miércoles, 25 de junio de 2014

201. Benito, humildad y exaltación, de Babilonia al Cenáculo, Hech 2, 5-11, Jn 7, 54-57
 

    Todos los oímos proclamar en nuestras propias lenguas las maravillas del Señor. El Cenáculo se ha transfigurado en un inicio de la Nueva Jerusalén. Entre Babilonia, adonde después del cainismo y el diluvio, lleva el drama del pecado original, y la Ciudad de la transhistoria, está el Cenáculo. Con el servicio mutuo del lavado de los pies más allá de toda exclusión antipatía y fastidio, el mandamiento nuevo del amor, el sacerdocio, la Eucaristía, las apariciones del Resucitado y la visita del Paráclito que descendió sobre María y los 120 discípulos, dando lugar a la Iglesia en Salida. Todo rompecabezas de diferentes se recompone, en la alegre coincidencia de los opuestos.
    Babilonia es la confusión y dispersión en desunión debido a la soberbia e ignorancia desastrada que nos hace imaginar que nuestros lenguajes, ideologías y tecnociencias nos pueden levantar al Cielo. En la Revelación primero debe caer Babilonia, refugio de demonios, que con sus encantos y prostituciones sedujo a todos los pueblos, Ap 18 antes que se realice la boda del Cordero con la Nueva Jerusalén que baja del Cielo cual puro Regalo de Jesús. En el entretiempo de nuestras pequeñas y humildes obras, c. 7 eso lo comienza a hacer el Cenáculo de la cultura del Encuentro. En vez de oponernos y contradecirnos por nuestros dimes y diretes, el Espíritu crea la Unipluriformidad. Diversas lenguas convergen por el Verbo en un solo Padre. El pecado, no los rascacielos como el de Dubái de 828 m, sino las torres que quieren por sí mismas meterse en el Cielo. Como esto es imposible para nuestra naturaleza, hemos de pedirle al Señor que nos conceda la asistencia de su Gracia. Pról., 41 Ésta incluye, nunca excluye. Por el pecado todo lo desconciliamos. Jesús Hagnós Inmaculado vuelve a reconciliarlo en los Tres.
    Si no fuera por todos, nadie sería nada. Pero lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre. Mafalda de Quino Contra esta tiranía del poder injusto, Jesús es claro. A nadie en esta Tierra llamen Padre, o Madre, porque no tienen sino uno solo, el Padre que está en el Cielo. Y ustedes son todos hermanos. Mt 23, 8-9 Nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Mt 11, 27 La misión conjunta del Paráclito lo refuerza. La prueba de que somos hijos, y en consecuencia todos hermanos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo, Abba, Padre. Ya no somos esclavos sino hijos. Gal 4, 6-7 Querer ser padre patrón es enzarzarse en imponer mis propias voluntades de tirano iluminado sobre los otros. En vez de buscar todos juntos en comunión y discernimiento crítico el hágase Padre tu Voluntad en la tierra y en el cielo. Esto no quita el servicio de los superiores, quienes deben ser notables por su discreción y claridad de lenguaje. Diálogos, 3   
    Cada comunidad monástica es figura de la Iglesia, signo e instrumento de la unión de los hermanos con la Trinidad, entre ellos y con el universo. Nadie es cristiano a título individual, sino en pertenencia eclesial. No se puede conocer a Jesús sin conocer y amar a su Iglesia y a mi familia o comunidad concreta. Evangelizar al Resucitado pide preparar, discernir, desaparecer. Benito, que después de comulgar muere de pie, sabe que tiene prohibido anunciarse a sí mismo. Sólo debe prepararle el camino a la Totalidad de Cristo. Enseñar a distinguir la verdad de la mentira, con el discernimiento madre de todas las virtudes. Y abajarse, disminuir y desaparecer para que el Señor crezca en sus hijos. Creer Discernir Evangelizar.
