viernes, 28 de septiembre de 2012

120. Las Asociaciones laicales para transmitir la fe: Hech 2, 42-47

    

    Eran perseverantes en la enseñanza de los apóstoles, en la koinonía, en la fracción del pan y en la oraciones. Unidos frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría, y el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse. La Revelación da, a través de esta descripción ennoblecedora y algo idealizada de Lucas, lo que es la esperanza ideal de una comunidad que, haciendo la mente común con la del Resucitado que está en medio por la espiritualidad de comunión, evangeliza transmitiendo la fe.         
    No se puede regalar lo que no se cree, espera y ama, con vitalidad alegre y creativa. No se puede entregar el Evangelio sin tener como base una vida que esté modelada por el Verdadero Rostro de Jesús, y que en esa Buena Noticia encuentre su sentido, su verdad y su futuro. Como para los primeros cristianos, también para nosotros hoy se trata de la comunión vivida con el Padre, en Cristo, gracias a su Espíritu que nos transfigura y nos hace capaces de irradiar la fe que vivimos y de suscitar la respuesta en aquellos que el Espíritu ya ha preparado con su visita y su acción. Hech 16,14 Para proclamar en modo fecundo la Palabra, se requiere una profunda comunión entre los hijos de Dios, signo distintivo y anuncio del Mandamiento nuevo. Que nos amemos los unos a los otros como Jesús nos ama, pues en esto conocerán que somos sus discípulos. Jn 13, 34 Donde entra el mal espíritu de incapacidad para vivir en comunión, incredulidad, desesperación, odio, imprudencia, injusticia, pereza, agresiones, celos, envidias, mentiras, la nueva evangelización se esfuma.En consecuencia el asociarse de los fieles laicos por razones espirituales y apostólicas expresa, ante todo, la naturaleza social del ser humano. Todos estamos deformados y limitados, nos ayudamos unos a otros, reconociendo aceptando y transfigurando nuestras deformidades. Toda comunidad es una clínica para el cuerpo, un psiquiátrico para el alma y un pneumátrico para el espíritu. De ahí el estar atentos para liberarnos de iatrogénesis o enfermedades derivadas de medicinas no bien administradas. Se tardan décadas en aprender a ser ayudado ayudando, curar con nuestras llagas mutuas sin contagiarnos, y que los médicos son pacientes y los pacientes son médicos. En la Residencia AMI, en las montañas de Kioto, vivimos unos setenta enfermos. Además están los de la plantilla, médicos, enfermeras y personal administrativo. Las instalaciones son grandes y están en un terreno espacioso inmerso en la naturaleza, y la vida es tranquila aunque disciplinada y con bastante trabajo y deporte. Juego al tenis y al baloncesto. Todos nosotros sabemos que estamos deformados. Esto es lo que nos distingue del mundo exterior. En él mucha gente vive sin ser consciente de sus deformaciones. Pero en este pequeño mundo, la deformación es la premisa. H. Murakami, Tokio Blues. Norwegian Wood
    Además el asociarse obedece a instancias de una más dilatada e incisiva eficacia operativa. Una consulta particular nunca puede ofrecer los complejos y difíciles servicios de un sanatorio, ni un profesor particular los de una Universidad, ni un ermitaño los de un monasterio. La incidencia sociocultural se realiza no tanto por la labor de un individuo, cuanto con la de una asociación donde decenas o cientos de personas colaboran como en un gran concierto musical.
    Pero la razón más profunda de asociarse es teológica. Cada Asociación, privada o pública, es signo de la Iglesia, personas en comunión para una misión. El derecho a asociarse de los laicos, guardada la debida relación con los obispos, es algo esencial a Jesús, la Iglesia y el mundo. Por ello la necesidad de criterios eclesiales precisos de discernimiento y reconocimiento de las Asociaciones laicales, cualquiera sea la variedad de sus espiritualidades, teologías y carismas. Christifideles laici, 30 y CIC 298-329 El primado que se dé a la espiritualidad católica que lleve en esperanza a la santidad del Amor a cada uno de sus miembros, conformándolos con la Totalidad de Cristo. La responsabilidad de confesar la auténtica fe adulta y teologal contenida en la Tradición, la Biblia y el Magisterio de la Iglesia; y la preocupación por una formación inicial y permanente, tanto vital, como personal e institucional. Una comunión firme y convencida con el Papa, centro perpetuo y visible de la Unitotalidad de la Iglesia; con los obispos; y con todas las otras formas de apostolado contemplativo o activo que hay en la Iglesia. Participación, de acuerdo al propio servicio de la Asociación, en la Nueva Evangelización y en las prioridades pastorales de la Iglesia Universal y Particular donde actúa la Asociación.
    Estos criterios se comprueban por sus frutos concretos. Renovado gusto por el misterio pascual, la contemplación, la vida litúrgica; la Lectura orante de las Escrituras; el estudio y el trabajo; el florecimiento de vocaciones para los sacramentos del matrimonio y el orden sagrado, y la vida religiosa; la capacidad pedagógica de formar cristianos cada vez más comprometidos en la vida social, cultural, artística, científica y espiritual; el espíritu de desprendimiento, simplicidad y solidaridad evangélica que lleva a nunca olvidarse de los más pobres en sus cuerpos, psiquis o espíritus; la dedicación al ecumenismo, al diálogo interreligioso, y al patio de los gentiles, con todos los seres humanos por más diferentes que sean de nosotros. 
    Asociaciones así perduran, tienen el coraje para reconocer sus debilidades y pecados, mientras continúan impertérritas con el testimonio del Hombre Nuevo, de la perenne necesidad que todos tenemos de ser salvados y sanados.

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