viernes, 26 de julio de 2013

172. La fe es una experiencia de Lógos Ágape Zoé, Palabra Amor Vida: Jn 12, 44-50



    El que tiene fe en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. El que no recibe mis palabras, rémata ya tiene quien le juzgue, la palabra, lógos que yo he anunciado lo juzgará. La luz de la fe es el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de Juan se presenta como Luz que ha venido al mundo, y así, el que cree en Él no quedará en tinieblas. Y a través de Pablo nos dice, el Dios que dijo brille la luz del seno de las tinieblas, ha hecho brillar la Luz en nuestros corazones. 2 Co 4, 6 En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol invictus, invocado a su salida. Pero, aunque renacía cada día, resultaba claro que no podía irradiar su luz sobre toda la existencia del hombre. El sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte, allí donde los ojos humanos se cierran a su luz. No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en el sol, decía san Justino. Conscientes del vasto horizonte que la fe les abría, los cristianos llamaron a Cristo el verdadero Sol de Justicia que ilumina a los muertos.
   Sin embargo, al hablar de la fe como luz o verdad, podemos oír la objeción de muchos contemporáneos nuestros. En la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto, ufano de su razón, ávido de explorar el futuro de una nueva forma. En este sentido, la fe se ve como una luz ilusoria, que impide al hombre seguir la audacia del saber y de las ciencias. El joven Nietzsche invitaba a su hermana Elisabeth a arriesgarse, a emprender nuevos caminos con la inseguridad de quien procede con autonomía. Y añadía. Aquí se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga. Con lo que creer sería lo contrario de buscar. Nietzsche critica al cristianismo por haber rebajado la existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida. La fe sería entonces como un espejismo, una ilusión una fábula, que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro.
    La fe se ha visto así como un salto que damos en el vacío, como un sentimiento ciego, o una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el corazón, de dar consuelo privado, pero que no se puede proponer a los demás como luz objetiva y común para alumbrar el camino. La fe sería una fábula, desconectada de la razón. Pero la fe no es contraria a la razón, no es un absurdo irracional, sino una Verdad transracional.
    Lo contrario de la fe no es sólo la incredulidad sino la idolatría. El ídolo es un pretexto para ponerse a sí mismo en el centro de la realidad, adorando la obra de mis manos. Perdida la orientación fundamental que da unitotalidad a su existencia, el hombre se disgrega en la multiplicidad de sus deseos; negándose a esperar el tiempo de la Promesa, se desintegra en los múltiples instantes de su historia. Por eso, la idolatría es siempre politeísta, ir sin meta alguna de un señor a otro. La idolatría no presenta un camino, sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte y forman más bien un laberinto. Quien no quiere fiarse de Dios se ve obligado a escuchar las voces de infinitos ídolos que le gritan, fíate de mí y muere en la dispersión, no creer en Dios no significa creer en nada; por el contrario significa creer en todo, en cualquier cosa. Chesterton
    La sublime experiencia de la fe, distinta de la corporal o psicológica, pero análoga, debe ser razonada, pues la fe que no se razona no sirve, San Agustín, De praedestinatione sanctorum, 2, 5 luego profesada, celebrada, vivida y rezada. La fe sabia amorosa viva y orada nos abre el camino y acompaña nuestros pasos a lo largo de nuestra historia. Sí, nosotros hemos conocido y creído que Dios Es Amor, Jn 4, 7-16 Como Palabra, Amor y Vida; Dios, Ser y Amor son inseparables. Existimos amando y amamos existiendo según Dios. No hay vida saludable ni salvación en bienestar pascual, si no somos amados y amamos en la Verdad. Amándonos los unos a los otros, existimos y nuestras vidas adquieren pleno sentido. El que no ama ni existe ni conoce al Dios que es Amor. El ser o la existencia pueden parecernos difusos etéreos, el amor jamás.
    Esta fue mi primera intuición cuando comencé a escribir en 1956 sobre El más excelente Camino del Amor, basado en 1 Cor 13, 1-3. Si no tengo amor no soy nada, outhén eimi si repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. oudèn ofeloûmai Deberíamos replantearnos la brillantez metafísica de esta revelación y darle toda su profundidad en antropología, filosofía y teología. Me di cuenta de que el amor encierra en sí todas las vocaciones, que el amor es Todo, que abarca todos los tiempos y lugares, de ahí que en el corazón de la Iglesia, ni Madre, yo seré el amor, seré Todo. Santa Teresita, Manuscrits autobiographiques, Lisieux, 1957 Existo porque me aman y amo, si no hay amor no contacto ni experimento mi existir y al Amante Amado Amor. El amor se basta a sí mismo, agrada por sí mismo y por su causa. El amor es su propio mérito y su premio. El amor no requiere de ninguna causa fuera de sí mismo, ni ningún fruto, su fruto es amar. Amo porque amo, amo para amar. San Bernardo, SCant 83, 4
