viernes, 1 de marzo de 2013


157. Transmentalización y Conciencia mística: Mc 1, 14-15



    El tiempo en que Dios interviene salvándonos, ha alcanzado su plenitud. El Reino de Dios está cerca. Conviértanse, metanoeîte y tengan fe, pisteúte en el Evangelio. Este tiempo, kairós no es cronológico, no está relacionado del todo con hechos mensurables, no hay relación entre pecado y mala fortuna, ni tampoco entre Gracia y buena fortuna. Se trata de convertirse, transmentalizarse, para tener la mente de Jesús en la koinonía de su Reino. Se trata que por iluminación adquiera una nueva conciencia. Nuestra conciencia puede ser de toda clase de entes, de sí misma, y pura conciencia o conciencia mística, puros de corazón, que ve y contacta al Padre, por la energía del Espíritu, en el Verbo hecho carne y cosmos.
    La Trinidad puede tener más o menos presencia o ausencia en mi conciencia, que es conocimiento compartido entre mi yo y lo que conozco. Dios, y sus mandamientos, pueden desaparecer de mi campo de conocimiento por largos períodos. Vivo di-vertido en vez de con-vertido al pozo de Agua Viva que mana en mi interior, cegado por piedras de apegos desordenados. El monólogo interno intercepta la Voz de Dios con zangoloteos diabólicos, en vez de simbólicos.
    La conversión me enfrenta a la alternativa entre cerrarme en mi egolatría o abrirme al amor de las Tres Personas de Dios, de los hermanos y de la naturaleza. Convertirse significa no enfrascarme en la búsqueda del propio sentimiento, éxito, prestigio o posición, sino hacer que cada día, la fe, la esperanza y el amor a la Trinidad se conviertan en lo más importante de mi jornada. Convertirse es percibir que el Resucitado habita por la fe en mi corazón, siguiéndolo de forma que su Evangelio sea la guía concreta de mi vida. Dejar que Dios me transfigure, dejar de pensar que soy el único constructor de mi existencia. Reconocer que soy una criatura finita, que dependo para todo del Dios Infinito, y sólo perdiendo mi vida y mis efímeros proyectos lo encontraré Todo en Él, a la luz de la Biblia y de la Iglesia. 
     Las tentaciones que nos acechan son muchas y tocan a mi vida personal y social. No es fácil ser fiel al sacerdocio, a la vida consagrada o al sacramento del matrimonio, practicar la compasión en nuestro camino cotidiano, dejar espacio a la oración y al silencio. Mi conciencia Inhabitada por las Tres Personas de la Trinidad, puede dispersarse en miles de creaturas y su falso yo, sin intentar vaciarse, huir y callarse atraída para aquietarse, Fuge Tace Quiesce, en la identidad del Yo Soy. Percibir lo creado desde la concentración en lo Increado, como la Virgen Inmaculada que nunca se movió por apego a creatura alguna. Esa pura conciencia, que vive en el Misterio del Trino Amor y su creación, es la mística de Jesús, hecha de memorial Eucarístico, de conocimiento de la Palabra, de amor a Dios a los hermanos y al trabajo.
    Una mística así sortea los peligros que tiene la ambigüedad de experiencias cumbres no discernidas. Importante hoy, donde el efecto del peyote, de una dopa, un psicotrópico euforizante, una histeria colectiva de fans, o un experimento paranormal o cuántico es llamado místico. Nos libera del vacío o nada patológica que se adueña de quien al volverse sobre su conciencia no encuentra a las Tres Personas que son su definitivo misterio en relacionalidad. Es la mística que va participando en la conciencia de Jesús, el místico supremo en su vida muerte y resurrección; donde conocimiento, amor y acción son Uno.
    Si no tomamos conciencia de nuestro pecado y desemejanza con la Trinidad y no iniciamos un serio proceso de transmentalización o conversión a esa Forma que es la de Cristo, la mística se desfigura. Una conciencia cristiana auténtica, fragmentada en la historia, vive en coherencia con la impotencia y fragilidad de la Cruz de Cristo, cierto indespegable de su resurrección, mas no triunfalista constantiniana o cientificista, sino escondida en el secreto del Padre. El Amor de Jesús, en el que tenemos que permanecer, Jn 15, 8-11 se manifiesta en la exposición desprotegida y desinteresada de los que viven de Él. Un Amor que perdona y cura la culpa con el perdón, alivia el sufrimiento, el sinsentido del absurdo, del egoísmo y la muerte, salvándonos a todos juntos al no desesperar de su Misericordia. El infierno existe, pero podría estar vacío de seres humanos. Nadie puede alcanzar, a través de sus fragmentos históricos, la Totalidad del Espíritu Absoluto, a no ser que su conciencia limitada se abra a la percepción del Otro Increado, y aún esto será fragmentario por toda la Eternidad, que jamás se identificará con la creatura.
    Este es el proyecto de educación, formación y transfiguración cisterciense. Vino la Forma a la que se debe conformar el libre arbitrio, pues sólo se puede recuperar la forma primera, si la reforma el que primero la formó. Esta Forma es la Sabiduría. Y la conformación consiste en que la Imagen realice en el cuerpo, lo que la Forma hace en el universo, desde el ángel más glorioso hasta el gusano más insignificante. Y todo lo hace sin que tenga que emplear coacción alguna. San Bernardo, Gracia y libre albedrío, 33
    Vertidos en la Luz, pasaremos a una conciencia pascualizada, iluminada, a la bienaventuranza de la catarsis del corazón que ve a Dios en la Forma sin formas porque Dios no es forma ni algo formado. Su Forma de Dios Fil 2, 6 integra todas las formas, cual la luz integra todos los colores. Mientas que el alma es anima se afemina dirigiéndose con facilidad hacia lo que es carnal; por el contrario, al ser animus o espíritu, no piensa sino en las cosas viriles o espirituales; y sin represión, no pierde los deleites sino que los pasa del cuerpo al animus, de los sentidos a la conciencia, en la Unidad de Espíritu. Guillermo de Saint Thierry, Carta de oro, 89, 198, 202 y 235. Oración 12º, 17-18 En peregrinación hacia el Reino Eterno, hasta que se acabe el tiempo y se cumpla el Misterio de Dios. Ap 10, 6-7

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