182. Humildad no es fervorín ni tragedia sino drama
pascual: Mt 11, 28-30
Vengan
a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y Yo les daré el descanso.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de Mí, porque soy manso y humilde de
corazón y encontrarán el Descanso para sus psiquis. El camino de la humildad si no está unido a una fe amante
y una esperanza planificadora que se dirigen a un amor iluminado, como lo ha
advertido la psicología contemporánea, puede ser peligroso y llevarme al
desastre psicoespiritual. El Descanso, anápausis Heb
4, 3 es la Vida Eterna y su inicio en nuestro peregrinar. La humildad es la ruta de una vida. En cuanto a la
escala misma así erigida, representa nuestra vida en el mundo, que a medida que
se humilla el corazón, eleva el Señor hasta el Cielo, y los lados de ella son
nuestro cuerpo y nuestra alma, donde la vocación divina ha dispuesto grados
de humildad. RB, 7, 8-9
Si esos escalones aparecen sombríos
aterradores y trágicos, es porque así es una parte de la vida sumergida en el
misterio de la lucha pascual entre el mal y el bien. Narra Liiceanu que preguntó
a Cioran en 1990, cómo explica usted que
de una familia religiosa, su padre era sacerdote y su madre presidenta de la
Asociación de mujeres ortodoxas de Sibiu, saliera un impugnador de Dios con
ensañamientos blasfematorios. Le dijo Cioran, es una cuestión de orgullo, en
el sentido de que creer en Dios significa para mí ser humilde. Hay una faceta
demoníaca en eso, lo sé, como convencer a mi hermano Relu que no se hiciera
monje en Rumania. Fue diabólico, hablé con él hasta las seis de la mañana, lo
forcé con crueldad.
La misión de la Iglesia
es testimoniar la Vida y el Amor de Jesús hacia la Jerusalén celestial, alentando
a la solidaridad y la esperanza a un orden social más humano y justo, hoy con
atención a la superación de las crisis económicas y el desempleo, a los
migrantes, a las familias y a la promoción del bien común, a la dignidad
humana, la paz y justicia internacional, y la colaboración entre la Iglesia y
el Estado por el bien de todos los seres humanos. Pero sin fervorines
triunfalistas, que poco tienen que ver con nuestra experiencia cotidiana y la
historia de salvación; ni narrativas trágicas que quitan sentido a nuestra agonía.
La humildad y pobreza de corazón se nos
proponen por causa del sufrimiento que nos produce en nuestra carne llagada la
incomprensibilidad de los proyectos de Dios. Es verdad, si lo comprendiera no sería Él, no obstante eso no me quita del
todo el dolor, sólo el humilde se alivia algo. Sin apocalíptica, la
resurrección se convierte en una ideología de competitivos ganadores fanáticos, pues la
única respuesta comprensible que tendrá el hombre la encontrará tras la humillación suprema de su muerte.
Esta huída de lo apocalíptico, de la lucha alucinante entre el Bien y el mal,
es parte del dolor del hombre actual. Quien quiera vivir la resurrección de
Cristo, sin su cruz, de forma que el Grito del Hijo abandonado por Dios se haga
inaudible, ese tal no escucha el Evangelio, sino el arcaico hervor mítico de ideologizados mentecatos con políticas consternadas.
El humilde no confunde bienaventuranza con
felicidad. Ora ante la incomprensibilidad de Dios y por ello no cae ni en la
tragedia ni en falsas autoayudas del sea
feliz ya. No sabe si Israel estaba contento con Yahveh, ni si Jesús estaba
contento con su Padre. No sabe tan siquiera si el cristianismo tiene que darnos
felicidad, paz y seguridad, respuesta a nuestras preguntas y satisfacción a
nuestros deseos, quitándonos la angustia de este mundo que pasa. Se fía de la Trinidad, sigue
pidiendo Dios a Dios, que nunca
dejará de darnos su Espíritu y el céntuplo, para que descansemos algo mejorados,
mientras peregrinamos siendo malos. Lc 11, 13; Mt
19, 29; J.B. Metz
El humilde nunca convierte la religión en
burguesía barata de peleles atropelladores. Acepta su propia bondad y su maldad sin
dualismos ni maniqueísmos de bogomilos, cátaros o patarinos trasnochados. Aunque
hoy se sienta tentado por el psicoanálisis, de encontrar profundidades
religiosas en su yoísmo, con abismos oníricos cifrados, allí donde en realidad,
si no viene Jesús a hacerle saltar al Abba Increado, sólo hay un inconsciente
creado y escaldado.
