sábado, 16 de noviembre de 2013

182. Humildad no es fervorín ni tragedia sino drama pascual: Mt 11, 28-30


    Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y Yo les daré el descanso. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de Mí, porque soy manso y humilde de corazón y encontrarán el Descanso para sus psiquis. El camino de la humildad si no está unido a una fe amante y una esperanza planificadora que se dirigen a un amor iluminado, como lo ha advertido la psicología contemporánea, puede ser peligroso y llevarme al desastre psicoespiritual. El Descanso, anápausis Heb 4, 3 es la Vida Eterna y su inicio en nuestro peregrinar. La humildad es la ruta de una vida. En cuanto a la escala misma así erigida, representa nuestra vida en el mundo, que a medida que se humilla el corazón, eleva el Señor hasta el Cielo, y los lados de ella son nuestro cuerpo y nuestra alma, donde la vocación divina ha dispuesto grados de humildad. RB, 7, 8-9
    Si esos escalones aparecen sombríos aterradores y trágicos, es porque así es una parte de la vida sumergida en el misterio de la lucha pascual entre el mal y el bien. Narra Liiceanu que preguntó a Cioran en 1990, cómo explica usted que de una familia religiosa, su padre era sacerdote y su madre presidenta de la Asociación de mujeres ortodoxas de Sibiu, saliera un impugnador de Dios con ensañamientos blasfematorios. Le dijo Cioran, es una cuestión de orgullo, en el sentido de que creer en Dios significa para mí ser humilde. Hay una faceta demoníaca en eso, lo sé, como convencer a mi hermano Relu que no se hiciera monje en Rumania. Fue diabólico, hablé con él hasta las seis de la mañana, lo forcé con crueldad.
    La misión de la Iglesia es testimoniar la Vida y el Amor de Jesús hacia la Jerusalén celestial, alentando a la solidaridad y la esperanza a un orden social más humano y justo, hoy con atención a la superación de las crisis económicas y el desempleo, a los migrantes, a las familias y a la promoción del bien común, a la dignidad humana, la paz y justicia internacional, y la colaboración entre la Iglesia y el Estado por el bien de todos los seres humanos. Pero sin fervorines triunfalistas, que poco tienen que ver con nuestra experiencia cotidiana y la historia de salvación; ni narrativas trágicas que quitan sentido a nuestra agonía.
    La humildad y pobreza de corazón se nos proponen por causa del sufrimiento que nos produce en nuestra carne llagada la incomprensibilidad de los proyectos de Dios. Es verdad, si lo comprendiera no sería Él, no obstante eso no me quita del todo el dolor, sólo el humilde se alivia algo. Sin apocalíptica, la resurrección se convierte en una ideología de competitivos ganadores fanáticos, pues la única respuesta comprensible que tendrá el hombre la encontrará tras la humillación suprema de su muerte. Esta huída de lo apocalíptico, de la lucha alucinante entre el Bien y el mal, es parte del dolor del hombre actual. Quien quiera vivir la resurrección de Cristo, sin su cruz, de forma que el Grito del Hijo abandonado por Dios se haga inaudible, ese tal no escucha el Evangelio, sino el arcaico hervor mítico de ideologizados mentecatos con políticas consternadas.
    El humilde no confunde bienaventuranza con felicidad. Ora ante la incomprensibilidad de Dios y por ello no cae ni en la tragedia ni en falsas autoayudas del sea feliz ya. No sabe si Israel estaba contento con Yahveh, ni si Jesús estaba contento con su Padre. No sabe tan siquiera si el cristianismo tiene que darnos felicidad, paz y seguridad, respuesta a nuestras preguntas y satisfacción a nuestros deseos, quitándonos la angustia de este mundo que pasa. Se fía de la Trinidad, sigue pidiendo Dios a Dios, que nunca dejará de darnos su Espíritu y el céntuplo, para que descansemos algo mejorados, mientras peregrinamos siendo malos. Lc 11, 13; Mt 19, 29; J.B. Metz 
    El humilde nunca convierte la religión en burguesía barata de peleles atropelladores. Acepta su propia bondad y su maldad sin dualismos ni maniqueísmos de bogomilos, cátaros o patarinos trasnochados. Aunque hoy se sienta tentado por el psicoanálisis, de encontrar profundidades religiosas en su yoísmo, con abismos oníricos cifrados, allí donde en realidad, si no viene Jesús a hacerle saltar al Abba Increado, sólo hay un inconsciente creado y escaldado.
    El humilde conoce el drama del Signo de Jonás y el temor al castigo y a la separación del Padre. No se queda sólo con sus razonamientos, invoca los Dones del Espíritu no movidos por su razón, sino por el Dedo de Dios. No se complace en satisfacer sus propias voluntades. Sabe dialogar y obedece a sus superiores, aun en cosas duras y contrarias. Goza con pequeños consuelos y bendice a los desconsuelos. Sabe lo que es el callarse y no hablar hasta ser preguntado. No ríe a carcajadas destempladas que esconden su tedio y vacío picaresco. Se da a conocer en pocas palabras. Su humildad lo hace grato a los hombres, y a Dios que manifiesta a los humildes. Ecli 3, 17-20
