viernes, 3 de febrero de 2012

69. Jesús, la llegada del Reino por la violencia, y el Padrenuestro: Mc 1, 14-15


    Jesús proclama que la liberación de Dios en el tiempo, kairós ha llegado a su plenitud. El Reino de Dios se acerca. Conviértanse, metanoeîte y tengan fe, pisteúte en el Evangelio. En esta irrupción del Reino con Jesús, junto a que los violentos lo establecen, Mt 11, 12 y la oración del Padrenuestro, se nos muestra el cuarto Camino  que nos propone Cristo. Su Reino, es  el resumen del Evangelio; la energía para atraerlo, el corazón de la Biblia pues es el mismo Resucitado la Única Palabra ante todo; y el Padrenuestro la más perfecta de las oraciones. Nos revelan los grandes valores de Jesús a poner en práctica.
    Las tres primeras peticiones lo miran al Padre, su Nombre, su Reino, su Voluntad. Las cuatro segundas miran nuestro Camino hacia Él, danos el Pan, perdónanos, no nos dejes en la tentación y líbranos del Mal. Luego de la elevación inicial a nuestro Padre Bueno que está, en su Infinito Amor Creativo en el Cielo, más allá de todo lo que podamos pensar o hablar, para que nosotros peregrinando por la Tierra nos hagamos ciudadanos del Mundo a Porvenir; viene la primera petición, que su Nombre sea santificado, a saber, sea estimado y reconocido como el Único Santo y Bueno que nos compromete en su Proyecto dramático de liberar cual Anti-mal a toda la humanidad y el cosmos. De ahí la segunda y la tercera petición, venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad que consiste en que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad en el Espíritu. Ese Reino que se aproxima en el mismo Verbo encarnado, se anuncia a través de toda la Biblia, y llega en su muerte y resurrección. Adviene en cada Eucaristía. Ya está operante en inicio y semilla en la Iglesia y el Mundo y llegará a su plenitud cuando Él vuelva y transfigure a todos sus santos y parte o todo el universo. Por un lado el Reino ha llegado, por otro hay que edificarlo hasta utilizar la violencia no violenta del empuje y la resistencia que son más fuertes que la agresión, y por fin no puede ser construido por manos humanas sino orando.
    El Reino es un Misterio  inefable con mucho velado y algo revelado. Y entre lo velado y lo revelado hay una conección, sino sería incognoscible. El Reino es el Padre, enviando a su Verbo y su Espíritu, para la liberación de cada hombre, de todas las naciones y de toda la naturaleza. No lo podemos reducir al Mundo o a la Iglesia, pero es inseparable de ellos. Hay signos de su presencia. Fe en la Trinidad y en su Reino, el gozo paradójico de la Bienaventuranzas, amor y perdón mutuo como Jesús nos ama y nos perdona, evangelización de los pobres, conocimiento del Proyecto del Padre, morir mártires por la fe la esperanza o el amor de Dios, acceso de todos a los bienes de la creación, aceptación de nuestras diferencias en pluriformidad y comunión para la misión evangelizadora, lucha sin violencia por la justicia social, oración del Padrenuestro y la Vida Eterna. Aparecida, 383
    El Reino nos llega por iluminación sobrenatural. No se revela a los sabios y prudentes en cientificismos sino a los pequeños y humildes en espiritualidad. Lc 10, 21 Es el Paso a la Quinta Dimensión, más allá de las cuatro de Einstein. Es el Salto a la justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Rom 14, 17 Es el cruce a la otra orilla del combate decisivo, con muchas tribulaciones, Hech 14, 22 entre el pecado y la Gracia. Sin dualismos, debemos discernir entre la edificación del Reino, la construcción de la Iglesia, y la promoción de la cultura del Mundo; realidades entrelazadas pero nunca mezcladas. El Reino en definitiva, sólo adviene por la Acción de la Trinidad, a la que nada agregamos, salvo ser sus signos e instrumentos.
    No puede ser construido de manera humana, ni producirse a partir de sociedades ya existentes por mucho que progresen. No hay líder alguno, ni el Papa, que sea capaz de instaurarlo, aunque sí promoverlo, pues sólo Dios puede establecer su Reino cuando hayan llegado las Bodas del Cordero con la Jerusalén Celestial. Ap 19-21 Creemos que el Reino de Dios, que ha tenido en la Iglesia de Cristo sus comienzos aquí en la Tierra, no es de este mundo, cuya figura pasa, y también que sus crecimientos propios no pueden juzgarse idénticos al progreso de la cultura de la humanidad o de las ciencias o de las artes técnicas, sino que consiste en que se conozcan cada vez con mayor profundidad las riquezas insondables de Cristo, en que se ponga cada vez con mayor constancia las esperanza en los Bienes Eternos, en que la gracia y la santidad se difundan con más abundancia entre los hombres. Pero con el mismo amor es impulsada la Iglesia para interesarse también por el verdadero bien temporal de los hombres y fomenten el desarrollo de la propia ciudad humana, promuevan la justicia, la paz y la concordia fraterna entre todos los seres humanos y presten ayuda a sus hermanos, sobre todo a los más pobres y a los más infelices. Pero jamás debe interpretarse esta solicitud como si la iglesia se acomodase a las cosas de este mundo o se refriase el ardor con que ella espera a su Señor y el Reino Eterno. Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30/VI/1968
    El Reino no puede ser comprado ni merecido, sólo es un regalo inesperado de Fe y Liberación que nadie me impone sino que se desencadena en todo mi ser, cuando la Infinita Energía de Dios mueve mi libertad haciéndome libre. El Reino es nuestra Ilusión verdadera, más allá de todas las falsas ilusiones. Cuando la Ilusión se pierde, la vida se desorienta, se exprime, se deprime y, de diversas formas, se apaga. La Ilusión otorga el poder a la vida para que ésta se desarrolle, se eleve y trasponga más arriba y más allá de las vacuas apariencias del error, del sinsentido, para no morir del todo. Pedro Ortega Campos, Notas para una filosofía de la ilusión
    El Reino ya está cerca, entre y dentro de nosotros, en nuestras manos, requiere de nuestra violencia y oración. No hay catástrofe que pueda impedir su venida, pues la Fe y la Liberación son Dones y Misterios de Dios por los cuales Él nos da la gracia de la conversión, o transmentalización de nuestra mente en la Suya, para creer que la Vida triunfará sobre la muerte, la Verdad sobre la mentira y el Amor sobre el odio. El Reino es el Lugar sin lugar, Topos utópico, en que los seres humanos sabemos dónde, cuándo y cómo es posible transfigurar el drama de nuestra vida y del mundo en  la Teodramática del Eterno Viviente.     

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