jueves, 15 de marzo de 2012

80. Cuarto aspecto de la Nueva Era, su totalidad no es la Unitotalidad de Cristo: Col 1, 15-20


    Jesús es el Primogénito de toda la creación, y la Cabeza de la Iglesia. El Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea el Primero en la Totalidad. Pues Dios quiso que en Cristo habitara el Pléroma Total, y por Él reconciliar la Totalidad hacia Él. Esta visión de la Revelación pone en comunión la Totalidad en Cristo, pero nunca la fusiona. En cambio la preocupación central de la Nueva Era es la búsqueda de la totalidad fusionada. Invita a superar todas las formas de dualismo, divisiones insalubres del pasado no iluminado. Las distinciones que se deben superar, incluyen la diferencia real entre el Creador y la creación, la distinción real entre el hombre y la naturaleza y entre el espíritu y la materia. Se supone que esos dualismos están basados en el judeocristianismo, cuando debemos vincularlas al gnosticismo y maniqueísmo. A la revolución científica y al racionalismo moderno se los considera culpables de la tendencia al fragmentacionalismo que considera las unidades orgánicas como mecanismos reducibles a sus componentes; así como a reducir el espíritu a lo mecánico, de manera que la realidad psicológica, se convierte en mero epifenómeno contingente de procesos mecanicistas. El holismo organicista impregna la New Age desde su interés por la salud holística hasta la búsqueda de la conciencia unitiva, y desde la sensibilidad ecológica hasta la idea de un entramado cósmico global.
    Tanto la tradición cristiana, como la creencia secularista en el progreso ilimitado de la ciencia, tuvieron que hacer frente a la grave ruptura manifestada en las revueltas estudiantiles de 1968. La sabiduría de las viejas generaciones se quedó sin significado y sin respeto, mientras se desvanecía la omnipotencia de la ciencia, de manera que la Iglesia ahora tiene que enfrentarse a una grave crisis en la transmisión de su fe a los jóvenes. La pérdida de confianza en estos antiguos pilares de la conciencia y de la cohesión social ha ido acompañada por un retorno inesperado de la religiosidad cósmica, de rituales y creencias que se pensaban ya superados por el cristianismo. Sólo que este esoterismo nunca se había extinguido. Lo nuevo en occidente fue el auge de las religiones asiáticas, bajo la influencia teosófica, que refleja la creciente conciencia de un espiritualismo global que incorpora en sincretismo, todas las tradiciones religiosas existentes.
    La cuestión filosófica de la unidad y la multiplicidad tiene su forma contemporánea en la tentación no sólo de superar una separación indebida, sino incluso también la diferencia y la distinción reales. Su expresión más común es el holismo, ingrediente esencial de la Nueva Era. Se han invertido grandes energías en el esfuerzo por superar la división en compartimentos estancos característica de la ideología mecanicista, pero esto ha provocado el sometimiento a un entramado global que adquiere una autoridad cuasi trascendental. Sus implicaciones más obvias son el proceso de transformación consciente y el desarrollo del ecologicismo. La nueva meta de la transformación consciente, ha tardado en formularse y su puesta en práctica se ve obstaculizada por formas de pensamiento más antiguas, a las que se considera atrincheradas en el statu quo. En cambio, ha tenido un enorme éxito la generalización de la ecología como fascinación por la naturaleza y resacralización de la Madre Tierra o Gaia, gracias al celo misionero característico de los piense en verde. La raza humana es el agente ejecutivo de la Tierra, y la armonía y comprensión que se requieren para un gobierno responsable se va entendiendo de manera progresiva como un gobierno global, con una estructura ética global. Consideran que el calor de la Madre Tierra, cuya divinidad penetra toda la creación, colma el dualismo entre la creación finita y el Dios Padre Infinito y Trascendente del judeocristianismo.
    En esta visión de un universo cerrado, que contiene a  Dios y a otros seres espirituales junto con nosotros, se descubre un panenteísmo asfixiante. Es éste un punto fundamental que impregna el pensar y el actuar de la New Age y que condiciona cualquier otra valoración positiva de tal o cual aspecto de su espiritualidad. Como cristianos creemos, por el contrario, que los ángeles, los hombres y las cosas son criaturas y así permanecerán siempre, de tal forma que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino de Cristo, ni de la creación en el Creador.
    Cuando los cristianos hablamos de Unitotalidad, no dualidad o comunión cosmoteándrica de aparentes opuestos jamás pensamos en confusión ni mezcla de seres distintos pero inseparables por Proyecto y Amor de Dios. Lo hacemos en analogía con la unión de las dos naturalezas, humana y divina, en la Encarnación Pascual Trinitaria de la Persona del Verbo. Sabemos que todos los seres son diferentes pero inseparables por creación, redención y glorificación en el Resucitado, Fuente, Camino y Meta que reconcilia, apokatallásso la Totalidad.

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