153. El misterio monástico vivido en la mística monástica: 1 Cor 15
Les
vuelvo a recordar el Evangelio que les he predicado, que ustedes recibieron, en
el que permanecen fieles y son salvados. Les he transmitido, paradídomi en primer
lugar lo que me fue transmitido a mí. Que Cristo murió por nuestros pecados,
según la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día, según la Escritura.
Se apareció a Pedro y a los Doce, luego a más de quinientos hermanos al mismo
tiempo, a Santiago y a todos los Apóstoles, y por último también a mí.
Si la esencia del cristianismo es el Misterio de la Encarnación del Verbo que
por su Pascua nos revela a la Trinidad, de la que la Iglesia es su Ícono; la
muerte y resurrección de Cristo fue la máxima experiencia mística de la
transfiguración de su humanidad, que se diviniza y al divinizarse se humaniza
cada vez más. El primer Adán fue psiquis viviente, el último Adán, Espíritu que
irradia la Vida Nueva. En su muerte Cristo murió a nuestros pecados, con los
que cargó, y nosotros morimos al pecado. En su resurrección, Él y nosotros,
vivimos para Dios. Rom 6, 1-11 Ésta es la Gran Liberación del monacato cristiano,
vivida con menor o mayor intensidad y conciencia, al abismarnos en el Christus Centrum et Circumferentia Omnipraesens.
La mística es la el contacto cumbre del
hombre peregrinante, cuando Dios le sale a su encuentro con el Misterio del
Padre en Cristo por el Espíritu. No es privativa del cristianismo, está esparcida
de formas diversas en las religiones y culturas cual Semina Verbi. Su constitutivo consiste en la actuación de los dones
del Espíritu, al modo divino, I-II, 68, 1 con energías sobrehumanas sobrenaturales, que
sobrepasan nuestro modo humano, y lo
elevan a una experiencia de la Vida en la Verdad del Amor de Dios, del hombre y
del cosmos; aun en instituciones orgánicas personalizantes no institucionalizadoras.
En el monacato universal hay un consenso,
que será expresado en distintas formas,
y en el catolicismo adquiere su plenitud en la Singularidad de Cristo, pero
cuyo denominador común es rotundo. Los hombres somos disfuncionales, es
necesario que una Fuerza Sobrehumana nos salve, redima o libere, y entonces
entramos en un proceso de irnos funcionalizándonos. Se necesita un entusiasmo
muy especial, en Dios; una unción mesiánica, en Cristo; una inspiración, en el
Espíritu, para romper con la disfuncionalidad del descentramiento enloquecedor,
o esquizofrenia disgregante.
La Revelación nos dice que somos concebidos
en pecado original, cometemos pecados personales, y existimos en estructuras
sociales de pecado. La fe, el bautismo y el encuentro con el Resucitado nos liberan,
e iniciamos un camino de Amor. Éste camino puede ser transitado con las
virtudes empujadas por la razón iluminada por la fe y las gracias actuales, modo humano; o con los dones, carismas y
frutos del Espíritu empujados por el mismo Señor y Dador de Vida, modo divino. Las virtudes y los dones
tienen la misma materia, el bien honesto más allá del útil y deleitable, pero
los dones completan y llevan a perfección las virtudes y nos hacen dóciles para
escuchar y poner en práctica con prontitud las inspiraciones divinas. Es como
ser movido con gasolina o con energía de fusión atómica.
Está en nuestro libre arbitrio hacer actos
de fe esperanza y caridad. De los dones sólo podemos usar cuando la Trinidad
quiere. Esto se nota bien en los místicos y los santos y tiene analogías con
los héroes y los genios. Una cosa es escribir, y otra ser Doctor de la Iglesia
o Nobel de literatura. Los dedos de la
Madre me sacan el corazón. Sin Madre es imposible reintegrarse en la inocencia
y amar; sin Madre es imposible morir. Los místicos son poetas sin versos,
pintores sin pinceles y músicos sin notas. H. Hesse, Narciso y Goldmundo Así la mística entra en el desarrollo normal de la
semilla de la Gracia que pide llegar a ser flor, fruto y bienaventuranza y
clama por la divinización humana, lo superhumanum,
el unum necessarium. No es fenómeno extraordinario
de visiones, estigmatizaciones o inedias.
Quien busca la verdad, sea consciente o inconsciente de ello, busca a Dios. E. Stein El homo
monasticus, cual un arquetipo de la humanidad, creará a través de milenios,
en las distintas politéias, culturas y jurisdicciones monásticas, una mística
propia que gira alrededor de la liberación, iluminación, Moksha o bodi; huir
del samsara y las ilusiones de maya y los sufrimientos inútiles de los apegos,
o del pecado; para llegar a la unificación Mónos,
simplicidad en la Unitotalidad de Jesús, Centro de la infinita complejidad. Unión
con el Absoluto, suelto de todo en comunión con el Todo.
La
tradición del monacato primitivo
benedictino cisterciense tiene la suya en Jesús Amor Humilde. Orar Leer
Trabajar. El Padre del Silencio, el Verbo del Lenguaje, el Espíritu del Arte en
Encuentro y Koinonía. Búsqueda, Presencia, Ausencia. Indesligar la fidelidad a
la tradición de la reforma constante. Soledad, Deseo, Unión Esponsal Fecunda. Dulzura
Suavidad Compunción. Serenidad o Hesijía en la clausura, anticipo del paraíso,
hecha estabilidad y permanencia, méno en
Cristo. Pascua en Alternancias ininterrumpidas. Encarnación, Crucifixión, y Resurrección despuntando en Transfiguración y Luz tabórica; luminosa, catafática por el conocimiento; y oscura, apofática por el
amor, según la Escritura.
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