viernes, 18 de mayo de 2012

94. El Dínamo del Resucitado y el Espíritu en la Nueva Evangelización: Hech 1, 3-8


    Juan bautizó con agua, pero ustedes serán sumergidos en el Espíritu Santo. Sí, recibirán la fuerza dýnamin del Espíritu, y serán mis testigos hasta los confines de la tierra. Y Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Mt, 28, 20 Nueva evangelización es reavivar en nosotros el impulso de los Orígenes, dejándonos impregnar por el ardor de la predicación apostólica después de Pentecostés. La primera evangelización de la Iglesia, luego de la Ascensión de Jesús, comenzó el día de Pentecostés, cuando los Apóstoles, reunidos todos juntos en el mismo lugar, en oración con la Virgen, y alrededor de la Presencia del Resucitado, recibieron el dinamismo del Espíritu. La llena de gracia, que engendra a Jesús por el Espíritu, se encuentra en la vía de la predicación apostólica, en todos los caminos por los cuales los sucesores de los Apóstoles y sus colaboradores se han movido para anunciar el Evangelio.
    La nueva evangelización no significa un nuevo Evangelio, porque Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Heb 13, 8 Nueva evangelización quiere decir, una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que diseñan la cultura a través de la cual contamos nuestras identidades y buscamos el sentido de nuestras existencias. Significa salir al encuentro del otro distinto de nosotros; de los que se han alejado de la Iglesia; promoviendo otra cultura más enraizada en la Nueva Creación; descubriendo al hombre nuevo que puede nacer en cada uno de nosotros.
    Es una tarea sobrenatural, imposible sin una nueva espiritualidad en el dinamismo Pascual de la Trinidad, para que Jesús resucitado sea el Centrum Centri de inteligibilidad, síntesis y consagración del cambio de época que nos ha tocado; sea llevado dentro de la confusa disgregación deshumanizante, y nos libere en la claridad de fragmentos unitotalizados. Una espiritualidad que perciba; en el discernimiento del copensar eclesial, ecuménico, interreligioso y de toda la humanidad; cuál es el Proyecto del Padre que guía la historia, enviándonos el lenguaje del Verbo y la potencia del Espíritu, de los cuales no somos más que signos y libres instrumentos. Dínamo en griego es fuerza, capacidad, pujanza, talento, milagro. En español es una máquina que transforma una forma de energía; gasolina, agua, aire, solar; en electricidad. El dinamómetro de Aparecida nos mostró que estamos perdiendo la gozosa vitalidad de testigos y anunciadores de Jesús para comunicar o electrificar la Luz de la Vida, de la Verdad y el Amor del Trino Dios con la Eficacia del Espíritu y el Logos de la esperanza. 1 Ped 3, 15 Hay que volver al Cenáculo de la Eucaristía y Pentecostés para recargar las Pilas.
    Las transformaciones que vivimos son escenarios que describen cambios inimaginables, y suscitan con frecuencia en nosotros aprensión y miedo. En esta situación, advertimos la necesidad de una visión que nos permita ver el futuro con alegría y esperanza, sin trágicas lágrimas de infecunda impotencia. Esta visión está en el Reino, que nos ha sido anunciado por Cristo y descripto con creatividad divina en sus parábolas. Es el Reino que ya ha comenzado con su predicación y, sobre todo, con su Pascua de muerte y resurrección. Sin embargo, a menudo tenemos la impresión de no lograr dar forma concreta a esta visión, de no lograr hacerla nuestra, de no lograr hacer de ella lenguaje vivo para nuestros contemporáneos, de no asumirla como fundamento de nuestras acciones pastorales y de nuestra vida eclesial. En este sentido se nos ha ofrecido una fórmula clave para una mistagogía presente y futura, nueva evangelización, nueva proclamación del mensaje de Jesús, que infunde el dínamo del Espíritu.
    El cuidado de la humanidad y del cosmos, el irlos conduciendo hacia su acabamiento, dependen de ese vaciarnos y descentrarnos del falso ego apegado, y dejarnos jalar por los dinamismos de desarrollos creativos del Verbo y del Espíritu, que van verificando y ungiendo la Totalidad, para que en sus procesos caminen hacia la Bondad del Padre, y no se pierdan por los vericuetos de la muerte, la mentira y el odio. Sus formas son imprevisibles. El viento impetuoso, las llamas de fuego y los terremotos no sabemos de dónde vienen ni adónde van. Jn 3, 8; Hech 4, 31 Los cobardes, los incrédulos y los idólatras fallarán en la entrega. Sólo los santos; con memorial del pasado, sabiduría del presente y planificación del futuro; se dejarán arrastrar por la Audacia impetuosa de ese Padre, de quien proceden las infinitas formas, y no cesa de hacer nuevas todas las cosas, en el Alfa y la Omega con la Fuente del Agua de la Vida. Ap 21, 5-8

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