jueves, 25 de agosto de 2011

4. Benito y las interrelaciones verticales y horizontales: Rom 13, 1-14



    Den a cada uno lo que le corresponde; al que se debe impuesto, impuesto; al que se debe contribución, contribución; al que se debe respeto, respeto; y al que se de honor, honor. Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo. No más peleas y envidias. Por el contrario revístanse de Jesucristo y no satisfagan los deseos de la carne. Rom 13 define las relaciones verticales que unen a los ciudadanos con la autoridad, o a las monjas con su abadesa; las horizontales, de los cristianos o de los monjes entre sí; y la razón suprema de todo esto, hay que abandonar la noche y entrar en la Luz revistiéndonos del Único Cristo.
    La Regla de san Benito es mitad espiritual y mitad legislativa. Parece que la escribió en Montecasino, aunque tal vez la parte litúrgica c.8-18 fue redactada en Subiaco, de donde partió en el 529. Si murió en el 547, le llevó 17 años; si en el 560, como sugiere de Vogüé, 30 años de experiencia para ir yuxtaponiendo los diferentes capítulos, algunos espléndidos tratados, la mayoría cortos y otros tan breves que parecen notas o memorándums de un abad para solucionar conflictos comunitarios que acuciaban su solicitud pastoral.
    En los cc. 63 y 69-72, Benito da una importancia enorme a las relaciones horizontales, cosa que apenas toca al inicio. Es como, si con los años, se hubiera dado cuenta, inspirado en parte por la Biblia y en parte por sus aciertos y desaciertos, de la trampa en que puede caer un superior, a saber, pensar que él es sabio y los monjes son idiotas, igual que algunos gobernantes opinan de sus ciudadanos. Hay comunidades en que las monjas pueden dialogar y llevarse bien con la abadesa, pero entre ellas reina la discordia. Si un abad no logra que sus monjes vivan en comunión está construyendo alrededor de él y no de Jesús.
    Ningún monasterio se edifica sólo por la relación vertical con el superior, el confesor o el acompañante espiritual; ni con la sola guía del Espíritu Único Maestro interior. Es esencial también la relación de todos con todos. Todos tenemos que dar algo, ninguna parte es perfecta separada de la totalidad. Todos somos uno y uno somos todos. Los carismas de los demás nos edifican, y cada uno tiene el suyo, pequeño o extraordinario. Y los pecados, defectos y limitaciones de todos nos pulen, ejercitan y labran. Todos somos corresponsables de cada uno y viceversa. Nadie puede decir que no es custodio de su hermano. Gn 4, 9; Est., X
    Un abad o abadesa ejercen bien su servicio si eliminan la malsana codependencia y hacen fluir la vida en fraternidad. Toda la fecundidad de la vida monástica depende de la calidad de la vida fraterna en común, por el contrario, perderá su razón de ser si se olvida esta dimensión del amor cristiano, que es la construcción de una pequeña Familia de Dios con los que han recibido la misma vocación. Si este testimonio público no se ofrece, la comunidad pierde su fuerza evangelizadora y ya no es la realidad que san Bernardo definió como Escuela del Amor. Juan Pablo II, 20/XI/1992
    En el c.63 Benito, actualizándolo al hoy de nuestra cultura, nos da tres caminos. Que cada cual guarde el orden, el puesto y el espacio que le compete en la comunidad, según la entrada en la vida monástica, las virtudes o servicios que posee, o la decisión no arbitraria del abad; sin molestar ni entrometerse donde no le compete. Que los jóvenes respeten a los mayores y los mayores amen a los jóvenes, repitiendo el instrumento 70 de las buenas obras, venerar a los ancianos y amar a los jóvenes. Además, que el joven le pida la bendición al mayor y le ceda de inmediato el asiento o cualquier otra precedencia. Que los más jóvenes; en cuerpo, psiquis o espíritu, ocupando el lugar que sea; sean tenidos en un proceso de formación permanente, hasta que alcancen la madurez en Cristo.
    Estas muestras de justicia y amor al estar atentas a la distancia vital que cada uno necesita, la amabilidad, urbanidad, cortesía y desarrollo personal; dan a cada uno lo que le corresponde, terminan con las peleas y envidias y hacen convivir en la Luz. Nos liberan de Legión, Mc 5 chillando y destrozándose en el cementerio; y nos hacen entrar en la calidez de la Casa de la Trinidad donde la comunidad vive sus conflictos en la reconciliación de Jesús.


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