martes, 1 de noviembre de 2011

45. La fe al encuentro en la verdad, la justicia y la paz, con todos los hombres: Heb 12, 1-4

 
    Tengamos los ojos fijos en Jesús, el que inicia y consuma nuestra fe. Jesús es para los ángeles, los seres humanos y el cosmos, por tanto la apertura de la Puerta de la fe, indisociable de la razón y en diálogo propositivo, va dirigida a todos, santos y pecadores, cristianos o no, creyentes o no creyentes, y en especial para los otros muy distintos de nosotros. Todavía siento las palabras en francés de Pablo VI a la ONU, que escuché por radio de rodillas el 04/X/1965: Soy portador de un mensaje para toda la humanidad. Estoy en camino desde hace muchos siglos, celebro el epílogo de una laboriosa peregrinación en busca de un coloquio con el mundo entero, desde que se nos ordenó, vayan y lleven la Buena Noticia a todas las naciones. Ustedes representan a todas las naciones, y son el camino obligado hacia la paz universal. Pensar que la fe es sólo para los católicos, es suicidarla. La fe, Paz contra toda violencia, habla con todos los hombres y es para todos los sectores de la humanidad.
    Benedicto en la II Jornada de Asís el 27/X/2011, sobre El diálogo y la oración por la paz y la justicia en el mundo, con el tema Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz, evocó que se pueden identificar dos tipos diferentes de nuevas formas de violencias opuestas por su motivación. Ante todo el terrorismo, en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques precisos que deben golpear al adversario, sin respeto por las vidas humanas inocentes que resultan mal heridas o asesinadas. El terrorismo a menudo por desgracia, es motivado por la religión que no está al servicio de la paz y llega a justificar la violencia.
    A partir de la Ilustración, 1688-1830 se ha sostenido que la religión es causa de violencia, y con eso se ha fomentado la hostilidad contra las religiones. Que la religión motive de hecho la violencia es algo que debe preocupar a los creyentes en profundidad. Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 dijeron, y nosotros lo repetimos con vigor, que esta no es la verdadera naturaleza de la religión. Es su deformación y contribuye a su destrucción. Aquí se coloca una tarea fundamental del diálogo interreligioso. También en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia, lo reconocemos llenos de vergüenza, y pedimos perdón por este uso abusivo de la fe cristiana, en contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos somos entre sí hermanos y formamos una única familia.
    Una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme tiene una motivación opuesta, es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de humanidad. El no a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que sólo se tomaba como norma a sí mismo. Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios.
    Junto a estas dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo, donde se expande el agnosticismo, otra orientación de fondo. Personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad y a Dios. Estos hombres no afirman que no Dios no existe. Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están en camino hacia él, cuya Imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda a veces oculta. Por eso en Asís hay representantes de este tercer grupo, que no sólo reúne a representantes de instituciones religiosas. Se trata de reunirnos, creyentes y no creyentes en camino hacia la verdad, con el compromiso por la dignidad del hombre, haciéndonos cargo en común de la causa de la paz, contra todo tipo de violencia.
    El Espíritu de Asís representa a millones de hombres y mujeres que participan en la promoción de la justicia y la paz. Es un signo de la amistad que ha florecido cual fruto de los esfuerzos de tantos pioneros en este tipo de diálogo. Fijos los ojos en Jesús, recordemos que Dios no es propiedad de los creyentes y nadie en su nombre puede sentirse autorizado a la violencia respecto a los demás. Trabajemos para que fraternidad universal siga creciendo entre los seguidores de las religiones del mundo, y entre los seres humanos que aunque no siguen tradición religiosa alguna, están a la búsqueda de la Verdad. Quien sospeche o haga de la fe católica una religión cerrada, que se lance a la Totalidad de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, impregnándose del espíritu del Vaticano, la ONU y Asís.

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