martes, 7 de enero de 2014

186. Desear a Jesús con más intensidad en los cambios anímicos: Sal 42


    Como el ciervo sediento busca las corrientes de agua. Así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente. Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios. Las lágrimas son mi único pan de día y de noche. Mientras me preguntan sin cesar. Dónde está tu Dios. Mi alma está triste y deprimida. Un abismo llama a otro abismo. Con el estruendo de tus cataratas. Tus torrentes y tus olas pasaron sobre mí. Espero en Dios y volveré a darle gracias. A Él, que mi Salvador y mi Dios. Un levita desterrado en el monte Hermón, muy lejos del Templo de Jerusalén donde experimenta a Dios, siente lo que son las contracorrientes de nuestros estados espirituales, psíquicos, somáticos, sociales e históricos.
    Las coincidencias de los opuestos de Nicolás de Cusa. 1400-1464 La estructura última del simbolismo religioso. H. Catalá, La expresión de lo divino en las religiones no cristianas La feroz ley de la enantiodromia, contracorrientes psíquicas diferentes de la líbido y de la voluntad de poder. De esa ley sólo escapa quien sabe desprenderse de lo inconciente. No reprimiéndolo sino afrontándolo con resolución e integrándolo. Como algo distinto del Sí mismo. El paciente ha de saber distinguir entre lo que es su yo verdadero y el no yo o psique colectiva. Carl G. Jung, Lo inconciente Los revoltijos de nuestras hormonas y neuronas. Pulsiones sexuales, digestivas y cardíacas. Participación en el Misterio Pascual de Jesús. Entre muerte y Vida.
    El yo, cual conciencia de la persona, funciona en constante cambio de alternancias. Es un complejo de las energías más diversas a las que da una cierta coherencia y continuidad. Las energías negativas y positivas se intercambian. La heroicidad se hace mediocridad. En un instante puede pasar de la euforia a la depresión. Del consuelo a la desolación. Del gozo a la tristeza. De la creatividad a la paralización. Del buen humor al mal humor insoportable. Y viceversa. Las sombras nos hacen sentir incómodos con nosotros mismos. Tienden a romper los cánones de adaptabilidad y supervivencia. Pulsan por expresarse. La lujuria y la ira son paradigmáticas. Pero una simple imposibilidad de eructar. Un leve bajón de glucosa. O un asomo de lumbago. Pueden alterarnos hasta especies de agonías. Lo contrario aliviarnos.
    Ni la búsqueda de Jesús, y la evangelización, se salvan de estos altibajos. De ahí la importancia del si revera Deum quaerit, si de verdad busca a Dios, primer criterio de vocación monástica en san Benito. 58, 7 Y comprometerse con alcanzar las altas cumbres, perfice, pues llegaremos, pervenies. 73, 9 Una plasmación de la epéktasis revelada por Pablo. Cristo me alcanzó. Pero yo no pretendo haberlo alcanzado a Él. Olvidando el camino recorrido me lanzo hacia la meta en Cristo Jesús. Fil 3, 10-14 Estamos en las fuentes de la mística cisterciense y de nuestra lucha cotidiana. Buscar sin cesar a la Trinidad para encontrarla. Y habiéndola encontrado, revestidos de su fuerza, lanzarnos otra vez a buscarla, por toda la Eternidad. Todo alcance está tarado por mi finitud. Una vez logrado, gozado o no de acuerdo al estadio de mis ganglios  linfáticos, siento su cortedad y lo liquido. Tengo que lanzarme hacia otra epifanía. 
    Entre los 34 y 45 años no cesé de leer el Memorial de Pierre Favre, 1506-1546 un vendaval de deseos. Se debió a que el padre Fiorito me hizo encontrar con ese libro. Y a una moción de Jesús resucitado que tuve, el 2 de agosto de 1968 ante la Eucaristía expuesta en el Sacré Coeur de Montmartre, París. Allí, el 15 de agosto de 1534, mientras Pierre recién ordenado celebraba la Misa, el primer sacerdote de la Compañía, Iñaki y sus seis compañeros hicieron sus votos de pobreza, castidad y obediencia. Cada día me voy haciendo más inútil. Lejos estoy de militar mejor en mi milicia, y correr mejor en mi carrera. Con esto no dejo de predicar en sus tiempos y lugares y oír confesiones. Doy también los Ejercicios a los que piden y son muchos.
