lunes, 25 de junio de 2012

99. La Misa, preparada y prolongada, en Liturgia Horarum, Lectio et Adoratio: Lc 6, 12-16



    Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce, a los que dio el nombre de Apóstoles. La Eucaristía, presencia real de la Pascua, muerte y resurrección del Verbo hecho carne, que nos sumerge cada vez con mayor hondura en las Tres Personas de la Trinidad; fuente y cumbre de la vida cristiana y de toda la nueva evangelización, es el camino y la meta del ministerio sacerdotal, ya que los servicios de Confesar la fe, Celebrar la esperanza y Testimoniar el amor, están trabados con la Eucaristía, de ella proceden y a ella se ordenan, pues Todo conexiste en Cristo. La Eucaristía, que contiene al Resucitado, es la identidad de los que hemos recibido la Gracia y el Carácter del Orden en alguno de sus tres Grados, diaconal, presbiteral o episcopal. Liberación del falso ego por el Self Cristo.
    Fuimos llamados por Jesús, después que pasara una noche en oración con su Abba; y fuimos instituidos en la primera Eucaristía que presidió en el Cenáculo, al transubstanciar el vino en su Sangre y decir, hagan esto en conmemoración mía, eis anámnesin, dentro y hacia mi Memorial por siempre. Somos los ministros de la transfiguración de Todo, por la transubstanciación, hacia la Resurrección universal. No podemos escatimar esfuerzo alguno para aumentar la limpieza, la belleza, la sacralidad, el diseño artístico del templo, el altar, el ambón, la sede; la nobleza de los libros litúrgicos, que no pueden ser folletos, los vasos sagrados, la voz, el canto, la música y el silencio. Celebrar mal es mostrar la debilidad, tibieza o crisis, de nuestro amor por el Pueblo de Dios, y no educar para el Año de la Fe. Celebrar bien constituye ya de por sí, la primera y más importante catequesis y mistagogía.
    De ahí que siendo la Eucaristía el Centrum Centri de nuestra identidad en comunión diocesana con el Presbiterio, cual discípulos misioneros de Jesús Buen Pastor, necesite de una seria preparación y prolongación, que milenios de experiencia de judeocristianismo llaman Liturgia de la Horas, Lectio Divina y Adoración eucarística, y que tienen a la Misa por origen, eje y fin. La liturgia de la Palabra es el manantial de la Lectio. La Liturgia del Sacramento lo es de la Adoración. Y la Eucaristía con la Lectio y la Adoración como tales, lo son para la Liturgia de la Horas, Biblia con Tradición y Magisterio, orada en el Corazón Eucarístico de Jesús y, cuando sea posible, alrededor de su altar y sagrario.
    Transformarnos en siervos y servidores de la Palabra, de la Eucaristía, de la Iglesia y del Mundo hacia el Reino; en siervos y servidores del Cuerpo Libro, del Cuerpo Sacramento y del Cuerpo Místico, unidos al Cuerpo Cósmico en el Cuerpo Resucitado, a la primera y a la Nueva Creación; es una peregrinación larga como la vida. No termina ni con la ordenación, ni con licenciatura o doctorado alguno, ni con 25 o 50 años de fervoroso servicio.
    Implica tomar consciencia de que la necesidad espiritual por excelencia de nuestro tiempo es la de una amplia visión integral y sintética de la Totalidad de Cristo, el Misterio de Dios, elaborado en un contexto científico filosófico y teológico mundial, a la Luz que emana de la Vida la Verdad y el Amor trinitarios, y a partir de un foco central promotor de inteligibilidad y consagración pascual de todos los rayos reunidos en complementariedad. Ese foco no puede ser otro que el de la Eucaristía. Bertrand de Margerie, Cristo para el mundo.
    Implica vivir inmersos en la nueva Pastoral de los Pastores tanto a nivel de Iglesia Local como Universal con una formación permanente vital diaria, e institucional mensual y anual, con sus cuatro dimensiones marcadas por Aparecida, humana, espiritual, intelectual y pastoral en búsqueda propositiva dialogante con todos los hombres, católicos o ateos.
    Implica que el formador tiene que formarse, más aun que los formandos, Contemplata aliis tradere, en una explosión de dinamismo humano divino que une el ayer con el hoy y el mañana, pues los desafiantes escenarios de la nueva evangelización necesitan de una inmensa creatividad, hacer que algo nuevo valioso que no existía venga a la existencia, con el poder de expulsar a los malos espíritus y curar cualquier enfermedad y pecado. Mt 10, 1

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