123. La alegría de anunciar el Evangelio a toda la creación: Mc 16, 14-18
Vayan por todo el mundo, anuncien el
Evangelio a toda creatura. En estos últimos decenios aumentó la desertificación espiritual. Recuerdo
bien la experiencia de vacío que se daba a mi alrededor por los años 70 en la
provincia de Buenos Aires. Eso me llevó, entre otras cosas a escribir más sobre
la Recuperación de la teología de la vida espiritual y sostener un Instituto de espiritualidad. Ya en el
Concilio se percibió, por las tragedias de lo que vivíamos, lo que podía
significar una vida y un mundo sin la Trinidad, sin Cristo y su misterio
pascual. Hoy lo vemos cada día pues el vacío se ha difundido mucho más. Pero a
partir de la experiencia de este vacío,
según diría Hildegarda, es cómo podemos descubrir la alegría de tener fe, y su
importancia vital para todo ser humano. En la asfixia del vacío se redescubre
el valor de la evangelización. En el desierto se necesitan sobre todo personas
de fe que anuncien el camino hacia los oasis de la Tierra Prometida y mantengan
viva la Esperanza. El Evangelio abre el corazón a la Gracia que libera del
pesimismo y la depresión, uno de los flagelos a la salud según la Organización Mundial de la Salud, en México afecta al 30% de la población. En
marcha pues con el Evangelio, por los patidifusos vacíos del mundo actual.
La palabra Evangelio aparece en Homero
autor de la Ilíada y la Odisea, S VIII aC
como un anuncio de victoria, de bien, de alegría, de felicidad. Asimismo en el Deuteroisaías, 40,9 como una voz que anuncia la alegría que
viene de Dios, que hace comprender que Dios no ha olvidado a su pueblo, que si
en apariencia casi se había retirado de la historia, está aquí bien presente. Y
Dios tiene poder, da alegría, renueva la historia de la vida, la verdad y el
amor. En este contexto de la evangelización, aparecen las palabras, justicia, paz y salvación. Jesús las
retoma de Isaías en Nazaret, cuando habla de ese Evangelio que Él lleva ahora a
los marginados, a los encarcelados, a los que sufren y a los pobres.
Además es importante el uso de la palabra
que hizo el Imperio Romano, empezando por Augusto, donde Evangelio indica un
mensaje que viene del César. Mensaje positivo, renovador del mundo con
salvación y salud. Lucas relaciona el censo del emperador Augusto con el Niño
nacido en Belén. El Ángel dirá que el Evangelio es la palabra del Emperador del
mundo. Dios se ha hecho oír, habla con nosotros. Este hecho es liberación,
porque el gran sufrimiento del hombre entonces como ahora, es este, detrás del
silencio del universo, detrás de las nebulosidades de la historia existe un
Dios o no existe y, si existe este Dios, nos conoce, tiene algo que ver con
nosotros y conmigo o no.
Si este Dios es Bueno, entonces la realidad
del bien tendrá poder en este mundo o no. Muchos se preguntan si Dios es una
hipótesis posible o no; si es una Realidad o no, y por qué no se hace oír y sentir.
Evangelio quiere decir que Dios ha roto su silencio, existe y habla. Dios nos
conoce, nos ama, ha entrado en nuestra historia. Jesús es su Palabra, Dios con
nosotros, Dios que nos enseña, que nos acaricia, que sufre con nosotros hasta compartir nuestra muerte y resucita, eso es Evangelio. Dios ya no es el gran desconocido, sino
que se ha Revelado sin dejar de seguir Velado.
La cuestión para nosotros es, Dios ha hablado, ha roto el
gran silencio, se ha mostrado, pero cómo podemos hacer llegar esta realidad al
hombre de hoy para que se transforme en salvación. Cómo puede saberlo el hombre.
Sólo por el Espíritu que está en nosotros y con nosotros, pues nosotros no
podemos hacer la Iglesia, podemos sólo dar a conocer lo que Él ha hecho. La
Iglesia no empieza con el hacer nuestro, sino con el hacer y el hablar de Dios.
Los Apóstoles no dijeron, después de algunas reuniones, vamos a fundar una
Iglesia, y con una Constituyente elaboraron una Constitución. Nunca les pasó
eso por la cabeza. Oraron y esperaron, porque sabían que sólo la Trinidad puede
crear su Iglesia, que Dios es el primer agente, si Él no obra lo nuestro es
insuficiente.
Sólo el impulso que proviene de Jesús hace
posible nuestro caminar, nuestro cooperar, que es coadyuvar, no una operación
nuestra. Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera,
el Dinamismo viene del Espíritu Santo y sólo si imploramos esta iniciativa
divina, podremos también ser evangelizadores con Él y en Él. Dios es el
principio, sólo Él puede producir Pentecostés y fundar la Iglesia. Ningún ser
humano puede establecer al Pueblo de Dios, sin olvidar que Cristo único principio,
también quiere nuestra libre participación, que incluye en su Totalidad.
Por eso nuestras obras son teándricas,
hacen florecer y fructificar la desertificación
espiritual, y llenan de agua Viva todo vacío
diabólico. Nuestras obras están hechas por Dios con nuestra pequeña
colaboración humana. Con esta fe en la Energía Infinita del Espíritu no hay
lugar para depresiones pastorales o misionales; y no hay quien, sea clérigo consagrado o
laico, desde el Cenáculo de la Eucaristía y de la Virgen de Pentecostés, pueda
pretextar no poder llevar el gozo de la Nueva Evangelización del Resucitado a la Totalidad de la creación.
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