170. No informar sino formar en la
magnanimidad de Benito por los pobres: Jn 14, 11-14
El que tiene fe en mí, hará también las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Cristo es el Templo viviente de Dios y Él
mismo edifica su Casa espiritual, no hecha sólo de piedras materiales, sino de
piedras vivas, que somos nosotros, la Iglesia, Santuario del Espíritu Santo.
Tenemos que hurgar en nuestra consciencia si somos piedras vivientes o piedras mortecinas,
cansadas, olvidadizas, aburridas e indiferentes en el Orar Leer Trabajar monásticos. Una de las características del
difícil entorno en que existimos, es el patológico fragmentacionismo informativo e informático más
que la saludable y salvadora Unitotalidad formativa.
Lo noto y escribo desde hace años y un detalle insignificante de estos
170 Blogs me vuelve a recordar el estropicio. Si se publica uno nuevo las estadísticas suben de forma vertiginosa
por 3 ó 5 días, luego se apagan. Cual si se tratase de Noticias Cobertura
Tiempo Real, y leída la última ya estoy cristificado, unitotalizado y transfigurado. Es como si la cultura se hubiese resquebrajado en aspectos parciales provisorios y descartables, alejándonos de esa comprensión transformadora por el misterio, significado y alcance de nuestra vida abierta a la Vida Divina. Nos alejamos del Memorial, de la Repetición que machaca hasta que la Espada de la Palabra se hunde en las entrañas de la psiquis y del cuerpo. Y de que los Hábitos buenos se adquieren reiterando actos una y otra vez. Si tratáramos cada año de adquirir una virtud no nos alcanzarían los setenta ni los ochenta que vivimos, si somos bien robustos. Conferencia del Episcopado Mexicano, Educar para una nueva sociedad, 2012
Examinemos ahora una sola virtud clave de la
vida espiritual fervorosa, hirviendo en el Espíritu; o tibia, esa que vomita
Jesús. La Virgen que relee mil veces El Libro, recostado en la Biblioteca Infinita que es Jesús, la coloca al inicio de su Cántico Megalýnei, Magnificat,
Magnificar, Engrandecer a la Trinidad y su creación. Se llama Magnanimidad,
parte integral de la fortaleza, que enardece el apetito irascible para que no
desista de conseguir el Bien arduo y difícil, ni siquiera poniendo en peligro nuestra vida corporal. Ni sospechemos que por leer una vez esta Consideración, y las otras 169, la podamos adquirir. Se trata de un Despertar Iluminación en Procesos de Relecturas Repetitivas inmersos en las Tres Personas de Yahveh.
Es un dinamismo humano y del
Espíritu Santo, que nos empuja a acometer obras grandes espléndidas y dignas de
honor en todo género de virtudes. Todas las virtudes necesitan de Jesús amor
magnánimo, para no ser flores mustias o frutos secos. Tiene tres vicios por
defecto y tres por exceso. Por exceso, presunción,
acometo lo que es superior a mis fuerzas; ambición,
procuro honores indebidos; vanagloria,
busco el engrandecimiento de mi egolatría en vez de engrandecer a Dios como
María. Por defecto, mediocridad, pusilanimidad y tibieza. Por ignorancia, debilidad o malicia no hago fructificar
los talentos que recibo para edificar al Mundo, la Iglesia y el Reino; como si
la Revelación no me pidiera incesantes procesos creativos de desarrollo para
reencender las gracias y carismas de mis hermanos. El hombre líquido de Bauman aspira a mantenerse desatado,
rehúsa vínculos y compromisos estables y, defiende, por encima de todo, su
independencia social, sexual y económica, independencia que no está dispuesto a
sacrificar por ningún tipo de amor. Desea tener relaciones íntimas, pero con
fecha de caducidad y sin secuelas. Nieto de la liberación sexual, el ciudadano
líquido vive, a sus anchas, el deseo erótico, pero evita enamorarse, perder la cabeza por otro ser humano y sobre todo, teme el
engendrar vida, eso podría sacarlo de su estado de levedad gaseosa, estilo Milan
Kundera. Francesc Torralba
Fallo en mi colaboración con la Gracia y en
mi autoeducación que consiste en una síntesis entre fe y cultura para llegar a
ser cada vez más humano en el Resucitado, que pueda ser más y no sólo tener
más, y en consecuencia con todo lo que soy, tengo y poseo, ponerme al servicio
de los pobres. La falta de magnanimidad es uno de los síntomas putrefactos de
la época globalizante que nos desafía y ha contaminado a millones de
cristianos. Es el conformismo cómodo con un mínimo común denominador. Es la
esclavitud a mi ego y sus antojos, al relativismo subjetivista y a la fijación
patológica en mis fluctuantes estados anímicos. Es la falsa humildad y la
neblina sulfurosa del zelo malo que ha entrado en las piedras vivas de la
Iglesia y ahoga el zelo bueno del Amor Total. RB,
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Observemos con qué magnanimidad
servimos a los pobres que nunca faltan en los monasterios. La grandeza de la ternura
de Benito es rotunda. Hay que recrear y aliviar a
los pobres, RB, 4, 14 el mayordomo con toda solicitud cuide de los
pobres, 31, 9 el hospedero dé acogida especial a los pobres porque en ellos se recibe
a Cristo, 53, 15 al recibir ropa nueva den la anterior a los pobres, 55, 9 antes de su profesión solemne, si posee
bienes tiene que distribuirlos a los pobres, 58,
24 en cuanto el portero escuche la
voz de un pobre responda, demos gracias a Dios o bendíceme, 66, 3. Todo su fundamental capítulo séptimo está inspirado en los anawim, pobres humildes de Yahveh que
culminan en Jesús Amor Humilde, junto a María y José. Hago esta Consideración mientras peregrino en Espíritu con el Papa Bergoglio a Lampedusa, la pequeña isla entre Italia y África.
