miércoles, 28 de noviembre de 2012


133. Preámbulos de la fe en la Nueva Evangelización: Mt 13, 53-58 y Jn 11, 43-48


    Y Jesús no pudo ejercer en Nazaret sus dinamismos milagrosos, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y estaba asombrado de su falta de fe. En Betania Jesús había revivido a Lázaro y muchos creyeron en Él. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, y no sólo a Jesús, porque muchos judíos se apartaban de ellos y tenían fe en Jesús, a causa del signo que había hecho con Lázaro. Los signos son necesarios y pueden llevar a la fe, pero sin la Gracia quedarían truncos, y aún unidos con ella no la imponen; no obstante, signos, Gracia y fe son indesligables. 
    La proclamación de la Buena Noticia en contextos culturales diferentes del mundo, marcado por procesos de globalización, relativismo y secularización, plantea varios desafíos a la Iglesia, a veces por una persecución religiosa abierta, otras veces por una indiferencia generalizada o ateísmo práctico, otras por injerencias, restricciones o acosos indebidos. El Evangelio ofrece una visión del ser humano y del mundo que no se puede imponer, sino solo proponer, cual mensaje de verdad y belleza que puede ayudar a las personas a salir del aislamiento y de la falta de sentido malsanos, a las cuales las condiciones de la sociedad postmoderna a menudo las relegan. De aquí que los creyentes deben esforzarse por mostrar al mundo el esplendor de una humanidad transfigurada por el Misterio de Cristo. La piedad popular es importante pero no suficiente. Hay que hacer más para ayudar a reconocer el deber de anunciar al mundo las razones de la fe cristiana y de proclamarla a los católicos alejados de la Iglesia, a los que no siguen a Cristo, a las sectas y a quienes viven experimentando con diferentes tipos de espiritualidades erróneas y fugaces.
    En estos contextos muchas dudas y obstáculos causan escepticismo e introducen nuevos paradigmas de pensamiento y de vida. Es de suma importancia para una Nueva Evangelización, destacar el papel de los preámbulos de la fe y los signos de credibilidad. Es necesario no solo mostrar que la fe no se opone a la razón, sino también el poner de relieve una serie de verdades y realidades que pertenecen a una antropología adecuada, iluminada por la razón natural. Entre estos, está el valor de la ley natural y las consecuencias para la sociedad en su conjunto. Las nociones de ley natural y de naturaleza humana, son capaces de demostraciones racionales, tanto a nivel académico como popular. Este hecho y el esfuerzo intelectual ayudarán al diálogo entre fieles cristianos y personas de buena voluntad, abriendo un camino para reconocer la existencia de un Dios Creador y el mensaje de Jesucristo Redentor.
    Los teólogos deben desarrollar una nueva apologética del pensar cristiano, una teología de la credibilidad adecuada para una nueva evangelización, donde fe y razón, Gracia y naturaleza, teología y ciencias no se excluyan. Es Dios quien por don se revela y crea en el hombre la capacidad de recibir su Palabra; pero es el hombre quien con libertad cree y entra en contacto viviente con la Trinidad revelada. Su decisión no puede ser arbitraria ni ciega, y debe explicarse a sí mismo porqué da el paso de la fe. En su motivo formal el acto de fe transciende la razón; pero en su carácter de opción libre debe caer dentro del control del hombre, que no puede menos de preguntarse por el porqué de sus propias decisiones. En el ejercicio de la libertad y de la fe, el hombre no puede renunciar a su razón.
    La expresión praeambula fidei aparece en el siglo XIII en la Escolástica y presenta un doble significado. Ante todo una serie de verdades metafísicas, la existencia de un Dios personal, Señor del universo y del hombre; la intelectualidad del ser humano como apertura al Absoluto, su capacidad para la verdad y su libertad; el valor de los principios fundamentales del ser y de la ética; el dramático enigma del mal y del bien; que la razón puede probar y que la revelación supone, no en el sentido de que el conocimiento natural de las mismas deba preceder a la fe, sino en el de que su negación implicaría la lógica falsedad de las doctrinas reveladas y los Misterios de la fe carecerían de inteligibilidad y serían inaccesibles al hombre. Además, con la expresión preámbulos de la fe se designa también el hecho de la revelación, en cuanto conocido por la razón a través de los signos externos de credibilidad; y el Vaticano I definió la posibilidad de probar el origen divino del cristianismo partiendo de tales signos; mostrando que la fe no es irracional. Juan Alfaro
    La revelación exige del hombre un sí pleno e irrevocable, que imprime a su existencia un sentido definitivo; en la actitud de la fe la libertad humana alcanza su máxima intensidad. El hombre no debe tomar ni mantener una decisión de tal gravedad, si no está cierto de su obligación de aceptar el mensaje cristiano como Palabra de Dios. Debe poder discernir si su obligación de creer es ilusoria, subjetivista o absurda. Si no se quiere caer en que la fe es una decisión atolondrada y confusa, hemos de reconocer el valor de los signos externos de credibilidad, como garantía de la obligación de creer. El cosmos y el hombre, Cristo y su Iglesia son los signos supremos de la revelación divina.
    El conocimiento correcto de esos signos de credibilidad es anterior al acto de fe, pues en ellos se funda la certeza del deber de creer. La fe presupone la persuasión de que se puede y se debe creer, sin que me precipite en creencias fanáticas fideístas o degradantes racionalistas. La retroalimentación y convergencia entre ciencias, artes, filosofías, teologías y fe, que nunca hubieran debido distanciarse, nos introducen en el gozo de la Unitotalidad Cosmoteándrica Trinitaria propia de la Nueva Evangelización.

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