     No hay creatura alguna que me llene. Ni razas de cocker o lulú. El fluir de la vida nos apareja otros opuestos movimientos de escalofrío. El paraíso se pierde cuando uno menos se lo espera. Las personas se hacen mayores a su ritmo. Toman rumbos distintos. Con el paso del tiempo surgen pequeñas diferencias. Grietas apenas perceptibles. Y esas grietas y diferencias dejan de ser pequeñas. Se vuelven insalvables. H. Murakami, Los años de peregrinación del chico sin color No hay logros ni triunfos definitivos. Ni estados místicos que puedan saciarme. Ni misiones concluidas. Hay que volver a empezar. La Meta nunca se alcanza. Vengan a tomar agua todos los sedientos. Sus pensamientos no son los míos. Ni los caminos de ustedes son los míos. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos, a los caminos y los pensamientos de ustedes. Is 55, 1-9
    Busquen siempre su Rostro. Sal 105, 4 Cada epifanía es la manifestación de Jesús en cada uno de nosotros. Tienen que producirse infinitas epifanías en mí. Hay zonas oscuras de mi ser donde la Luz del mundo no se ha manifestado. Tal el contagio de la mundanidad, que se esconde detrás de apariencias de espiritualidad. Incluso de amor a la Iglesia. Consiste en buscar, en lugar de la Epifanía del  Dios Absoluto, la manifestación de mi persona creada y pasajera. Es lo que Jesús reprocha a los fariseos. Cómo es posible que ustedes tengan fe. Ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios. Es un modo sutil de buscar nuestros propios intereses y no los de Jesucristo. Jn 5, 44. Fil 2, 21 Aun cuando sea una zona de claridad, repetimos, su finitud no termina de saciarme. Mi deseo del Verbo mira al Infinito. No me conformaré, ni yo ni los demás, con menos.
    La espiritualidad y misión dependen de lo que hago con el fuego de mis deseos. Tanto en el manejo de mis sufrimientos, como de mis alegrías. Sin deseos, propósitos y elecciones nos volvemos estériles en nuestra vida espiritual y en nuestra misión. Ambas son dos caras de la misma moneda. Iñaki enfatiza el aprender a elegir siempre a Dios y luego los medios para ir a Él. No como quienes, por sus apegos desordenados, hacen del fin medio y del medio fin. Cual los que eligen primero casarse, u otra vocación, lo que es un medio. Y luego servir a Dios en el casamiento. Lo primero es servir a Dios, que es el fin, y lo segundo es casarme, si más me conviene, que es el medio. Mi deseo del Resucitado pone todo lo relativo a mi vocación en su sitio correcto. El apego a una vocación donde yo encontraría a Dios, hace insuperables las dificultades. Ejercicios, 169
    El empuje divino de una comunidad no está en su organización, aunque ésta no puede ser descuidada. Está en las profundas corrientes del Espíritu. Él nos muestra los Proyectos del Padre. Y nos dilata en salida hacia los Pléromas de Jesús. Es necesario divinizar nuestro corazón. Trasplantarse el Corazón de Jesús, cual santa Lutgarda. 1182-1246 De otro modo formamos discípulos misioneros deformes. Luego estos informes deforman a enteras comunidades eclesiales. Hasta con baratas terapias psicológicas de pensamiento positivo. O bienestar humano autocentrado. En vez de dar verdadero acompañamiento espiritual. Buscar la Epifanía de la Trinidad que nos diviniza por su Pasión y Resurrección.
    Es un gran bien buscar a Dios. No conozco otro semejante para el alma. Es el primer regalo que se recibe. El último a conseguir en plenitud. Ni cuando lo encontramos dejamos de buscarlo. No se lo busca con los pasos de nuestros pies. Sino que lo buscamos con nuestros deseos. Y el feliz encuentro no extingue el santo deseo. Al contrario lo prolonga, poniendo más aceite en la llama.Desbordará la alegría. Pero el deseo y la búsqueda no tendrán fin. San Bernardo, SCant, 84, 1 Queremos ser cristianos. Esto significa, tener los mismos sentimientos de Cristo. Pensar como Él. Amar como Él. Llevar la Cruz como Él. Gustar como Él. Mirar como Él. Transfigurarnos como Él. Actualizar hoy aquello que Él ha hecho. Con los mismos anhelos de su Corazón que por amor se vació. Quien sigue a Jesús, debe estar dispuesto a vaciarse de sí mismo. Ser tan pobres como el vacío y la nada. Igual que la Virgen Vacía. Ser hombres que no viven centrados o llenos de sí mismos. Porque nuestra Epifanía, Centro Plenitud y Constante, está en mostrar al Resucitado. Para que los que me ven, olviden que yo existo, y no piensen sino en Él. Cardenal Newman
    

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