jueves, 9 de agosto de 2012

111. María indesligable de Israel y la Iglesia es Madre y Mediadora de la Gracia: Ap 12


    Apareció en el cielo un gran signo, una Mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas en su cabeza. Está embarazada y grita de dolor por el parto. Y apareció en el cielo otro signo, un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Estamos en el medio del Ap, la congregación litúrgica ya se ha dado cuenta, con la apertura de los siete sellos y el toque de la siete trompetas, que la historia de la salvación es una lucha dramática y descomunal entre las fuerzas del bien y del mal, no sólo con minúscula sino con la mayúscula de satanás, el diablo y los demonios.
    La impenetrabilidad propia de la apocalíptica conlleva intransparencias y oscuridades que no se pueden iluminar del todo. Pero, aunque con mucho ruido y pocas nueces, tirados sobre futones y observando el cielo, atisbamos algo, con ojos de carámbanos luceros de la mañana, fijos en la Revelación. Hay elementos maléficos desconcertantes, enemigos crueles y amenazantes, que influyen en nosotros y en nuestras comunidades más allá de toda imaginación y verificación científica. Podríamos ser destruidos en cualquier momento, y nuestros cadáveres yacer en la plaza de la gran Ciudad, Sodoma Egipto Jerusalén, crucificados con el Cristo Orante Lector Trabajador.
    Se nos asegura la victoria final de la Resurrección, mientras oscilamos por extremos enloquecedores desde dentro y afuera; entre la insolencia devastadora del Mal, y la Gracia de Jesús salvándonos. Antes del signo, la séptima trompeta nos hace renovar la fe en el Reino ya establecido en Cristo, y en el Templo de Dios que está en el Cielo, con el Arca de la Alianza, desaparecida en el 587 aC. El Dios fiel, en el Mundo Nuevo todo lo recompone, está más allá de la catástrofe. Sin embargo, la congregación sabe que el enigma del mal prosigue; experimenta sus estacadas mañosas y estrafalarias, se siente al borde del abismo infernal.
    La aparición de la Mujer que es polisemiótica, Israel María y la Iglesia, tres Mujeres distintas pero indesligables en la Única Mujer Apocalíptica. Madres cada una a su manera del Mesías, Autor de la Gracia. Y del dragón envarado que es la misma serpiente del Edén, relevante síntesis de la Historia de la Salvación en cada uno de nosotros, el llamado diablo y satanás, seductor del mundo entero, pecador y homicida desde los orígenes, que busca devorar a Jesús. Todo nos muestra cual es el Proyecto del Señor y qué quiere que hagamos.
    María y la Iglesia de la Primera y Nueva Alianza seguirán dando a luz a Cristo y sufrirán interminables dolores de parto hasta ver a Cristo formado en sus seguidores. Gal 4, 19 Es un Cristo recién nacido en crecimiento, pero ya arrebatado por la Ascensión a la Eternidad. No se podrán distinguir bien sus desarrollos creativos. Al contrario, por momentos el envoltorio furioso del Mal hostil dará forma al contenido, la congregación estará a punto de zozobrar en las aguas diabólicas, y tendrá que despreciar su vida ante la muerte. Estas tribulaciones, de los que guardan los mandamientos de Dios y se mantienen firmes en el testimonio de Jesús, durarán un tiempo y tiempos y medio tiempo, tres años y medio, cuarenta y dos meses, 1260 días, es decir hasta el fin del mundo. Habrá que huir al desierto, al Silencio del Padre, la Palabra del Verbo, y el Encuentro del Espíritu. Acechados por las tentaciones del diablo como Cristo, discerniendo nuestro discipulado misionero amenazado sin cesar; vivir alimentados con el Pan y el Vino del Maná, liberados de la esclavitud, vencer al mal espíritu.
    Una de las Mujeres, María, sin separarse de las otras, ha sido resucitada y elevada en cuerpo y alma al seno de la Trinidad. También Ella fue conminada por la serpiente en su calcañar por un río demoníaco, pero el Mesías aplastó la cabeza de la serpiente, Gn 3, 15 y la tierra abrió su boca y la salvó de la corrupción de la muerte. Es la tierra, separada del mar, del día tercero, Gn 1, 9-13  que produce toda clase de vida y hace surgir al Nuevo Adán y de su costado a la Nueva Eva. Gn 2, 18-25 Ella lejos de alejarse, al estar con Dios y en Dios, está más cerca de cada uno de nosotros. Cuando peregrinaba en la tierra, sólo podía estar junto a algunas personas. Al estar ahora en Dios, quien está cerca y dentro de nosotros, ella participa de esa cercanía de Dios. Ella conoce nuestra mente, escucha nuestras oraciones, nos ayuda con su bondad; y podemos poner nuestra vida en manos de esta portentosa Mujer Esposa y Madre de los vivientes, prototipo de la Iglesia y mediadora, subordinada a Cristo, de la Gracia Increada y creada. Para que al ver en esta lucha draconiana cómo son destruidas las grandes o pequeñísimas casas terrenales, epígeios oikía de nuestros emprendimientos evangelizadores, tengamos la firme y audaz esperanza en el Dios  de la Palingenesis que las reconstruye transfigurándolas, en esta vida, y en la Skené ajeiropoíeton de la Vida Trinitaria, una vez vencido el dragón, la bestia y el falso profeta. 2 Co, 5, 1-5 y Ap 21, 10

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