El humilde conoce el drama del Signo de
Jonás y el temor al castigo y a la separación del Padre. No se queda sólo con
sus razonamientos, invoca los Dones del Espíritu no movidos por su razón, sino
por el Dedo de Dios. No se complace en satisfacer sus propias voluntades. Sabe dialogar y
obedece a sus superiores, aun en cosas duras y contrarias. Goza con pequeños
consuelos y bendice a los desconsuelos. Sabe lo que es el callarse y no hablar
hasta ser preguntado. No ríe a carcajadas destempladas que esconden su tedio y
vacío picaresco. Se da a conocer en pocas palabras. Su humildad lo hace grato a los
hombres, y a Dios que manifiesta a los humildes. Ecli
3, 17-20
La espiritualidad logra un cuerpo y una
psiquis humilde, que siendo un fundamento cuanto más profundo, más alto alza al
Amor recibido y dado, haciendo que la persona se vuelva grata, envuelta por un
halo de atracción luminosa, fácil para la convivencia, amable, servicial,
sabia, sin exigencias desagradables. Cervantes afirma en el Coloquio de los Perros que la humildad
es la base de todas virtudes y sin ella no hay alguna que lo sea. Nada tiene
que ver con nuestro origen socioeconómico, la gazmoñería, la rudeza o falta de
humanidad. Estamos llamados a
divinizarnos pero no lo lograremos si antes no nos reconocemos hombres, para
que a aquella exaltación nos elevemos desde el abajamiento de la humildad, no
sea que teniéndonos por algo siendo nada, no sólo no alcancemos lo que no
somos, sino también perdamos lo que somos. Considera al árbol, primero baja
hacia la tierra, para elevar sus ramas al cielo. Es mejor humilde matrimonio
que virginidad soberbia. San Agustín Nietzsche
lo atisbó. La luna pasea por los tejados
con la conciencia turbia. Es una monja que codicia la tierra y envidia los
gozos de los que se aman, vigilando las ventanas entreabiertas. Ustedes aman la
tierra y todo lo terrenal, pero hay en ese legítimo amor algo de vergonzoso y
de intranquilidad que las asemeja a la luna. Tienen miedo de sus vísceras, su
mirada contemplativa es una maldición. Hipócritas, tengan el valor de poseer fe
en ustedes mismas y en sus entrañas. Amar y desaparecer son cosas que están acordes
desde hace eternidades. Querer amar es estar dispuesto a morir. No se escondan
tras la máscara de Dios, son simples seres humanos, dejen que la luna
desaparezca al nacer el Sol, y lo Alto se alce de lo profundo. Así hablaba Zarathustra Dios
mira la humildad de sus servidores y los hace bienaventurados en la Virgen,
Esposa y Madre. Lc 1, 48-49
Ellos le perdonan a Dios el haber creado un universo donde hay lacerantes males
en medio de una superabundancia de bienes. Una viejecita purépecha toda huesos y
arrugas que pedía limosnas tirada en la vereda de Ciudad Hidalgo, cerca de la
Farmacia Guadalajara por la calle Juárez, en una helada mañana de enero, me
miró extrañada al ver que le dejada $50. Abuela no tiene frío, le dije, el
hielo nos atenaza desde las montañas. No padrecito, me respondió, Dios sabe lo que está
haciendo. Mientras se me anudaban las lágrimas me vino en un fogonazo el rostro
del Cardenal Newman, He knows what He is
about. Y la anciana teóloga y el monje necio se sonrieron. El tifón Haiyan barre
a muerte con 5.000 y deja destrozados a 11 millones de filipinos. El emperador y la emperatriz rezamos por
ustedes. Por favor, ayúdense los unos a los otros. Fue todo el discurso a
los japoneses después del terremoto y el tsunami en Fukushima del 2011, con
21.000 muertos y 3.000 desaparecidos. Impresionante la solidaridad de la
Comunidad internacional y la estoica serenidad sintoísta de ese pueblo.