    El Cenobio es una Escuela al servicio de Jesucristo. Vengan a mi Escuela, carguen con mi yugo, y aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán el descanso para sus psiquis. Mt 11, 28-30 Sin descuidar las relaciones horizontales, cc. 63 y 69-72, Blog 4 el acento está puesto en la verticalidad. En Jesús Maestro, Señor y Padre de quien hay que aprender, a quien hay que servir cual la Imagen de Dios Padre. Para Benito la paternidad del abad o la maternidad de la abadesa, vicarios de Cristo para el monasterio, están muy por encima de toda fraternidad fácil. Sin Padre y Madre no hay posibilidad de hijos ni de hermanos. Esta es la gravitas, el peso del carisma benedictino, contra toda levitas o frivolidad, toda insoportable levedad del ser. Milan Kundera
    El paternalismo tiene peligros, cuando es castrador, deja en la inmadurez y codependencia a los hermanos, o se vuelve despótico. El peligro del fraternalismo, diferente de la fraternidad rodeando en koinonía al Resucitado, es hacer de la comunidad una consulta psicológica, una empresa u ONG humana sin una antropología seria trascendental y relacional en la Trinidad. El ser humano, varón y mujer, no es un espíritu encerrado en un cuerpo, y menos uno más en el conjunto de la naturaleza, pura materia en evolución. Sus relaciones y su trascendentalidad superan todo el universo creado. El Dios de Abraham de Isaac y de Jacob, el Padre de Jesucristo, se ha hecho en el Espíritu Santo, el Misterio Supremo del hombre. Eso es lo que Benito deja claro.
    Por ello el Prólogo comienza con el Escucha, hijo, los preceptos del maestro. Cumple con eficacia la admonición del padre piadoso, a fin de que retornes por el trabajo de la obediencia a Cristo de quien te habías apartado por la desidia de la desobediencia. Ese maestro y padre es Benito, el abad. Pero termina, por el proceso de la politéia monástica y la fe, dilatado el corazón, se corre con la inenarrable dulzura del amor, por el camino de los mandamientos de Dios. De modo que no apartándonos jamás del Magisterio de Jesús, perseverando en su doctrina hasta la muerte en el monasterio, participemos en su Pasión por la paciencia, y merezcamos acompañarle en su Reino. San Benito ha desaparecido, sólo queda la Luz del Crucificado Resucitado.
    Resplandecen las tres virtudes teologales. Desaparecer creyendo, fundamento de la espiritualidad. Desaparecer amando, su total elevación. Desaparecer esperando en Dios y en su Gracia. 4, 41, 7, 39  Porque al Orar Leer Trabajar, huyendo de la ociosidad que es enemiga del alma, 48, 1 llegaremos a las más altas cumbres, pervenies. Su última palabra, reafirmada con un rotundo Amén.
    Como su enfermedad se agravaba, al sexto día se hizo llevar por sus discípulos al Oratorio. Allí se fortaleció para la salida de este mundo, con el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y apoyando sus débiles miembros en manos de sus discípulos, permaneció de pie con las manos levantadas al cielo. Y exhaló el último espíritu entre las palabras de la oración. Diálogos, 37
    El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo vivo por mi Padre, el que me come vivirá por mí. La Eucaristía revela el proyecto de Amor que guía toda la historia de la salvación. En Ella el Dios Trinidad, que es el Amor, se une a nuestra humanidad pecadora herida de soberbia. Bajo las apariencias de pan y vino, Jesús se nos entrega en la cena pascual, en muerte resurrección y Retorno Final. Nos comunica su Vida Divina en este Misterio de la Fe que no es otro que el Misterio del Amante del Amado y del Amor en el que participamos por Gracia.
    Al autorevelarse en la Eucaristía, al darse a comer y beber Él mismo, Jesús nos revela nuestro propio Misterio. Ese que nunca podrá darnos una antropología inmanente centrada en el hombre y en las criaturas, en las solas ciencias psicologías y filosofías humanas. La soberbia de preferir comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, Gen 2, 9 decidir por mí mismo qué es bueno y que es malo sin preguntar a Dios y a su Pueblo al que pertenezco, siga tan activa en nosotros como en Adán y Eva.  El séptimo grado de humildad consiste en que no sólo se proclame con su lengua el último y más vil de todos, sino que lo crea así con íntimo sentimiento del corazón, diciéndose soy un gusano no un hombre, oprobio de todos y deshecho del pueblo. Bueno fue aprender la humildad, así encontré los Mandamientos de Dios.
