sábado, 19 de noviembre de 2011

50. Mariología y Teología de la Palabra profética: Jer 7, 21-27



    Este es el mandato que les di, escuchen mi voz, y Yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo. Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según la pertinacia de su corazón malo. Les envié a mis profetas, pero ellos no me escucharon. Jeremías, como otros muchos a través de la Biblia, nos reprocha que en vez de tener un corazón que escucha, Leb shoméa 1 Rey 3, 9 los designios de Dios, tenemos un corazón malo, Leb hará’ a la búsqueda de que las cosas nos salgan como deseamos y no según la voluntad del Padre, manifestada en su Palabra y a través de nuestra historia de salvación. 1 Mac 6, 8-17
    Es que existe una estrecha relación entre la Palabra del Señor, la fe, el pecado, y María Inmaculada modelo y arquetipo de la Iglesia; entre Verbum Domini, Porta fidei y la Mater Verbi Dei et Mater fidei, entre el Logos o Palabra de María y el Logos o Palabra de Dios. La soberbia, el pensar que yo puedo decidir cuáles son los caminos supremos de la verdad y de la ética, y no Dios, me lleva a la desobediencia de la fe, a no escuchar sus proyectos. Cuando el Padre nos revela su Misterio, que es Cristo y su Espíritu, por medio de los escritos proféticos hay que prestarle la obediencia, ob-audire de la fe, abrir el oído del corazón para escuchar su Plan y entregarnos con toda libertad a Él mismo que es el Amante, el Amado y el Amor. La respuesta del hombre a Dios que habla es la fe que adquiere la forma de un encuentro luminoso con Jesús resucitado, por el Espíritu que nos abre la inteligencia para comprender las Escrituras; que ahora la Iglesia, Cuerpo de Cristo en el tiempo, nos proclama al anunciarnos el Evangelio de la liberación. La fe nace de la escucha, y la escucha se realiza a través de la Palabra de Cristo. Pero no todos escuchamos la Buena Noticia, o la aceptamos en parte, la olvidamos o no la ponemos en práctica. Rom 10, 14-21 Es importante educarnos y formarnos para reconocer que la raíz del pecado está en la negativa a escuchar la Palabra del Señor quien por su perdón, nos libera del mal del pecado.
    Tenemos que renovar la fe de cada Comunidad eclesial en la Palabra de Dios y en la lectura cotidiana de la Biblia; y por eso hay que redescubrir ese ser humano donde la reciprocidad entre Palabra del Señor y fe han encontrado su plenitud, o sea la Inmaculada que cumplió a la perfección la vocación divina de toda la humanidad, y al estar exenta de pecado fue la Virgen oyente, la Mujer en total disposición, docibilidad y docilidad, a obedecer en fe la voluntad de Dios, y hacer de Jesús el cumplimiento de todo afán y de todo anhelo del corazón que escucha, y hace cosmos en la belleza de un mosaico todo lo caótico.
    Por la fe, María recibió la palabra anunciada por el Ángel y creyó que sería Madre de Dios. Al visitar a Isabel entonó el Magnificat, un entretejido de citas bíblicas, mostrando su compenetración con la Sagrada Escritura, Verbo encartado. Penetrada por la Palabra profética dio a luz a la Palabra hecha carne, y confiada en José la llevó a Egipto y a Nazaret. Siguió a Jesús en su predicación y permaneció junto a su Cruz. Saboreó el fruto de su Resurrección y, guardando el Memorial de sus palabras las transmitió a los discípulos, reunidos con ella en Pentecostés. Así es el paradigma de la Iglesia, en la actitud de escucha orante de la Palabra, como del compromiso en la misión de anunciarla a los Otros distintos.
    Supo bien que la madre y los hermanos de la Palabra encarnada son los que la escuchan y la practican. Lc 8, 19-21 y que en cierta manera todos los cristianos, que junto a ella, única Madre de Cristo según la carne; en la comunión de los santos rodeamos al Resucitado, podemos ser madres de Cristo según la fe, engendrándolo y entregándolo a los demás. Sábelo bien y ten por cierto hijo mío, el más pequeño, que yo soy la Perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive. Mucho quiero, mucho deseo que aquí me levanten mi Casita sagrada en donde mostraré a Jesús y lo ensalzaré al ponerlo de manifiesto. Lo daré a las personas, con todo mi amor, en mi mirada compasiva, en mi auxilio, en mi salvación. Porque soy la Madre de todos los seres humanos, y aquí escucharé su llanto y su tristeza, para remediar y curar sus penas, miserias y dolores. Anda al obispo de México y dile que yo te envío, hijo mío el menor, mi aliento, mi palabra. Anda, y haz lo que esté de tu parte. Tú eres mi embajador muy digno de confianza, y yo estoy aquí, que soy tu Madre. Tú estás bajo mi sombra y resguardo. Yo soy la fuente de tu alegría. Tú estás en el hueco de mi mano y en el cruce de mis brazos. No tienes necesidad de ninguna otra cosa. Nican mopohua, María de Guadalupe a san Juan Diego Cuauhtlatoatzin
    Sí, se pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas desde la creación del mundo. Lc 11, 49-50 La Inmaculada y la Iglesia profetizas pertenecen a la esencia del Misterio de la Totalidad de Cristo, pues el obrar de Dios en este mundo implica, desde nuestra pobreza limitación y vulnerabilidad, nuestra libre y gozosa cooperación como signos e instrumentos, para que por la fe conservemos, permanezcamos y cumplamos su Palabra cotidiana, leída meditada orada y contemplada en el Espíritu, y la refusionemos cual nuevos profetas bíblicos, en millones que esperan les abramos las Puertas del Reino manifestado en Jesús, Alegría del Mundo. Col 4, 3;  Lc 11, 20  

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