Ellos disculpan a los ortodoxos que cometen
no poco errores y a los heterodoxos que dicen no pocas verdades. No se escandalizan
de la Cruz de Cristo, de las chulerías de su Iglesia, ni del enigma del mal.
Pecan y se confiesan con claridad y transparencia como si estuviesen hablando
con el Salvador del Mundo y no con un sacerdote tan pecador como ellos. Alaban
a Dios, lo elogian enaltecen y cantan su Belleza, no lo censuran desprestigian
ni desaprueban. Caminan cientos de kilómetros hasta la Casita de la
Guadalupana. Escuchan a todos, disciernen
y se quedan con lo bueno. 1 Tes 5, 20
Reciben como Doree ánimo, me lo contó Alice Munro en Too much happiness, de una carta escrita
desde la cárcel por su esposo psicópata que asesinó a sus tres hijos pequeños. El Cielo existe. He visto a los niños. No
viven como aquí, existen en otra Dimensión, bien felices y listos. No parecen
tener recuerdo alguno de algo malo. Están mayores que antes en una habitación
espaciosa y bonita. Después de mi sufrimiento y soledad, he tenido esta Gracia,
el que menos la merecería según el modo de pensar del mundo.
Ellos con una vida simple y sobria gozan de la comida y del sexo sano, que no consideran una gimnasia grotesca acompañada de gruñidos, Cioran sino un signo del Amor Trinitario. Por supuesto, experimentan como todos que muchas cosas no les salen bien, ni se les evitan sufrimientos y fracasos, conocen que todo será destruido, Lc 21, 6 pero la Luz del Corazón del Amor es el Centro de Todo lo Nuevo que resucitará. En medio de las catástrofes permanecen unidos no haciendo nada por rivalidad o vanagloria, y por su humildad estiman a los otros cual superiores a ellos mismos. Fil 2, 1-3 Trabajan en la edificación del inicio de la Ciudad Santa, evitando desmayos, están convencidos que el Proyecto misericordioso de Dios se cumplirá y sin humildes solidarios es imposible lograrlo. No confunden humildad con clase social baja, conciencia de insuficiencia patógena o cálculo frívolo. Hay humildes y pobres de Espíritu en las clases sociales más altas. En su pequeñez son testigos de ese Jesús a quien imploran, quédate con nosotros para que permanezcamos contigo y bendigas nuestra muerte. Así, nuestro espíritu liberado del pecado, pueda de inmediato encontrar tu Descanso. Santa Gertrudis, Ejercicios
Ellos con una vida simple y sobria gozan de la comida y del sexo sano, que no consideran una gimnasia grotesca acompañada de gruñidos, Cioran sino un signo del Amor Trinitario. Por supuesto, experimentan como todos que muchas cosas no les salen bien, ni se les evitan sufrimientos y fracasos, conocen que todo será destruido, Lc 21, 6 pero la Luz del Corazón del Amor es el Centro de Todo lo Nuevo que resucitará. En medio de las catástrofes permanecen unidos no haciendo nada por rivalidad o vanagloria, y por su humildad estiman a los otros cual superiores a ellos mismos. Fil 2, 1-3 Trabajan en la edificación del inicio de la Ciudad Santa, evitando desmayos, están convencidos que el Proyecto misericordioso de Dios se cumplirá y sin humildes solidarios es imposible lograrlo. No confunden humildad con clase social baja, conciencia de insuficiencia patógena o cálculo frívolo. Hay humildes y pobres de Espíritu en las clases sociales más altas. En su pequeñez son testigos de ese Jesús a quien imploran, quédate con nosotros para que permanezcamos contigo y bendigas nuestra muerte. Así, nuestro espíritu liberado del pecado, pueda de inmediato encontrar tu Descanso. Santa Gertrudis, Ejercicios
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