jueves, 27 de marzo de 2014

193. No traicionar, destruyendo, lo que estamos llamados a edificar, Rom 8, 1-8



    No hay condenación para aquellos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la Ley del Espíritu, que da la Vida, nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. A medida que maduramos en la vida espiritual comenzamos a sentir, cada vez con mayor intensidad, el tironeo entre el hombre nuevo y el hombre viejo. Blogs 27 y 30, Integrar el Doble que lleva cada uno. El Doble y Cristo en la interrelacionalidad Es como si nos habitaran dos fuerzas. Captamos que el demonio adquirió un cierto dominio sobre nosotros, aunque permanezcamos libres.
    En el mismo momento en que queremos asentir a la Palabra, aparece el rechazo, la impotencia, hasta la burla diabólica de que es ridículo que la Palabra se pueda hacer carne en mí. En vez de ir plasmando al Resucitado por la fe viva, concibo malos espíritus. El pecado del mundo, el rechazo de que Jesús sea mi redentor, salvador y liberador, toma fuerzas inauditas. El combate tiene sus altibajos, con momentos rayanos en la locura o esquizofrenia pneumática. Si no lucho para adherirme a la Trinidad, el doble satánico se fortalecerá y alcanzará sus victorias.
    Sólo la Gracia logrará unificarme, aclarándome e integrando tres estratos. El del personaje, cual el de una película, que manifiesto. Otro más hondo, diabólico que se rebela y se ríe de los caminos de la Biblia. Y el último, en las profundidades, que contactan a las Tres Personas de Dios. Tengo que hacerme cada vez más consciente de la lucha que hay entre los tres. Al personaje confrontarlo con las formas evangélicas de Jesús y de sus santos. A la ley del pecado con la humildad más plena. Y al Sí Mismo profundo con el Infinito Amor de los Tres. Jesús Amor Humilde.
    María en el Magnificat no dice que se alegra porque Dios ha mirado su inmaculada concepción, su virginidad, su matrimonio con José, o su bondad y dulzura. Sino porque el Señor miró la humildad de su esclava. Eso es lo que Dios ve. Debemos aprender esta sabiduría de automarginarnos, para que Dios nos encuentre. No nos encontrará en nuestras seguridades y cumplimientos. Nos encontrará en la marginación de nuestros pecados, en nuestras equivocaciones, en nuestras necesidades de ser curados y salvados. La humildad cristiana no consiste en decir, yo no sirvo para nada. La humildad consiste en decir la verdad. Y mi verdad es que soy un pecador. Unida a otra Verdad más grande. Dios, que es mi suprema identidad, me salva. Cuando me siento marginado en mi pobreza, nunca en mis seguridades, el Amor Infinito deshace las elucubraciones del miedo infernal.
    José haciendo las veces de padre cuidó de Jesús. Es el protector de la Iglesia y de todos los trabajadores que con sus labores cuidan de los demás. Cuidar es guardar y asistir a alguien, o a algo, con esmero para que se conserve bien. Poner atención e interés en cuanto hacemos en su favor. También es custodiar. Lo que no se cuida ni custodia se destruye. José, con su discreción silenciosa y humilde, nos muestra cómo evitar la negligencia, la hipocresía del descuido con los hermanos y las cosas que se nos han encomendado para siempre. En una sociedad dominada por el marketing y la irresponsabilidad, los hipócritas se disfrazan de buenos. Ponen cara de  estampillas perimidas. Trabajan para hacerse ver. Se sienten mejores y más preparados que los demás. Se justifican a sí mismos. Atan pesados fardos que ellos no mueven ni con un dedo. Son siempre víctimas que no cuidan de sus hermanos. Menos de los vasos sagrados del altar, que son los utensilios del monasterio. 
    La hipocresía es un síntoma de que estamos lejos de Cristo. El hipócrita no tiene necesidad de Dios. Niega su vocación, se salva por sí mismo y se viste de especialista. El signo de que retornamos, nos convertimos, volvemos a la Casa del Padre, es que cuidamos y custodiamos a nuestros hermanos necesitados. Socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda. Ocúpense de ser fieles a su llamado y al seguimiento de la Estrella Radiante. Ap 2, 28 y 22, 16
    Llevemos adelante la obra que el Proyecto Eterno de Dios nos ha encomendado. No seamos traidores destruyendo lo que tenemos obligación de edificar. Cuidemos del enfermo, del pobre, del encarcelado, del ignorante, de la ecología. Pongamos de pie lo que está por derrumbarse. Ésta es la piedra de parangón. José es el prolegómeno de la Resurrección. Nunca permitió que Jesús y su Cuerpo fueran destruidos. Se le apareció al arquitecto Gaudí para que erigiera el Templo de la Sagrada Familia, en Barcelona, y manifestara la importancia absoluta de las familias santas, sabias y prudentes en la construcción de la sociedad. Permitir en obediencia, que otros nos destruyan, vaya y pase en el Misterio Divino. Surgirá una supraforma. Pero que nosotros mismos destruyamos lo que nos habíamos comprometido cuidar, muriendo y por toda la Eternidad, es deleznable traición. 