    Diferenciemos entre humildad, humillar y humillado. La humildad es una virtud o energía muy propia de Jesús que consiste en la moderación del deseo desordenado por mi propio ego o excelencia. Humillar es un pecado sádico, y a nadie le está permitido cometerlo. El humillado es un neurótico alfombra masoquista, le gusta que lo pisen, rechacen, castiguen y lo muelan a palos injustos. La humildad que nos pide la pertenencia al Pueblo de Dios es estar contento de ocupar el último lugar, ceder el sitio a los otros para que crezcan, yo disminuya y Dios se manifieste, y vivir bien con las diferencias generacionales, jóvenes Promesa, adultos Servidores, Ancianos Memorial. La Eucaristía, el Hombre Dios lavándonos los pies y alimentándonos, nos hace a todos esclavos inútiles, cooperadores con el plan de Dios. Blogs, 180, 181, 182
    Cristo nos muestra la verdadera antropología teológica trascendental. Mi misterio no soy yo, sino el Padre el Verbo y el Espíritu inhabitándome. El varón y la mujer, distintos y complementarios, en relación con Dios los ángeles los hombres y el cosmos somos imágenes y semejanzas de la Trinidad. En consecuencia nuestro alimento no puede ser sólo el pan material. Tiene que ser el Pan de la autocomunicación de las Tres Personas en el Verbo hecho carne, la Imagen Suprema del Dios Invisible, el Primogénito de toda la creación, en quien y para quien conexisten todas las creaturas. Col 1, 15-17 Vivo por Él. La humildad es el olvido de mi egolatría reemplazada por la Presencia de la Trinidad, mi verdadera identidad y misterio. Lo más contrario a la humildad es la preocupación por mi egoísmo. Dado que en el monacato no hay otro fin que la búsqueda de Dios, si no hay humildad enloqueceré tarde o temprano.
    La Eucaristía nos libera de las idolatrías e ilusiones de pensar que mi felicidad puede venir de afuera, de las creaturas, cuando yo ya soy la fuente viva de toda felicidad. Al tenerlo a Jesús por la fe en mi corazón, de mi seno brotan torrentes de Agua Viva. De ahí que la Felicidad perfecta no puede obtenerse en esta vida, sino en la Vida Eterna, en la Luz del Resucitado. Mientras peregrinamos podemos, sin embargo, alcanzar una felicidad imperfecta que consiste en la vida verdad y amor de la Trinidad en Todo y en ser virtuoso. Y de manera instrumental, añadiduras prótesis, en la salud del cuerpopsiquis y en los bienes creados, ninguno esencial sino accidental.
    Son instrumentos creados de la Infinita Melodía de Dios. Pianos, tambores, trompetas sobran, y a ninguno de ellos debo apegarme. Pobre de mí si cada vez que una persona o una cosa añorada se van, mi orquesta dejara de sonar. Cuando te amo, te quiero independiente de mí, no pegado a mí sino enamorado de la Eucaristía. Necesidades pecaminosas nos hacen equivocar el Camino. Yo en Cristo, ya soy la felicidad, la vida la verdad y el amor. Si me duermo en el pecado, entonces nacen las fantasías, las ilusiones y las miserias de que soy infeliz porque me falta esto o aquello. Si oprimen el botón de la alabanza, estoy eufórico. Si el de la crítica, caigo en la depre. La Eucaristía nos despierta de ese sueño, pesadilla de tinieblas y sombras de muerte. Despierta tú que duermes. Come la Carne y bebe la Sangre. Tienes la Totalidad de la Felicidad. Benito nos muestra que la única bienaventuranza está en tomar por guía el Evangelio, al mismo Jesús, caminando de Babilonia al Cenáculo, y del Cenáculo de la cultura del Encuentro, al Reino de los Cielos. Pról., 21
    

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