miércoles, 27 de junio de 2012

100. Del Verbum breviatum al encuentro con la Trinidad en el Resucitado: Jn 5, 37-47



    Ustedes nunca han escuchado la voz del Padre, ni han visto su rostro, y su Palabra, Logos no permanece en ustedes. Examinan las Escrituras, porque en ellas piensan encontrar Vida Eterna. Ellas dan testimonio de mí, y sin embargo, ustedes no quieren venir a mí. Según Rom 9, 28, citando a Is 10, 23 el Señor hace un Verbum breviatum sobre la tierra. Tanto los Padres griegos, Logos pajínetai o brajínetai como los latinos entendieron esta abreviación o condensación, del Verbo encarnado como del Verbo encartado, del Cuerpo Carne y del Cuerpo Libro, aunque se puede aplicar de manera análoga al Cuerpo Sacramental, Místico y Cósmico. El Invisible que habita en una Luz inaccesible se hace visible, el Eterno entra en el tiempo, el Hijo de Dios se hace hijo del hombre. El Verbo se revistió de materialidad de dos modos, primero siendo incorpóreo y espiritual, al venir en la carne, asumió de nosotros nuestra materialidad y finitud, aunque sin el pecado. Y segundo porque se ocultó en lo que puede leerse con los ojos y manifestarse con palabras de un texto escrito. El Verbo, Todo en todos, Entero no ha disminuido, siendo siempre el mismo, está en realidades diversas, siendo Simple en lo complejo, siendo Invisible en lo visible. Por amor a nosotros el Logos se expresa en letras, sílabas y palabras. San Máximo el Confesor, 580-662 
    Gran parte de la fecundidad de la Lectio depende del pasaje, que realiza el Espíritu Santo, del Logos émbiblos o Palabra hecha Libro, al Encuentro con el Logos énsarkos o Palabra hecha carne resucitada que nos abre al diálogo con las Tres Personas de Dios. La palabra humana es impalpable e invisible, pero toma cuerpo cuando se la pone por escrito en un libro. Eso sucede con la Palabra de Dios, por su Divinidad no puede ser vista, pero desde que se encarna, se la puede ver y escribir. Orígenes La Biblia con su lenguaje humano, por el que siguen pasando las energías increadas del Espíritu; San Gregorio Pálamas, 1296-1359 es un Sacramento donde se hace audible y palpable el Logos. San Agustín
    Aun antes de hacerse Verbo encarnado la Palabra divina se había hecho lenguaje humano, asumiendo los modos de expresarse de las diversas culturas, que desde Abraham hasta el Vidente del Apocalipsis ofrecieron al Misterio admirable del amor salvífico de Dios la posibilidad de hacerse accesible a las distintas generaciones, a pesar de la múltiple diversidad de situaciones históricas. Juan Pablo II a la Pontificia Comisión Bíblica, 26/IV/1979 Bajo la corteza de la letra, que a veces es como un desierto árido fatigoso e intransitable, se esconden los sentidos sapienciales. San Bernardo, SCant 47, 4 En el seno de María se encarnó el Único Logos que antes se había encartado en palabras bíblicas. Quien estaba en el seno del Padre, ahora viene abreviado a nuestro Encuentro en el útero de la Guadalupana, y cual discípulos amados recostados en su seno y en su pecho percibimos sus latidos. De ahí que por momentos, podamos escucharla con nuestros oídos, verla con nuestros ojos, tocarla con nuestras manos y llevarla en nuestros brazos, pues no es la palabra escrita y muda sino encarnada y viva, empalabramiento en la Biblia, y encarnación en el Judío de Nazaret.
    En esto consiste el pasaje del lenguaje a la Palabra Substancial; de la letra al Espíritu; de la palabra escrita a la Palabra del Viviente resucitado; del desierto al oasis; de la Lectio, Meditatio y Oratio, a la Contemplatio. Contemplar, en griego Theoría, Theós horáo ver a Dios como por un atisbo de Encuentro en el amanecer del Día de la resurrección o en el ocaso esplendente de Emaús, que presagia la Visión beatífica, en Luz Tabórica o Paulina. La Lectio salta del Cuerpo Libro a la Dimensión inimaginable del Cuerpo Resucitado, de las palabras escritas a la Singularidad Única del Logos, Uno de la Trinidad. La Palabra se encartó, y ahora del Libro retornamos a la Luz de la Vida.
    Cada tanto, sin que dejemos la noche de la fe en que peregrinamos pero con improntas más estables de Luz que va permaneciendo como estado y nos otorga la transformación; la Biblia, desde donde el Silencio del Padre sale por su Espíritu a nuestro Encuentro, a través de su Verbo nos arranca el velo, kálymma 2 Cor 3, 12-18 ya quien se convierte al Señor, se le cae el velo, porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Así con el rostro descubierto entramos en la comunión de la Trinidad, en sus procesiones, relaciones y misiones, y somos transfigurados desde la Gloria hacia la Gloria.

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