    Los hipócritas negligentes no saben cuidar ni custodiar. Se construyen una coraza. Una especie de contracción crónica muscular y tisular. Una armadura defensiva para no salir a la búsqueda de los que necesitan auxilio. Llenos de sí mismos están ciegos para mirarse y mirar a los que tienen a su alrededor. Si caminamos a la Luz del Resucitado, Él nos hace ver cómo cuidar y sanar nuestras heridas y las de los otros. Ese es el signo clave de la conversión. Esa es la presencia discreta del Cuidador y Custodio en la comunidad eclesial.
    Cuando crece la hipocresía negligente entonces el Doble de la miseria moral me convierte en esclavo del pecado, los vicios y delitos. Todo el problema de la pornografía no es un efecto de la mentalidad puritana ni de un estrecho moralismo. Ni fruto de un pensamiento cargado de maniqueísmo. Se trata de una importantísima y fundamental esfera de valores. Está en juego la dignidad de la humanidad, el carácter personal y la elocuencia del cuerpo humano. Juan Pablo II, Catequesis del 29/IV/1981
    Muchas familias mexicanas viven asustadas y angustiadas porque algunos de sus miembros, en especial jóvenes, son codependientes del alcohol, las drogas, el juego, la pornovisión o el crimen organizado. Muchos han perdido la ética de la vida. Sin el gozo de la esperanza, están privados de sanas perspectivas y planificación del futuro. Varios se ven coenvueltos a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas. Sin igualdad respecto de los derechos a la educación y a la salud. Sin un trabajo, que les quita la dignidad de llevar el pan a sus hogares. Cuales los pobres, los aborígenes y los inmigrantes discriminados.
    Esta forma de miseria es causa de ruina económica y va unida a la miseria espiritual. Esta nos golpea cuando nos alejamos de Jesús y rechazamos sus caminos. Si consideramos que no necesitamos que el Resucitado nos tienda la mano. Porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos. Nos encaminamos por un sendero de rotundo fracaso. Jesús es el único que en verdad redime, salva y libera. El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual.
    Por ello en cada ambiente el católico está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido. Que Dios es más grande que nuestros delitos y pecados. Que estamos hechos para vivir como buenos vecinos que se respetan y aman, se cuidan y custodian. Sin hacernos daño alguno.
    En los últimos 14 meses llevamos 25.000 muertos. Intercedamos por todas las víctimas. Y hagamos un llamado apremiante a los hombres y mujeres del crimen organizado. María, la humilde embarazada mestiza de Guadalupe, la Esposa de José, no los ha abandonado ni los abandonará jamás. Ustedes son nuestros hermanos. No los juzgamos ni condenamos. México no está dividido. Pero, por favor, cambien de vida. Integren al Doble y retornen al Confesionario como el Papa. Sean responsables, dejen de hacer el mal. Aléjense de la corrupción y la iniquidad. Sabemos que es penoso escabullirse de esas mafias. Basta con ver Traffic de Steven Soderbergh. O los ejecutados, desaparecidos torturados y descuartizados, por querer desembarazarse de esas organizaciones delictivas. Inténtelo con las inspiraciones del Espíritu, el apoyo de buenos familiares y amigos y el contacto con la comunidad internacional. Integren al Doble que los arruina. Recen por nosotros. Nosotros lo hacemos por ustedes.
    Esta vida que ahora llevan no les traerá nunca la felicidad. El poder, la fama y el dinero que poseen de tantos negocios sucios, de tantos secuestros y crímenes, es dinero, fama y poder ensangrentados que claman al Cielo. Sepan que las puertas de la Iglesia están abiertas para ustedes. No sean ingenuos. En Justicia tendrán que pagar sus pecados y delitos. Como nosotros. En esta vida o en la otra. Mas lo harán en el gozo de estar abrazados y reconciliados con sus hermanos. Y todos juntos, liberados de la ley del pecado y de la muerte, no estropearemos lo que el Creador nos pidió levantar. Con la Virgen y José recapitularemos Todo en Cristo. Estaremos inscritos en el Libro de la Vida del Cordero. Ap 21, 27

   


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