158. Monjes inhabitados por las Tres Personas de Dios: Jn
14, 21-26
Jesús
le dijo, el que me ama será fiel a mi Palabra, logos mi Padre lo amará, vendremos
a él, habitaremos moné en él, y el Espíritu le enseñará y
recordará Todo lo que he dicho. La máxima terribilidad que debemos enfrentar
los seres humanos es la posibilidad que tenemos de perder la fe en un Dios que
ha asumido nuestra humanidad y en el misterio pascual nos ha manifestado el
Misterio de la Trinidad, perder toda esperanza pequeña o grande lasciate ogni speranza, y perder toda
capacidad de amar y ser amado. Quedarnos aislados e incomunicados, sin comunión
alguna, en un infierno anticipado, una tierra
de oscuridad. Podemos convertir nuestra skené,
nuestra luminosa morada terrenal, en una cueva de ladrones terroristas, lestôn Mc
11, 17 destructores de la Vida; en vez de hacer de nuestros cuerpos
templos de aquel Espíritu que habita en nosotros, con el Padre y el Verbo. 1 Cor 6, 19
La
Bienaventurada Trinidad es un solo Dios, Poder, Sabiduría y Bondad Suprema.
Pero ha creado otra trinidad a su imagen y semejanza, el alma racional, la cual
incluye la memoria, inteligencia y voluntad, como huella de la Trinidad. Y la
creó así para que, si permanecía fiel a Él, encontrara su felicidad en esta
participación; y si se avertía de Él se sintiera desdichada en todas partes.
Impulsada por su propia voluntad; inducida por la sugestión, el placer y el
consentimiento, se alejó de la Suprema Trinidad y cayó en otra trinidad
contraria y repugnante, hecha de enfermedad, ceguera e inmundicia. La memoria
se hizo impotente y débil, la razón imprudente y tenebrosa y la voluntad impura
y manchada. La memoria era capaz de considerar la Simplicidad de la Potencia
Divina; al desplomarse se deshizo en tres partes con recuerdos de apegos,
gravosos y ociosos, apartándose de contemplar las realidades Eternas. La razón,
cuya misión consiste en discernir el bien del mal, lo verdadero de lo falso y
lo útil de lo nocivo; al caer perdió las tres pistas de la sabiduría, la ética,
la lógica y la física. La voluntad que debe amar la Bondad y Pureza Supremas se
precipitó en la triple concupiscencia de los bajos apetitos, de la mundanidad y
el dinero. Nada se puede estimar más infeliz que la muerte del alma por el
hundimiento de la memoria, la inteligencia y la voluntad. Por eso viniendo el
Hijo hecho hombre, nos devolvió la fe; por el Padre la esperanza, y por el
Espíritu el amor, restituyéndonos la verdadera felicidad. Bernardo, Var,
45
Jesús, hecho
pecado por nosotros, en la Cruz baja a la lejanía del infierno; ni allí nos
dejó ni se alejó de nosotros. Se siente abandonado, lo expresa con la interrogación del Salmo, y pega
un Grito atroz, su última articulación de lo Inefable. Dios Padre hace ir a
Dios Hijo al abandono de los que perdimos la Inhabitación y quedamos sin fe,
esperanza y amor. Y en la máxima paradoja del Único Dios, siguen los Dos unidos en el Dios Espíritu Santo. Nunca se podrá dar una demostración de Amor tan Alta por cada
ser humano. Me amó, fue traicionado, y se entregó por mí. Para volver a hacerme
hijo de Dios, se privó de experimentarse en su humanidad destrozada Hijo de Dios.
En esa Cruz, en esa oscuridad de toda la tierra hasta las tres de la tarde, Mc 15, 33 cuando el cadáver torturado y
sanguinolento del Dios de la Vida, queda colgado del Madero, podemos captar
nuestro pecado, nuestra aversión al diálogo con los Tres que me inhabitan, y lo
que nos exigirá nuestra liberación para reentrar en la perijóresis de la
Trinidad. Como el Padre me amó, también
yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi Amor. Si cumplen mis mandamientos,
mis proyectos, permanecerán en mi Amor, en mi Espíritu, como yo cumplí los proyectos de mi Padre y permanezco en su Amor. Les
he hablado de esto para que mi Gozo sea el de ustedes, y ese gozo llegue a su
plenitud. Jn 15, 8-11
El silencio la soledad, y la clausura de
los monasterios, y de los monjes y monjas, tendría que cifrarse aquí. Es lo que el
Espíritu nos recuerda. En austeridad, sobriedad y
simplicidad; analogías del Unum
Necessarium Monasticum; dejando lo superfluo, despejando lo que
obstaculiza, limpiando lo sucio, ordenando lo desordenado, creando espacios de
belleza vacía; permitiremos al desierto, sin imágenes, sentimientos, pensamientos palabras y obras
inútiles, entrar en nuestro interior.
No podemos hablar con muchos al mismo tiempo, y necesitamos conversar con Dios. Tengo que comenzar a olvidarme de mí, para
establecerme en las Tres Personas de la Trinidad, inmóvil y apacible, como si
mi alma estuviera en la Eternidad; sin que nadie ni nada pueda turbar mi paz, ni
hacerme salir de Ellas, sino que en cada momento debo sumergirme, con mayor
intimidad, en la profundidad de ese Misterio. Beata
Isabel de la Trinidad, Elevación,
21/XI/1904 Entonces sabré con san Arsenio, esté en Istanbul o en el Desierto, qué significa huir, callar y aquietarse.
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