martes, 5 de junio de 2012

96. La Nueva Evangelización es proclamación en el Espíritu no en letras: 2 Cor 3, 4-11



    Dios nos ha capacitado para que seamos los servidores de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, grámmatos sino en el Espíritu; pues la letra mata, pero el Espíritu da vida. El encuentro y la comunión con Jesús resucitado es la finalidad de la transmisión de la fe. El mandato de ir a todas las naciones, que los discípulos misioneros han recibido de su Señor, contiene una explícita referencia a la proclamación y a la enseñanza del Evangelio, enseñándoles a guardar todo lo que Yo les he mandado. La misión de la Iglesia consiste, en realizar la traditio Evangelii, el anuncio y la transmisión del Evangelio, que es fuerza, dýnamis de Dios para la salvación de todo el que cree, Rm 1, 16 y que se identifica con el mismo Jesucristo. 1 Cor 1, 24 Al hablar de Evangelio, no debemos pensar sólo en letras o en doctrinas; el Evangelio es mucho más. Es la Palabra Absoluta viva y eficaz, que realiza lo que dice. No es un sistema de artículos de fe y de preceptos morales ni, menos aún, un programa político, sino que es la Persona del Verbo hecho carne, cual Palabra definitiva de Dios. El Evangelio es Evangelio de Jesucristo. No sólo tiene como contenido a Cristo. Mucho más, Jesús resucitado es, a través del Espíritu, también el sujeto primario y el promotor de su anuncio, de su transmisión. El objetivo de la transmisión de la fe es la realización de este encuentro místico con Jesús, en el Espíritu, para llegar a vivir la experiencia del Padre suyo y nuestro.
    Transmitir la fe significa crear, en cada lugar y en cada tiempo, las condiciones para que este encuentro entre los hombres y el Resucitado se realice. La fe como encuentro con la Persona de Cristo Vivo asume la forma de una relación de amor más fuerte que la muerte con Él, de su memorial en la Eucaristía, y de la formación en nosotros de la mente de Cristo, con la gracia sobrenatural del Espíritu Santo. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona contemporánea, que da un nuevo horizonte a nuestra vida y, con ello, una orientación decisiva. Y, puesto que es Dios quien nos ha amado primero, 1 Jn 4, 10 el amor no es sólo un mandamiento, sino la respuesta al don del Amor, con el cual Dios sale a nuestro encuentro, sin importarle nuestros pecados y límites. Lc 15 Este Amor Supremo hacia cada hombre es la razón definitiva de la autoestima trascendental, que no se mira a sí mismo sino que se enamora de las Tres Personas de Dios. Esta es la experiencia de la novedad del Dios cristiano. En esta perspectiva, transmitir la fe en Cristo significa crear las condiciones para una fe bien pensada, celebrada, vivida y rezada; que implica inserirse con gran gozo en la vida de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo.
    Nadie puede causar el Encuentro con la Luz del mundo, sino de manera instrumental y significativa. No podemos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, sino que nuestra capacidad viene de Dios, que nos hace ser una carta que Cristo escribe, no con letras de tinta, sino con el Espíritu del Padre; no en tablas de piedra, sino en nuestros corazones. La Iglesia, con la evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad es un verdadero volver a nacer. Y no se puede hablar de la Iglesia sino está presente la Virgen María. Se trata de una presencia femenina que crea el ambiente familiar, la voluntad de acogida, el amor y el respeto por la vida. Ella es la presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios. Es una realidad tan honda, humana y santa, que suscita en los creyentes las plegarias de la ternura, del dolor y de la esperanza. Puebla, 288 y 291. Día del catequista, 18/08/1979. Basílica de Nuestra Señora de Buenos Aires
    Este Misterio nos pide no atribuirnos algo que nos es imposible. Nosotros escribimos letras muertas sobre computadoras, clamamos voces en oídos de robots. Sólo el Resucitado escribe con el Espíritu del Padre sobre los corazones que transfigura con su Verbo en corazones que escuchan. Pero, Él mismo nos ha capacitado, hikavótes  con el carácter sacramental del bautismo, de la confirmación y hasta del Orden, y tenemos que tener una fe audaz y arrolladora, un empuje propositivo e incansable, parresía un coraje que no sabe de cobardías y claudicaciones, en que nuestro servicio de mangueras por donde pasa el Agua Viva, lo exige su Envío que no falla. La semilla germinará e irá creciendo sin que sepamos cómo, hasta que el fruto esté a punto. Mc 4, 26-29 Se me pide plantar, no hacer la cosecha. Jn 4, 37-38 Gran parte de la Nueva Evangelización depende de esta convicción que resiste toda desilusión y desencanto. No está mal plantar esporas que produzcan hongos en una noche, o maíz con tiernas mazorcas en meses, si al mismo tiempo no dejamos de cultivar piñas que den secuoyas vivas dentro de 2.000 años. Estamos entrenando para el quinto milenio en el Espíritu con el que escribe el Eterno Viviente.

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