jueves, 25 de agosto de 2011

5. Conviviendo con Felipe y el etíope: Hech 8, 26-40




    El Espíritu dijo a Felipe, camina junto al carruaje del etíope. Felipe se acercó y oyó que leía al profeta Isaías, como oveja fue llevado al matadero, sin poder entender el pasaje si alguien no lo guiaba por el Camino, hodegései Jn 12, 13 Partiendo de ese texto de la Escritura, Felipe le anunció la Buena Noticia de Jesús. Luego el etíope le pidió ser bautizado y Felipe lo bautizó. En el Evangelio, Lucas narra, diégesis los hechos y palabras de Jesús con los discípulos de Emaús; aquí, en los Hechos hace catequesis, según el eco de la Iglesia primitiva, que sigue la misión de Jesús. La narración, construye un pequeño mundo donde el lector entra y recibe un mensaje que actualiza a su situación. De ahí que el Camino a Emaús, como el Camino a Gaza tiene una estructura igual. Perplejidad ante la Escritura que alguien tiene que interpretar; iluminación ante la hermenéutica; y sacramento que da nueva vida.
    Jesús a sus discípulos, que ya se han decidido por Él, les puede hablar sin comparaciones del Reino de Dios, en cambio a los demás debe anunciárselo en parábolas, para estimular la decisión y la conversión del corazón. Las parábolas por su naturaleza requieren una interpretación, interpelan a la inteligencia y a la libertad. Pero en el fondo, la verdadera y Única Parábola de Dios es Jesús mismo, su Persona del Verbo hecho carne, que en el signo de su humanidad re-vela, esconde y al mismo tiempo manifiesta la divinidad. De esta manera el Padre nunca nos obliga a seguirlo, sino que nos atrae hacia Sí con la verdad y la bondad de su Hijo encarnado, pues el Espíritu amor sólo propone y respeta la libertad.
    Cuando más los monjes y monjas hacemos Lectio Divina, y de nuestras vidas en comunidad, una narración de Dios; más aprendemos a convivir. Jesús, y sus enviados, se acercan y caminan a nuestro lado; los cinco Cuerpos se hacen palpables. El Cuerpo resucitado, el Cuerpo libro, el Cuerpo eucarístico, el Cuerpo místico y el Cuerpo cósmico. El Verbo del Padre que se hizo carne por obra del Espíritu en el seno de María, Libro por inspiración del Espíritu en el seno de la Iglesia, Sacramento por transubstanciación del pan y el vino, Comunidad por Koinonía, es decir Mente común con el Resucitado y la comunión del Espíritu, y cosmos porque todo fue creado por Él y en Él será transfigurado.
    Creo en la comunión de los Santos, recitamos en el Credo apostólico; y la esencia de la muerte segunda consiste en no estar inscrito en el Libro de la Vida, Ap 20, 15 perder la relación con las Tres Personas de Dios, pena de muerte; y con nuestros hermanos y el universo, pena de sentido o cósmica. Journet El pecado corta la relación con la Trinidad, los seres humanos y el cosmos; el infierno, fruto siniestro del pecado, es el aislamiento, la pérdida absoluta de toda relación interpersonal, la No-comunidad. Ya no es posible comunicarme con nadie ni con nada porque me rehusé a amar. Jesús habla del llanto y rechinar de los dientes, Mt 22 por oposición a Él secará todas sus lágrimas, Ap 21; y la ausencia de palabra, encarnación del pensamiento, por oposición al cántico nuevo de la muchedumbre celestial imposible de contar que optó por el diálogo y la convivencia. Ap 7 Y cuando el Silencio de Dios, inseparable de su Palabra, nos visite como consolación, tentación o prueba, habrá que unirse a Jesús, sabiendo que nunca estamos solos aunque lo sintamos así, porque el Padre jamás nos deja, y su Espíritu nos guía por el Camino. Jn 16, 29-33
    Para los cristianos saber convivir no es sólo natural, social; sino también sobrenatural, eclesial. Debemos sentarnos cada día frente al altar donde la Trinidad preside la Eucaristía en comunión con todos los santos y el mundo; y así librarnos del infierno de la no-convivencia y del no-diálogo, que no es un lugar sino un estado. Y del cual cada tanto nuestros pecados y el mal espíritu, pueden darnos un saludable ramalazo anticipativo de su horrenda soledad, para salvarnos de él. Por eso Jesús en Emaús nos da la Eucaristía, y Felipe en Gaza nos sumerge en el bautismo de la Trinidad, Misterio de comunión universal.




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