jueves, 25 de agosto de 2011

2. Para convivir necesitamos de la ética natural y sobrenatural: Ecli 7




    No hagas el mal, y el mal no te dominará, sepárate del injusto, y él se separará de ti. No te burles del hombre afligido. No trames engaños contra tu hermano, ni contra tu amigo. No digas mentiras ni rehúyas los trabajos duros. Y no te cuentes entre los pecadores. La sabiduría de Dios nos dice que para convivir no basta la inteligencia interpersonal ni saber pensar con discernimiento crítico, sino que hay que agregarle la ética. El intelecto conoce el bien pero puede no tener energía para ejecutarlo y hasta emplearlo para hacer el mal en las interrelaciones personales. Así, un conocimiento empático profundo, que me permite ponerme en la piel de una amiga o amigo, puedo utilizarlo para hacerle daño, manipularlo y acosarlo con toda clase de crueldades, ya que conozco bien sus puntos más vulnerables.
    La inteligencia me hace eficaz, también astuto, sagaz y pícaro; hay malvados que tienen una habilidad estupenda para engañar, herir y cometer pequeñas fechorías y crímenes perfectos, que sí existen. Y el mal espíritu nos ronda a todos empujándonos a emplear nuestras capacidades cognitivas para destruir, en vez de edificar a nuestros hermanos, cuando el amor se nos cambia en odio. De ahí que la Revelación y la doctrina constante de la Iglesia nunca han considerado que me hago bueno sólo por mi conocimiento, gnosticismo, necesito además de la opción de mi voluntad que tienda de manera libre, deliberada y conciente, hacia el bien verdadero y justo en el amor.
    Para convivir en paz y gozosa creatividad debemos recurrir a las fuentes de la ética que son, para los católicos, la Trinidad manifestada en el Misterio de la vida, palabras y pascua de Jesús; la recta razón humana; y la conciencia verdadera, recta y formada; declaradas en la Ley Eterna, positiva y natural y en la ley humana civil y canónica. Además de conocerlas y orar al Espíritu Santo que las encarne en nosotros, pues la letra de ley nos puede matar si no nos vivifica la energía del Espíritu, es bueno recorrer las fases por las que solemos pasar en el crecimiento de la moral según Piaget y Kohlberg. 1º. Sin autonomía, la ley me es impuesta por otros hasta los seis años. No le tires de los pelos a tu hermanita, si lo haces no hay postre. Y viene el miedo. A los delincuentes amorales el castigo se los pone la policía. 2º. Ley del talión, de los seis a los doce, que no es mala, juzgada no en el sentido literal de ojo por ojo y diente por diente, quedaríamos todos ciegos y desdentados, sino en la moderación de la justa vindicta, te trato como tú me tratas, si tú me respetas yo te respeto, si me sacas un libro yo no te saco diez sino otro, te hablo si tú me hablas y así podemos convivir 3º. Expectativas, desde la adolescencia, cuando comenzamos a querer ser aceptados, pertenecer a ciertos grupos y agradar. Se pasa del te hago lo que me haces al hago lo que esperas de mí así me querrás. Lo cual lleva a ser cariñoso y buscar amistades, pero se pueden morir con las críticas y vivir sólo con alabanzas, codependientes. 4º. Compromiso y responsabilidad, juventud y adultez. En esta fase no se hace el bien o se evita el mal por miedo, ni por corresponder a los que otros me hacen, ni por agradar; sino porque me comprometí y en conciencia debo responder a mis opciones libres. 5º. Apertura mundial, es el momento en que el adulto supera el estrecho círculo de su familia, comunidad, lugar de trabajo; y se abre a toda la humanidad, todos los seres humanos tienen derecho a una vida digna en la verdad y el amor. Uno se abre a los derechos y deberes del mundo entero y hace todo lo que puede para que se cumplan. 6º. Ética Universal, o conciencia crística, todos los seres humanos somos iguales, el cosmos debe ser amado y cuidado, hay que amar a justos y pecadores sin dejar de distinguir el bien y odiar el mal pero jamás al malvado, tengo que hacer a los otros lo que yo quisiera que los otros hagan por mí, todos somos hermanos. Parece que el 85 % nos quedamos en la 4º fase y el 15% restante se reparte entre la 5º y la 6º, lo que muestra que convivir es un arte difícil pero posible. La Ley de Cristo asume, y lleva a plenitud, la ley natural y ofrece la base del diálogo para convivir con los que son de otra orientación o formación en vista de la búsqueda del bien común. Jesús, la Sabiduría del Padre, el Verbo encarnado hecho Ley vivificante y el Espíritu Santo Ley de libertad son esa posibilidad.

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