lunes, 18 de febrero de 2013


155. El Papa Benedicto da un sorpresivo golpe de timón a la Barca de Pedro: Jn 21, 15



    Jesús dijo a Pedro. Simón, hijo de Juan, me amas más que estos. Él le respondió. Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo, apacienta mis corderos. Le sentí decir a Pablo VI que había meditado varias veces y en profundidad sobre este Plus Amoris que Jesús le pide a Pedro, amor que no puede separarse de la verdad y de su fugaz vida. Es estar preparado para morir mártir, por amor a Cristo, la humanidad y el y universo. Jn 13, 36-38
    Aunque mis padres y abuelos me contaron mucho de Pío IX, León XIII, Pío X en especial por su santidad, y Benedicto XV; y sentí y leí bastante de Pío XI; el papa que experimenté por vez primera fue Pío XII. Su muerte me tomó de sorpresa estando en la Facultad de Medicina en 1958. Lo mismo me pasó con Juan XXIII, apenas saludé a los dos hermanos de La Dehesa que me habían venido a buscar al aeropuerto de Santiago de Chile el 03/VI/1963, me dijeron vamos a rezar el Rosario pues acaba de morir el Papa. Estaba presidiendo una concelebración en la Misa de la Transfiguración el 6 de enero de 1978 cuando alguien se acercó y me susurró, Pablo VI ha muerto de pronto en Castel Gandolfo. Por desayunar un café cuando un hermano afligido, rompiendo el silencio me dijo bajito, el Papa ha muerto, le murmuré, sí el mes pasado. Él replicó, no Juan Pablo I fue encontrado muerto en su dormitorio. Preparaba la sacristía en la noche de la octava de Pascua del 02/IV/2005, cuando el padre José me avisó que Juan Pablo II había muerto. Íbamos a Migración en Morelia el 11 de febrero, y el hermano Alberto dijo, el Papa renunció. Mi impresión fue de orfandad, tristeza, desolación. Qué poderosa es la presencia de un Papa, tan lejos y tan cerca de toda la humanidad. Sentí mi vejez y también renunciar para entregarme más a orar, escribir y acompañar en Jesús. No me la aceptarían pues ya soy un emérito súper inútil, desaparecido por amor en la clausura monástica.
    Queridos hermanos cardenales. Los he convocado hoy 11/II/2013 a este Consistorio Ordinario Público, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios de manera reiterada mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer de forma adecuada el ministerio petrino. Soy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no sólo con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice. Les doy gracias por todo el amor y el trabajo con que han llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Jesucristo el Señor, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
    El Papa no debe presentar su renuncia a nadie, ya que no tiene autoridad humana alguna sobre él, sino según el canon 332.2, sólo ser libre al hacerla y manifestarla de manera formal. No obstante hasta ahora, la renuncia de un papa ha sido excepcional, no se sabe con exactitud cuántos han renunciado en 2.000 años pero de los 265 no pasan de nueve. La de Benedicto a sus 85 años y casi 8 de pontificado, es la primera desde 1415 con Gregorio XII, quien dimitió en el Concilio de Constanza para poner fin al Cisma de Occidente, y la segunda desde 1294, con san Celestino V que retornó a su comunidad monástica. Benedicto en el 2010 peregrinó a los Abruzos para venerar las reliquias de Celestino, el cual murió en la fortaleza de Fumone encarcelado por Bonifacio VIII.
    Recibimos con respeto y obediencia el golpe de timón que le ha dado a la barca de Pedro. No nos introducimos en lo sociopolítico, otros lo harán estudiando diferentes informes como el de los cardenales Herranz, Tomko y de Giorgi, dos tomos de 300 páginas sobre los que trabajan en el gobierno central de la iglesia; o el del obispo Viganò acerca de la Gobernación y la economía vaticana. Justo la falta de energías del papa hace necesario uno nuevo para enfrentar las problemáticas. Lo diáfano es que en estos momentos en que no pocos buscan mantenerse en el poder, Benedicto prefirió seguir el Evangelio del servicio y el desprendimiento en el amor, y dió un paso histórico preservando la primacía de la espiritualidad propia del sucesor de Pedro. Menos nos detenemos en opiniones tales como que tiene miedo a la Curia que le rechazaría sus pedidos de transparencia; y a la que le echaría en cara su hipocresía religiosa, el comportamiento de algunos que buscan el aplauso y la aprobación del público en lugar de servir a Jesús, y la condición a veces desfigurada de la Iglesia por las divisiones internas y los VatiLeaks; lo que es sacar de contexto las intervenciones de su elevada talla intelectual y ética, y de sus repetidos agradecimientos a la Curia Romana y al Vaticano, que con los claroscuros propios de pecadores perdonados que somos todos, hace posible el ministerio petrino. O peor, desfigurando su vida de total entrega a la Iglesia, afirmar que en el fondo no fue más que un teólogo a quien le gustaba tocar el piano.
    Buscamos cuál es el alcance y sentido teológico de su gesto, dentro de la Pastoral de Pastores. Primero, ha roto con un tabú que venía desde hace 600 años. La renuncia de Benedicto resultará útil para futuros Papas que alcancen una edad avanzada por los ambiguos avances de la medicina, pero puedan no tener energía para continuar guiando a la Iglesia. Los sucesores de Benedicto se verán más libres para seguir, o no, en su servicio hasta la muerte. Segundo, parece debió discernir entre dos posibilidades. Proseguir su ministerio cada vez más enfermo y sufriente, con una posible prolongada agonía en la que el gobierno eclesial cae en un impasse. O renunciar, privilegiando la enorme eficacia pastoral del ministerio de Pedro, que requiere este nuevo cambio mundial de época. Su elección para mí ha sido valiente, brillante, razonada en la fe, y propia de un gran teólogo y pastor. Sufrir y orar, lo puede hacer en el monasterio María Madre de la Iglesia, en el Vaticano, donde se retirará; pero la dinámica eficacia pastoral la debe tomar otro. Tercero, volvió a mostrarnos que puede nadar contra corriente y resistir su empuje, pues es un hombre libre, valiente, servidor inútil del Resucitado, sin apegos, un simple y humilde trabajador en la viña del Señor.
    Sería provechoso, si es que no somos ancianos como yo, leer algo serio sobre el envejecimiento y su proceso multifactorial que conduce a una pérdida progresiva de funciones, y las repercusiones para nuestro cuerpo, psiquis y espíritu que produce el deterioro celular. Lewis Wolpert, Por ti no pasan los años. La sorprendente naturaleza del envejecimiento. Los presbíteros te abrazamos, padre de los cristianos y de la humanidad y, mientras esperamos a tu sucesor para seguir apacentando por un poco de tiempo, en comunión con él a la Iglesia Universal de Cristo, guardaremos lo último que dijiste a los sacerdotes de tu diócesis, aun cuando parta, permaneceré cerca de ustedes en oración, y estoy seguro que ustedes estarán junto a mí, aunque yo estaré escondido para el mundo.

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