ha sido muy dispar y lo sigue siendo. El recordado monje benedictino Jean Leclercq dio en San Anselmo de Roma, en el invierno 1955-1956, una serie de clases que se transformaron en L’amour des Lettres et le désir de Dieu, uno de los libros de mayor influencia en mi vivencia monástica. Un Ensayo que sigue siendo actual, y se hace más álgido y controvertido ante los desafíos de la formación inicial y permanente en el S XXI.
    Dejando de lado los talentos e inclinaciones personales, que se deben respetar; siempre habrá monjas y monjes a quienes les gusta estudiar y otros que prefieren sólo lo necesario y hasta casi nada; vayamos al planteo de fondo. La cultura monástica se constituyó por grupos pequeños, apoyados por otros con diferentes servicios, que en sus monasterios, influenciados por el medio ambiente, se dedicaron con entusiasmo a los estudios sagrados y profanos, integrándolos en el culto y las artes, con un marcado sentido apocalíptico y espiritual.
    En lo relativo a los estudios sagrados, Biblia, Tradición Patrística y Magisterio, junto a las consideraciones de las monjas y monjes teólogos o místicos; hay un consenso, estos estudios no pueden ser soslayados, con mayor o menor intensidad, por nadie. Muchos le agregaron algo de humanismo y filosofía clásica. El monje se injerta en una tradición de siglos y milenios. El théatron humano y monástico comenzó antes de que él entrara en escena y pronto tendrá que dejar el escenario con su muerte. Deberá aprender la partitura en la fugacidad del antes y después de su profesión solemne, ya que nuestros años se acaban como un suspiro, pasan pronto y nos vamos. Sal 90
    La cuestión cambia si pasamos a las filosofías, ciencias y artes, o como se llamaban estudios liberales. Unos estaban impregnados de ellas y las tenían en gran estima, otros poseían un conocimiento superficial o sentían abierta aversión; pues Séneca o Cicerón podía sacarlos de la amistad con Cristo. Por desgracia no faltaron ignorantes que llegaron a quemar joyas de la literatura universal, o las relegaron al Index de los libros prohibidos, donde se disolvían en descuido y humedad. No obstante, el consenso fue que, a veces con dificultades, los pequeños grupos que deseaban seguir uniendo fe y razón, Verbo en el seno del Padre; con su encartación en lenguaje hecho innumerables libros repletos de Semillas del Verbo, lógois o verbos de la Theoría fysiké, contemplación de la creación; eran venerados cual maestros, o tolerados en sus estrambóticas investigaciones; como hoy pasa con la Informática, desconfianza o auténtica admiración con discernimiento.
    La vida bucólica del monje campesino arando el campo en un amanecer de película; o de la monja detrás de bellos borregos pastoreando por el paraíso perdido, ambos despreocupados del mundo, atrae a algunos. Y no está mal, quitado lo irreal del idealismo. He trabajado años en el campo y en los bosques abriendo la tierra con las manos congeladas entre la nieve y reforestando con las manos llagadas entre las lluvias de otoño y el sol calcinante del verano. He sentido el vértigo de catalogar miles de documentos, libros y CD's; y el parto que implica escribir. Todo trabajo pide vencer gigantescas resistencias y penetrar en el Misterio Pascual del sufrimiento y la alegría en Cristo. Todos tenemos la misma dignidad, cualquiera sea nuestro servicio. Necesitamos de lo agropecuario y forestal si, allí donde vivimos, es todavía posible. Lástima que ciertos agricultores, ganaderos y encargados de bosques teman a la monja estudiosa que corre peligro de perder su vocación entre los libros; cual si el cuidado de milpas, puercos y pinos la asegurara.
    Lo concreto es que hoy es imposible que un monasterio funcione sin sabios que nos enseñen, prudentes que nos gobiernen, santos que oren por nosotros, trabajadores que nos mantengan y cualquier otra clase de profesionistas especializados que nos configuren con ciencia arte y fe, a Jesús en el Tabor y en su Ascensión. Sin intelectuales educadores y formadores de la Transfiguración monástica con una visión integral del mundo, y sin investigadores que pongan en práctica una actualizada Ratio Institutionis et Studiorum en la nueva cultura globalocalizada en que ya existimos; la vida monástica se amustia o desaparece. Terminemos con los enfrentamientos de los monjes del desierto enemigos de la filosofía griega con Evagrio Póntico en el S IV, los de Bernardo con Abelardo en el S XII, y los de Mabillon, Traité des études monastiques, 1691 con De Rancé,  Réponse en el S XVII. Inclúyanse en paz los rústicos y los doctos, ambos nos necesitamos y formamos parte orgánica de un Todo armónico.
    Y para no entristecer a los débiles con exageraciones o hipérboles pedagógicas, tan amadas por nuestros Padres y Madres monásticos, concluyamos con el humor medieval ante el monje que no quiere saber nada de la Biblioteca infinita. Dice el abad, hijo mío, inclina tu cabeza al estudio. Dice el diablo, no la inclinará jamás si no rompe mis ligaduras de la dejadez. Responde el abad, Santo Dios, haz que no perezca este profeso y líbralo de las ataduras diabólicas de la desidia. Declara Dios, libero ya al cautivo y se enamorará del estudio, pero a ti te tocará formar a este monje negligente en la adquisición de la Verdad de su vocación monástica. Concluye el monje, que me corten la cabeza antes que doblarla otra vez ante el esnobismo de más y más libros.     

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