sábado, 11 de febrero de 2012

70. El quinto Caminopermanecer en Jesús: Jn 15, 1-11 y 16, 5-11



    El que permanece, ménon  en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. El Paráclito los convencerá de que el pecado está en no creer en mí. Permanencia, estabilidad, fidelidad son términos bíblicos parecidos que se refieren en primer lugar a Dios mismo, ya que el hombre es constante movimiento, inestabilidad e infidelidad, por naturaleza y pecado. Sólo Dios, su Vida su Palabra y su Amor, permanecen para siempre, él es la Roca donde podemos fundamentar nuestra casa, la Vid de la que nunca debemos separarnos, Cristo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Heb 13, 8 Es una muy peligrosa y falsa ilusión pensar que nosotros podemos permanecer en Jesús. Tan grande que sólo el Espíritu llamado a nuestro lado, nuestro Abogado Defensor y Consolador, puede convencernos del pecado por antonomasia, que consiste en no creer en Jesús, en no permanecer en Él sin quien nada podemos hacer. Pecado que, destruyendo toda vida espiritual al cerrar la Puerta de la fe en el Único Salvador del mundo, está al acecho cual fiera que nos codicia y a la que tenemos que dominar con el dinamismo del Espíritu. Gen 4, 7  
    En cada uno de nosotros el Doble nos atenaza. Luchan Herodes y los Magos por matar o salvar a Jesús; Judas y Juan por traicionar o ser fiel a Jesús; Pilato y Nicodemo, por liberar o condenar a Jesús. Somos los mismos que profesamos morir por él y lo abandonamos en su angustia de Getsemaní; el Cristo y el anticristo que llevamos en nuestro interior. Sólo si la Unción del Mesías permanece en nosotros, 1 Jn 2, 27, si nos liberamos del pecado, con la reconciliación; si nos alimentamos con su carne y su sangre en la Eucaristía; si guardamos su Palabra y su Amor, y la Trinidad nos inhabita, entraremos en su Reino inamovible. Heb 12  
    Permanecer en Jesús, es el quinto Camino que Él nos propone y realiza; después del Encuentro con él, Yo soy el Camino; nuestra apertura a las Tres Personas del Único Dios; nuestro abrazarnos con todos los ángeles, los hombres y el cosmos; y venga a nosotros tu Reino. El desafío de que podamos o no permanecer en él significa introducirnos en las tribulaciones, dificultades y enormes obstáculos que significa emprender el Camino de su seguimiento incondicional en el Reino, en la complejidad de su Iglesia y de su Mundo. Un maestro budista inició una conferencia en Berkeley preguntando a sus cientos de oyentes si alguien estaba en ese momento por comenzar alguna práctica espiritual. Varios levantaron la mano. Entonces les dijo, estupendo, les sugiero que se vuelvan a su casa y jamás se introduzcan en este difícil y terrible proceso. Es mucho más difícil de lo que se cree cuando se empieza, y es casi imposible detenerse después de iniciado. Por eso mi sugerencia es que no empiecen en absoluto. Pero si empiezan, el gran desafío será llegar hasta el Fin.
    San Bernardo nos habla de las vicisitudes o alternancias, sucesos opuestos y cambios repentinos, a que está sometida nuestra vida en el Espíritu, ya que Éste entra y sale sin cesar de las personas espirituales, visitándolas en el día y probándolas en la noche. Quien está conciente de esto se mantendrá en pie mientras el Espíritu lo sostenga, y se caerá cuando lo suelte, pero no se lastimará porque, aunque no lo sienta, lo seguirá sosteniendo de la mano. SCant, 17
    El que permanece en Mí. Aquí está la hondura de lo que Cristo quiere comunicarnos. Tenemos que desalojar nuestro falso yo, y dejar que Él sea nuestro Sí mismo, sin olvidar que nunca vamos hacia Jesús, ir por mi sola decisión, sino que venimos o volvemos por Gracia, porque Él nos llama y viene hacia nosotros, ven y sígueme, al Hogar del Resucitado en la Trinidad. El Lugar sin lugar donde somos lo que somos, hijos de Dios en el Hijo Unigénito. 
   Nos transfiguramos así, ya desde ahora, en una prolongación de su encarnación, crucifixión y resurrección; donde la Trinidad y el ser humano entran en insondable comunión, y somos invitados a participar en la exhalación y la inhalación continuas de Dios en Dios y de Dios hacia toda la creación, rompiendo el Doble malsano y haciéndonos una sola cosa con la Vid, sin dejar de ser ramas. No como 1+1=2, Dios más yo, pues allí sigue la separación; ni como 1=1, Dios igual a yo, pues eso sería fusión, confusión y desaparición; sino 1x1=1, Dios multiplicado por mi yo, donde se mantiene la diferencia en la infinita Unidad Trinitaria. La transformación será dolorosa y la tentación de separarnos fuertísima. Pero al permanecer en Jesús comenzamos a ver a Dios, no según nuestras proyecciones, liberándonos con su primera Palabra no te harás ninguna imagen de Mí, Ex 20, 4 sino tal cual Él es. Y al verlo a Él nos veremos a nosotros mismos, pues Él es el Misterio del hombre y del mundo. Y lo de santa Teresa se hará realidad,  búscate en Mí, y búscame en ti. Javier Melloni Ribas, El Cristo interior

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