lunes, 29 de octubre de 2012


127. El Pozo de Agua Viva que convierte la desertificación espiritual en Jardín: Jn 4, 1-42



    Jesús le dijo a la samaritana, quien beba del agua que yo le daré nunca más volverá a tener sed. No hay ser humano que en su vida, igual que la mujer de Samaría, no se encuentre junto a un pozo con un cántaro vacío, con la esperanza de saciar el deseo más profundo de su corazón, aquel que sólo puede dar significado pleno a su existencia. Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del hombre en esta desertificación espiritual por la que pasamos. Debemos discernir para evitar aguas contaminadas, distinguir verdad y error. Es urgente buscar bien, para no caer en ilusiones que puedan llevarnos al atarantamiento, a la extorsión del Espíritu donde se da esto a cambio de aquello, a una kermesse timbera de intermitentes desengaños.
   Como Jesús, en el pozo de Sicar, el Mensaje al Pueblo de Dios del Sínodo para la Nueva Evangelización siente el impulso de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente a la Fuente de Agua Viva en su caminar, de modo que puedan encontrarlo, porque sólo su Espíritu del Padre, es el Agua Infinita que da la Vida la Verdad y el Amor. Sólo Jesús es capaz de leer hasta lo más profundo de nuestro corazón y desvelarnos el Misterio de nuestra más profunda identidad en comunión con los Tres.
    Me ha dicho todo lo que he hecho, cuenta la mujer a sus vecinos. A la que une el interrogante que abre a la fe, puede que Él sea el Cristo, y entonces los habitantes de Sicar salieron al encuentro de Jesús. Se muestra bien que quien ha recibido la vida nueva del contacto con Cristo, a su vez no puede hacer menos que convertirse en anunciador de esperanza para los demás. La pecadora convertida se convierte en mensajera de salvación y conduce a toda la ciudad hacia Jesús. De la acogida del testimonio la gente pasa a la experiencia del encuentro. Ya no creemos por lo que tú has dicho, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es el Salvador del mundo.
    Subrayemos tres líneas que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al Bautismo, a la Confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la Penitencia. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental de conversión. Los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos, ellos hablan con el ejemplo de la vida y con obras inesperadas.
    En segundo lugar, la nueva evangelización está conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. Existen muchos lugares en África, Asía y Oceanía en donde los habitantes, a veces sin ser del todo conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos.
    Un tercer aspecto son las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. Merecen una atención particular para que encuentren de nuevo al Mesías, redescubran el gozo de la fe, y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales se intentarán métodos nuevos con gran creatividad.
     El Misterio del Reino en la Iglesia no depende, en exclusiva, de las estadísticas, pero éstas son un elemento importante que siempre debe ser tenido en cuenta. Los católicos somos mil millones doscientos mil, el 17 % de la población mundial. Los obispos son 5.100, los presbíteros 412.000, los diáconos permanentes 40.000. Los religiosos 55.000, las religiosas 722.000. Los hombres en las Institutos seculares 750, las mujeres 26.000. Los misioneros laicos 340.000 y los catequistas 3 millones. O sea los clérigos somos 457.100, los consagrados 803.750, y juntos 1.260.850. Nada casi en comparación con los mil millones docientos mil católicos laicos. Si los laicos no despiertan estará en riesgo la nueva evangelización.
    La misión de la Iglesia no se dirige a un territorio en concreto, sino que sale al encuentro de los pliegues más oscuros de nuestro corazón y del corazón de nuestros contemporáneos, para llevarlos al encuentro con el Eterno Viviente, en Pléroma de Humanidad y Divinidad, presente en su Iglesia. Las palabras de María, el primer ser humano en decirle Sí la Trinidad y en consecuencia Iglesia original y prototípica, engrandece mi alma al Señor, porque ha hecho en mí grandes cosas, Lc 1, 46-55 son también las nuestras. Dios ha hecho grandes cosas por su Iglesia, a través de los siglos en las diversas naciones del mundo. No dejará de mirar nuestra pobreza para desplegar la potencia de su brazo incluso en nuestros días.
    Este camino podrá parecer una ruta por un desierto calcinado. Sabemos que tenemos que recorrerlo llevando con nosotros lo esencial, el Don de Dios que es el Padre de la Vida, la cercanía de Jesús con la Verdad de su Palabra en la Biblia y el Pan eucarístico que nos alimenta, el Amor de la Energía del Espíritu, la fraternidad de la comunión eclesial y la clave del servicio mutuo. Es el Agua del Pozo Trinitario la que hace florecer el desierto. En la noche del desierto las estrellas se hacen más brillantes, así resplandece con más vigor María, la Estrella que nos ayuda a dar a luz al Hombre Dios, el Único que puede llenar nuestros cántaros vacíos de humanismo, con cuidado de la salud física integral, madurez psicoafectiva, sanas relaciones interpersonales, conciencia crítica del mundo actual; espiritualidad para copensar con Jesús en medio; estudio sistemático teológico filosófico científico y artístico; y pastoral pronosticada y programada. Aparecida, 280

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