La primera pregunta que Dios dirige al
hombre después del pecado es Adán, dónde estás. Es un hombre desorientado que
ha perdido su lugar en la creación porque cree que es poderoso y puede dominarlo
todo como Dios. La armonía se rompe, el hombre se equivoca y esto se repite
también en la relación con el otro que ya no es el hermano al que hay que amar,
sino el otro que molesta mi vida y bienestar. De ahí la segunda pregunta, Caín,
dónde está tu hermano. El sueño de ser poderoso lleva a una cadena de
equivocaciones que es cadena de muerte, conduce a derramar la sangre del
hermano. Estas dos preguntas siguen resonando hoy. Muchos de nosotros, yo incluido,
estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en que vivimos, no
cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces
ni siquiera de cuidarnos y apoyarnos unos a otros.
Dónde está tu hermano, la voz de su sangre
grita hasta mí, dice Dios. Esta pregunta no está dirigida a los demás sino a
mí, a ti que estás leyendo, a cada uno de nosotros. Los inmigrantes pobres trataban de salir de
situaciones difíciles para encontrar un poco de serenidad y de paz; buscaban un
lugar mejor para ellos y para sus familias, pero encontraron la muerte. En la
literatura española hay una comedia de Lope de Vega, 1562-1635 uno de los más importantes del Siglo de Oro, casado y al enviudar ordenado
sacerdote, con quince hijos entre legítimos e ilegítimos, apodado por Cervantes
fénix de los ingenios y monstruo de la naturaleza; quien narra cómo los
habitantes de la ciudad de Fuente Ovejuna matan al gobernador porque es un
tirano, lo hacen de modo que no se sepa quién ha realizado la ejecución. Y
cuando el juez del rey pregunta, quién ha asesinado al gobernador, todos
responden, Fuente Ovejuna, señor. Todos y
nadie.
También hoy surge esta pregunta, quién es
el responsable de la sangre de estos hermanos y hermanas. Nadie, yo no tengo
nada que ver, serán otros no yo. Pero Dios nos pregunta a cada uno, dónde está
la sangre de tu hermano que grita hasta mí, ya que todos formamos un Cuerpo.
El cayado en forma de cruz que usó Francisco
en Lampedusa, y también el altar y el ambón, fueron construidos con restos de
barcas naufragadas; con esas mismas maderas de las barcas, a las que se
aferraron hasta último momento los náufragos que no lograron tocar tierra y
murieron en el mar. Sólo en la zona de Lampedusa hay más de 20 mil ahogados. Cuántos
millones sumarán entre todos los mares y los pasos por tierra de migrantes,
desplazados de sus tierras, prófugos, refugiados, fugados, perseguidos por
motivos económicos, políticos o religiosos. Millones de migrantes secuestrados,
vendidos ellos o sus órganos, desaparecidos, torturados, asesinados, niños,
jóvenes, adultos y ancianos.
Hoy nadie se siente responsable de esto;
hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna; hemos caído en la
actitud hipócrita del sacerdote y del servidor del altar, del que habla Jesús
en la parábola del Buen Samaritano, miramos al hermano medio muerto al borde
del camino y seguimos, no es tarea nuestra, nos tranquilizamos y nos sentimos
bien. No olvido a Bergoglio en 1995, joven obispo auxiliar de Buenos Aires, dándonos un retiro de un día con cuatro pláticas, brillantes por su espiritualidad y empuje pastoral, sobre el hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Lc 10, 29-37
Demos gracias por lo que aquí, en El Encuentro en México, podemos hacer a través de la portería, la hospedería y el dispensario. Pero no olvidemos que estamos en una zona con bolsones de extrema marginalidad, analfabetismo, crimen organizado, enfermedades y hambre. Toda comunidad tiene estructuras inservibles que envejecen y es necesario rejuvenecerlas. La Iglesia lo ha hecho siempre a través del diálogo con la cultura. Desde el inicio se planteó si para ser cristiano se debía hacer todo el proceso judío. Se discernió que no, los gentiles pueden entrar como son, bastan la fe y el bautismo. Del mismo modo, los monasterios fueron adelante, dejando sin miedo que el Espíritu renovara su esqueleto de huesos muertos con el Resucitado, en un servicio efectivo, humanístico y orante, a los más pobres, aun desde las monjas y monjes contemplativos que no informan sino que adquieren e irradian, por Don de Dios, la Forma de Jesús Amor Magnánimo.
Demos gracias por lo que aquí, en El Encuentro en México, podemos hacer a través de la portería, la hospedería y el dispensario. Pero no olvidemos que estamos en una zona con bolsones de extrema marginalidad, analfabetismo, crimen organizado, enfermedades y hambre. Toda comunidad tiene estructuras inservibles que envejecen y es necesario rejuvenecerlas. La Iglesia lo ha hecho siempre a través del diálogo con la cultura. Desde el inicio se planteó si para ser cristiano se debía hacer todo el proceso judío. Se discernió que no, los gentiles pueden entrar como son, bastan la fe y el bautismo. Del mismo modo, los monasterios fueron adelante, dejando sin miedo que el Espíritu renovara su esqueleto de huesos muertos con el Resucitado, en un servicio efectivo, humanístico y orante, a los más pobres, aun desde las monjas y monjes contemplativos que no informan sino que adquieren e irradian, por Don de Dios, la Forma de Jesús Amor Magnánimo.
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