jueves, 17 de mayo de 2012

93. Nueva Evangelización, un egoecosistema de silencio palabra imagen y sonido: Mc 15, 1-5



    Pilato le preguntó a Jesús si era el rey de los judíos. Jesús le respondió, tú lo dices. Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él. Pilato lo volvió a interrogar por qué no respondía. Pero Jesús ya no le dijo más nada, dejando muy admirado a Pilato. Jesús había venido del Silencio, habló y ahora vuelve al Silencio del Padre. Cristo es a la vez la Palabra Infinita hecha carne y el lenguaje, sistema de signos orales o escritos que los hombres usamos para comunicarnos. Así, el hombre unido al Verbo, es lenguaje de Dios. La verdad sobre la Trinidad no es abolida o reducida porque sea dicha en lenguaje humano. Esa verdad sigue siendo única, singular y completa porque quien habla y actúa es el Hijo de Dios encarnado, que lleva sus palabras al pléroma por el Espíritu, ambos enviados por el Padre. El Paráclito les enseñará todo, y les recordará lo que les he dicho, y con la Iglesia lo explicitará.
    La Palabra que habita en una Luz inaccesible se ha encarnado en cerebro, cuerdas vocales, pulmones, vísceras y voz. Sus discípulos misioneros seguimos siendo su Eco catequístico. Ese lenguaje de la Palabra Eterna ha tenido su recorrido en el tiempo, que nos revela su Proceso en la Eternidad y nuestro propio proceso. El Fondo divino del Verbo es el Silencio del Padre. No el silencio de la nada o del vacío, ni tan siquiera de una energía etérea impersonal, sino el Silencio de Dios, de la Persona del Padre Amante, Origen y Meta de la Trinidad y de la creación. Procedemos de ese Misterio incomprensible de ternura donde Ser y Amor se identifican, y tiene una analogía lejana en la mutua entrega matrimonial y familiar fecunda, del varón a la mujer en el hijo, que es Cantar de los cantares. El silencio de la Cruz y la muda bendición de la Ascensión gritan la elocuencia de Dios vivida hasta la entrega suprema. De ese Silencio Personal de Vida, soledad sonora y música callada, viene el Verbo, inseparable del Padre y del Espíritu, el Dínamo que impulsa a su plenitud la divinización de la creación.
    Cuando silencio palabra y crecimiento creativo se excluyen la comunicación se deteriora, ya sea porque provoca aturdimiento o crea un clima de frialdad. En cambio cuando se integran, la comunicación se desarrolla y adquiere valor y significado. El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras que hagan crecer. En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro, y elegimos cómo expresarnos.
    Callando permitimos hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados a nuestras palabras. Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. En el silencio se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman. La gestualidad, la expresión del rostro y del cuerpo como signos que manifiestan la persona. En el silencio hablan la alegría y la risa, las preocupaciones, el sufrimiento y el llanto, que en el silencio encuentran una forma de intensa expresión. Allí donde los mensajes y la información son stress sobreabundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil o superficial. El silencio orante y reflexivo nos ayuda a sintetizar situaciones que parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes. Esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico copensar.
    Cuesta aprender el silencio, la palabra y el empuje creador, signados por la Pascua. Ustedes no comprenden mi lenguaje, laléo porque no pueden escuchar mi Palabra. Lógos Tienen como padre al demonio, que es mentiroso y padre de la mentira. En Mí no tienen fe porque les digo la Verdad. Jn 8, 42-47 Necesitamos un egoecosistema que armonice silencio palabra imágenes y sonidos con progreso creativo. Benedicto XVI, Mensaje Comunicaciones, 2012
    La nueva evangelización tiene que crear un nosotros humano a la luz del Nosotros Divino. Las Tres Personas no son ni género ni especie, sino al Infinito distintas entre sí, I, 30, 4 y viven en relación, entregándose vaciándose y plenificándose entre Ellas. Vivamos la Triunidad de Dios el hombre y el cosmos. Unir ego con eco, la ecología humana con la ambiental. Surgir del Amor del Silencio del Padre, tejiendo vínculos fraternales con la Palabra del Hijo, en desarrollos transfigurativos de inimaginable creatividad en el Espíritu. Planificar un mundo que lo necesita urgente al caminar hacia un Futuro imprevisible sí, pero en la Luz de la Vida.

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