    Por eso, si queremos entender lo que es la fe, tenemos que narrar su recorrido, el camino de los hombres creyentes, cuyo testimonio encontramos en primer lugar en la Primera Alianza. En ella, Abrahán, nuestro padre en la fe, ocupa un lugar destacado. En su vida sucede algo desconcertante, Dios le dirige la Palabra, se revela como un Dios que habla y lo llama por su nombre. La fe está vinculada a la escucha. Abrahán no ve a Dios, pero oye su Voz. De este modo la fe adquiere un carácter personal. Aquí Dios no se manifiesta como el Dios de un lugar, ni tampoco aparece vinculado a un tiempo sagrado determinado, sino como el Dios de una persona, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, y cada uno puede agregar su nombre, capaz de entrar en contacto con el hombre y establecer una alianza con él. La fe es la cercanía absoluta de la Trinidad, la respuesta a una Palabra que interpela a cada persona, a un Tú que nos llama por nuestro propio nombre.
    Lo que esta Palabra comunica a Abrahán es una llamada y una promesa. En primer lugar es una llamada a salir de su tierra, una invitación a abrirse a una vida nueva, comienzo de un éxodo que lo lleva hacia un futuro inesperado. La visión que la fe da a Abrahán estará siempre vinculada a este paso adelante que tiene que dar, la fe  ve  en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios. Esta Palabra encierra además una promesa, tu descendencia será numerosa, serás padre de un gran pueblo. Gn13, 16; 15,5; 22,17 Es verdad que, en cuanto respuesta a una Palabra que la precede, la fe de Abrahán será siempre un acto de memoria. Sin embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos del presente a lo largo del camino. La fe, en cuanto memoria del futuro, está ligada con la esperanza y un Pueblo que la comparte.
    Logos Ágape y Zoé son indivisibles en la fe. La Palabra de Dios, aunque lleva consigo novedad y sorpresa, no es ajena a la experiencia del patriarca. Abrahán reconoce en esa voz que se le dirige una llamada profunda, inscrita desde siempre en su sexualidad, corazón y cerebro. Dios asocia su promesa a aquel lugar en el que la existencia del hombre se manifiesta desde siempre prometedora, el amor, la paternidad, la generación de una nueva vida, Sara te va a dar un hijo, lo llamarás Isaac. Gen 17,19 El Dios que pide a Abrahán que se fíe de él, se revela como la fuente de la que proviene toda vida. De esta forma, la fe se pone en relación con la paternidad de Dios, de la que procede la creación. El Dios que llama a Abrahán es el Dios creador, que llama a la existencia lo que no existe. Rom 4,17 Para Abrahán, la fe en Dios ilumina las raíces más profundas de su ser, le permite reconocer la fuente de bondad que hay en el origen de todas las cosas, y confirmar que su vida no procede de la nada o la casualidad, sino de una llamada y un Amor Personal. 1 Jn 4, 7-16; Francisco, Lumen fidei, 29 junio 2013 De ahí que todos estamos en el seno, kólpos de Abraham cual pobres Lázaros, Lc 16, 22 y el Nuevo Abrahán está en el seno del Padre, Jn 1, 18 y los discípulos amados descansamos en Él. Jn 13, 23-25 
    El Papa Francisco dijo en Río de Janeiro a un grupo de jóvenes argentinos. Qué es lo que espero como consecuencia de la Jornada de la Juventud. Espero  y quiero que la Iglesia salga a la calle. Quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, instalación, comodidad, clericalismo, estar encerrados en nosotros mismos. Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir. Si no salen, se convierten en una ONG, y la Iglesia no puede ser una ONG. Que me perdonen los obispos y los curas, si algún joven después les arma problemas a ustedes, pero es lo que aconsejo y gracias por lo que puedan hacer. Pienso que la civilización mundial se pasó de la raya. Porque es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos, los jóvenes y los ancianos. Podría haber una especie de eutanasia escondida. No se cuida a los ancianos, y no se los deja hablar ni actuar. Y la exclusión de los jóvenes está en el porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo y sin estudio es muy alto. Esta civilización nos ha llevado a excluir los dos extremos que son nuestro futuro. Los jóvenes tienen que salir a luchar por los valores, tienen que hacerse valer. Y los ancianos deben abrir la boca y enseñarnos, transmitirnos la sabiduría de nuestros pueblos. No claudiquen de ser la reserva cultural que transmite la justicia, la historia, los valores, la memoria del Pueblo. Y los jóvenes nunca estén contra los ancianos. Déjenlos hablar, escúchenlos, y lleven adelante con su fuerza la sabiduría de ellos.
    La fe en Jesucristo no es broma, es algo muy serio, es un escándalo. Que Dios haya venido a hacerse uno de nosotros es un escándalo. Y que haya muerto en la cruz, es un escándalo mayor, es el escándalo de la encarnación y de la Cruz. No licuen la fe en Jesucristo. Pueden tomar licuado de naranja, de manzana o banana, nunca tomen licuado de fe. La fe es sólida y entera, no se licua. Es la fe en Jesús, en la Trinidad, en la Pascua. Es la fe en el Hijo de Dios hecho hombre, que me amó, se entregó y murió por mí.
    Seamos discípulos misioneros, salgamos a las calles, sin el más mínimo asomo de proselitismo barato, a las periferias existenciales, cuidemos los extremos del Pueblo que son los ancianos y los jóvenes. No dejemos que sean excluidos. Vayamos con las Bienaventuranzas y Mateo 25, que es el protocolo con el cual Jesús nos va juzgar. En esos dos pasajes del Evangelio llevamos el programa de nuestra fe, la experiencia del Amor en el Dios que Es Amor. El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios
    Y que los monjes y monjas contemplativos nos escondamos más en nuestras tumbas anástasis, y a nuestro modo, como san Antonio del desierto, ocultos y sentados en la cumbre de la montaña del Tabor, 2 Rey 1, 9; Vita Antonii, 93, 4 estemos llenos de fervor para encender a los que salen a las calles con el celo por la extensión del Reino de Dios, la salvación de los todos los hombres y el cuidado de la ecología. 
   

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