sábado, 9 de junio de 2012

98. La Nueva Evangelización no separa a Dios de la bioética y la ecología: Deut 23, 10-15



    Si algún varón ha caído en impureza ritual a causa de un derrame seminal, saldrá fuera del campamento, se lavará, y a la puesta del sol entrará de nuevo. Tendrás un lugar, fuera del campamento, para hacer tus necesidades. Porque el Señor, tu Dios, recorrerá el campamento para protegerte, pues es un lugar santo, y el Señor no debe ver en él nada indecente. Dios no separa la tierra del hombre. Se une a la higiene de los lugares habitables, como a las leyes humanitarias, al asno y buey caído, al cuidado de los pájaros, Deut 22-25 al Año de Descanso de la tierra cada 6 años, y al Jubileo cada 49 años, recuperando cada familia su propiedad. Lev 25
    El objetivo de todo empeño educativo y formativo de la Iglesia debe ser reconocible. Desde Jesús resucitado y sus enseñanzas, se trata de trabajar en la construcción de una bioética humana y una ecología ambiental. Necesitamos una ética de Dios para la vida del hombre y su planeta. El problema decisivo es la capacidad de una moral mundial para la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de bioética y de ecología. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El Libro de la naturaleza creada por Dios es uno e indivisible, tanto en lo que concierne al aire, agua, tierra, vegetales y animales; como a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia y las relaciones sociales en desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros, y viceversa. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la praxis actual, que envilece a la persona, daña a la sociedad, y trastorna el medio ambiente destruyéndolo para los más pobres.
    La fe en la Revelación sostiene la inteligencia en la comprensión del equilibrio profundo que mantiene firme la estructura del mundo y de la historia humana. La fe desarrolla esta operación no en modo genérico o desde el exterior, sino compartiendo con la razón la sed de saber e investigar, orientándola hacia el bien del hombre y del cosmos. Es una tarea que el catolicismo desarrolla desde hace tiempo. Por ello se encuentra preparado para dar vida a instituciones, centros de investigación holísticos y universidades. Estas instituciones desarrollan su función habitando el espacio común de la investigación y del progreso del conocimiento en las diversas culturas y sociedades. El discernimiento, que constituye la base de la nueva evangelización, está llamado a ocuparse de este empeño cultural y educativo de la Iglesia. Se podrán así identificar los puntos críticos de estos desafíos y las estrategias que han de ser adoptadas para garantizar el futuro de la Iglesia y la humanidad, en la lucha con el pecado que nos acecha sin tregua.
    En vista de una nueva evangelización será posible imaginar todos estos espacios culturales como otros tantos patios de los gentiles u hogares para todos los hombres creyentes o no, ayudándoles a vivir la propia vocación originaria dentro de los nuevos escenarios que avanzan hacia aquel llamado de llevar la cuestión de Dios, con la fe y la razón, dentro de las realidades del espacio tiempo. Ayudar a estos espacios a ser lugares en los cuales se puedan formar las personas libres y adultas, capaces a su vez de llevar el Problema de Dios dentro de sus vidas, en el trabajo, en la familia, en las comunidades, naciones y relaciones internacionales.
    La Nueva Evangelización propone experimentar el Encuentro dinamizador con Jesús a millones que son cristianos sacramentalizados pero no kerigmatizados, o el catolicismo ya les resulta impracticable, o han abandonado la Iglesia por insufrible o escandalizados. El gran desafío es cómo cristianizar a alguien que ya es cristiano. Habrá que volver a enamorarlos de nuestra fe esperanza y amor en la bellísima Singularidad del Resucitado y de su Iglesia. Habrá que disponer de muy diferentes propuestas desde la piedad popular a la teología universitaria. Habrá que ser testigos de estabilidad y fidelidad sin rechazar legítimos cambios vertiginosos con sus desequilibrios e interrogantes. Habrá que agrandar mucho más la capacidad de la Iglesia para que nuevas formas de ser católicos se sientan cómodas y bienvenidas junto a las antiguas. Habrá que unir libertad con madurez y responsabilidad a la obediencia de la fe en la Trinidad la bioética y la ecología.

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