martes, 1 de mayo de 2012

89. Octavo aspecto de la New Age, es pelagiana y no está abierta a la Gracia: Rom 5, 15-21



    Donde abundó el pecado sobreabundó la Gracia. Porque así como el pecado reinó produciendo la muerte, también la Gracia reinará por medio de la Justicia que opera Jesucristo para la Vida Eterna. La inveterada tentación de que con nuestras fuerzas humanas podemos salvarnos y liberarnos sin la Gracia habitual y actual, Energía que viene de la Trinidad en Jesús por el Misterio Pascual, es permanente en el hombre. Pelagio, 360-422 un monje irlandés que vivió en Roma, Palestina y Egipto; relativizó la Fuerza que viene de lo Alto, y puso el acento en nuestro esfuerzo ascético, sin necesidad de la Gracia. San Agustín le mostró que se alejaba de la Revelación. Los Concilios de Cartago, 418 Orange, 529 y la Carta del Papa Celestino, 431 pusieron las cosas en su lugar. Quienquiera que dijere que la Gracia sólo nos ayuda para no pecar en cuanto por ella se nos revela y se nos abre la inteligencia de los mandamientos para saber qué debemos hacer o evitar, pero que por ella no se nos da que amemos y podamos ejecutar lo que hemos conocido debe hacerse, olvidando que la ciencia hincha pero el amor edifica. O dijere que la Gracia se nos da a fin de que podamos cumplir con facilidad los mandamientos, y que sin la Gracia podríamos cumplirlos con menos facilidad; olvidando que Jesús no dijo, sin mí con dificultad pueden obrar; sino sin mí nada pueden hacer; queda excluido de la comunión con la Iglesia. Cartago También se excluye quien afirma que por la fuerza de su naturaleza humana puede pensar cómo conviene, o elegir el bien de la salvación eterna, o consentir a la predicación evangélica; sin la iluminación e inspiración del Espíritu Santo. Lo propio del ser humano es la mentira y el pecado; y si tiene verdad y gracia es que vienen del Espíritu Santo. Orange
    La cuestión está en descubrir qué o quién creemos que nos salva. O nos salvamos a nosotros mismos por nuestras propias fuerzas, o nos salva el Amor de Dios. Con su autoredención y autorealización la New Age es pelagiana en su manera de entender la naturaleza humana.
    Para los cristianos, la salvación depende de la participación en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y de una relación personal directa con la Trinidad, más que de una tecnociencia cualquiera. La condición humana, afectada como está por el pecado original, el pecado personal, y el pecado estructural, sólo puede ser rectificada por la acción sobrenatural de Dios. El pecado es una ofensa contra Dios, y sólo Dios puede reconciliarnos consigo. En el plan salvífico divino, los seres humanos han sido salvados por Jesucristo, quien, como Dios y hombre, es el único mediador de la redención. En el cristianismo, la salvación no es una experiencia del yo, una inmersión meditativa e intuitiva dentro de uno mismo, sino mucho más. Es el perdón del pecado, el ser levantado desde las profundas ambivalencias del propio ser, y la transfiguración de su naturaleza mediante el don de la comunión con Dios Amor.
    La verdad para la Nueva Era tiene que ver con buenas vibraciones, correspondencias cósmicas, armonía, éxtasis y experiencias placenteras en general. Se trata de encontrar la propia verdad en función del bienestar. La valoración de la religión y de la ética estaría relacionada con nuestras sensaciones y experiencias placenteras. En el cristianismo Jesús se presenta como el Camino, la Verdad y la Vida A sus seguidores se les pide que abran su vida entera a la Cruz y la Resurrección con sus valores. En otras palabras, a un conjunto objetivo de exigencias liberadoras que forman parte de una realidad objetiva asequible a todos.
    La tendencia a confundir la psicología y la espiritualidad aconseja recalcar que muchas de las técnicas de meditación ahora en uso no son oración. A menudo son una buena preparación para la oración, y nada más, aun cuando conduzcan a un estado de placidez mental o de bienestar corporal. Las experiencias que se obtienen son realmente intensas, pero quedarse en ese plano es quedarse solo, sin estar todavía en presencia de las Tres Personas. Alcanzar el silencio puede enfrentarnos al vacío más que al silencio contemplativo del Amado. Es cierto que buscar profundizar en la propia alma es una llamada a nuestra propia capacidad de alcanzar lo divino; pero si descuidan que es Dios quien va en búsqueda del corazón humano, no son oración cristiana. Aun cuando se busque un vínculo con la Energía Universal, esta relación fácil con Dios, donde su función se concibe como la satisfacción de todas nuestras necesidades, revela el egoísmo egolátrico que está en el corazón de la Nueva Era.
    Las prácticas de la Nueva Era no son oración, pues suelen tratarse de introspección o de fusión con la energía cósmica, en contraste con la doble orientación de la oración cristiana, que comprende sí la introspección pero que es, sobre todo, un encuentro con el Dios Infinito. La mística cristiana, no es un mero esfuerzo humano, es una historia de amor, un diálogo que implica convertirse a Dios, un éxodo del yo hacia el Nosotros de la Trinidad. Somos fruto del amor de nuestros padres, pero en lo más hondo, del Dios que es Amor en relación de Tres Personas. 1 Jn 4,16 La Escritura testifica este vínculo entre Dios y la humanidad, que precede a la creación. Efesios eleva un himno de gratitud y alabanza al Padre, quien con infinita benevolencia dispone a lo largo de los siglos la realización de su designio universal de salvación, que es un proyecto de amor. En su Hijo Jesús nos eligió antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor. Ef 1, 4 Somos amados por la Trinidad antes de venir a la existencia. Movido por su amor incondicional, Dios nos creó de la nada, para llevarnos a la comunión con Él. 2 Mac 7,28 Toda criatura y en particular todo ser humano, es fruto de una idea y de un acto de amor de Dios; amor inmenso, fiel y eterno. Jer 31, 3 El descubrimiento de esta realidad es lo que cambia en verdad nuestra vida y nuestra manera de orar, que no es interconectividad con una simple energía creada, finita, abstracta e indefinida; sino el gozoso abroquelamiento de Personas en personas.
    El católico, aun cuando esté solo, tal vez atribulado y abandonado en la cruz, u ore en lo secreto de su Padre, tiene la convicción en fe de rezar siempre en unión con Cristo en el Espíritu, junto con todos los ángeles y los santos, en la gloria ecológica de este cosmos, por la Paz del Mundo. Esa Paz que nos libra de todo Mal y nos va otorgando el pléroma de todos los Bienes; en la simplicidad y sobriedad de casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el Mundo Futuro la Vida Eterna. Mc 10, 28-31 Su oración es Gracia liberadora de la muerte del pecado y del apego  concupiscible, que es aversión de Dios y esclavitud a las creaturas. La Gracia, en cambio, es comunión y regalo dinamizador del Resucitado que sale a su encuentro en la Luz cegadora que abrazó a Pablo en una iluminación que ya jamás perdió.

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