    La espiritualidad logra un cuerpo y una psiquis humilde, que siendo un fundamento cuanto más profundo, más alto alza al Amor recibido y dado, haciendo que la persona se vuelva grata, envuelta por un halo de atracción luminosa, fácil para la convivencia, amable, servicial, sabia, sin exigencias desagradables. Cervantes afirma en el Coloquio de los Perros que la humildad es la base de todas virtudes y sin ella no hay alguna que lo sea. Nada tiene que ver con nuestro origen socioeconómico, la gazmoñería, la rudeza o falta de humanidad. Estamos llamados a divinizarnos pero no lo lograremos si antes no nos reconocemos hombres, para que a aquella exaltación nos elevemos desde el abajamiento de la humildad, no sea que teniéndonos por algo siendo nada, no sólo no alcancemos lo que no somos, sino también perdamos lo que somos. Considera al árbol, primero baja hacia la tierra, para elevar sus ramas al cielo. Es mejor humilde matrimonio que virginidad soberbia. San Agustín Nietzsche lo atisbó. La luna pasea por los tejados con la conciencia turbia. Es una monja que codicia la tierra y envidia los gozos de los que se aman, vigilando las ventanas entreabiertas. Ustedes aman la tierra y todo lo terrenal, pero hay en ese legítimo amor algo de vergonzoso y de intranquilidad que las asemeja a la luna. Tienen miedo de sus vísceras, su mirada contemplativa es una maldición. Hipócritas, tengan el valor de poseer fe en ustedes mismas y en sus entrañas. Amar y desaparecer son cosas que están acordes desde hace eternidades. Querer amar es estar dispuesto a morir. No se escondan tras la máscara de Dios, son simples seres humanos, dejen que la luna desaparezca al nacer el Sol, y lo Alto se alce de lo  profundo. Así hablaba Zarathustra Dios mira la humildad de sus servidores y los hace bienaventurados en la Virgen, Esposa y Madre. Lc 1, 48-49
    Ellos le perdonan a Dios el haber creado un universo donde hay lacerantes males en medio de una superabundancia de bienes. Una viejecita purépecha toda huesos y arrugas que pedía limosnas tirada en la vereda de Ciudad Hidalgo, cerca de la Farmacia Guadalajara por la calle Juárez, en una helada mañana de enero, me miró extrañada al ver que le dejada $50. Abuela no tiene frío, le dije, el hielo nos atenaza desde las montañas. No padrecito, me respondió, Dios sabe lo que está haciendo. Mientras se me anudaban las lágrimas me vino en un fogonazo el rostro del Cardenal Newman, He knows what He is about. Y la anciana teóloga y el monje necio se sonrieron. El tifón Haiyan barre a muerte con 5.000 y deja destrozados a 11 millones de filipinos. El emperador y la emperatriz rezamos por ustedes. Por favor, ayúdense los unos a los otros. Fue todo el discurso a los japoneses después del terremoto y el tsunami en Fukushima del 2011, con 21.000 muertos y 3.000 desaparecidos. Impresionante la solidaridad de la Comunidad internacional y la estoica serenidad sintoísta de ese pueblo.
    Ellos disculpan a los ortodoxos que cometen no poco errores y a los heterodoxos que dicen no pocas verdades. No se escandalizan de la Cruz de Cristo, de las chulerías de su Iglesia, ni del enigma del mal. Pecan y se confiesan con claridad y transparencia como si estuviesen hablando con el Salvador del Mundo y no con un sacerdote tan pecador como ellos. Alaban a Dios, lo elogian enaltecen y cantan su Belleza, no lo censuran desprestigian ni desaprueban. Caminan cientos de kilómetros hasta la Casita de la Guadalupana. Escuchan a todos, disciernen y se quedan con lo bueno. 1 Tes 5, 20 Reciben como Doree ánimo, me lo contó Alice Munro en Too much happiness, de una carta escrita desde la cárcel por su esposo psicópata que asesinó a sus tres hijos pequeños. El Cielo existe. He visto a los niños. No viven como aquí, existen en otra Dimensión, bien felices y listos. No parecen tener recuerdo alguno de algo malo. Están mayores que antes en una habitación espaciosa y bonita. Después de mi sufrimiento y soledad, he tenido esta Gracia, el que menos la merecería según el modo de pensar del mundo.
    Ellos con una vida simple y sobria gozan de la comida y del sexo sano, que no consideran una gimnasia grotesca acompañada de gruñidos, Cioran sino un signo del Amor Trinitario. Por supuesto, experimentan como todos que muchas cosas no les salen bien, ni se les evitan sufrimientos y fracasos, conocen que todo será destruido, Lc 21, 6 pero la Luz del Corazón del Amor es el Centro de Todo lo Nuevo que resucitará. En medio de las catástrofes permanecen unidos no haciendo nada por rivalidad o vanagloria, y por su humildad estiman a los otros cual superiores a ellos mismos. Fil 2, 1-3 Trabajan en la edificación del inicio de la Ciudad Santa, evitando desmayos, están convencidos que el Proyecto misericordioso de Dios se cumplirá y sin humildes solidarios es imposible lograrlo. No confunden humildad con clase social baja, conciencia de insuficiencia patógena o cálculo frívolo. Hay humildes y pobres de Espíritu en las clases sociales más altas. En su pequeñez son testigos de ese Jesús a quien imploran, quédate con nosotros para que permanezcamos contigo y bendigas nuestra muerte. Así, nuestro espíritu liberado del pecado, pueda de inmediato encontrar tu Descanso. Santa Gertrudis, Ejercicios
    

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