jueves, 20 de junio de 2013

169. Nueva Evangelización con Aparecida para la transmisión de la fe: Mt 10, 32-33



        Ante el que me reconozca ante los hombres, lo reconoceré ante mi Padre, y renegaré ante mi Padre de aquel que reniegue de mí ante los hombres. Todo discípulo misionero no debe sólo creer en la Trinidad y en todo lo que Ella nos ha revelado, y que la Iglesia nos propone, porque Dios es la Verdad misma a quien se entrega de manera entera y libre; sino que tiene que estar consciente de que su salvación depende de que profese, anuncie y testimonie esa fe por la vive. Rom 1, 17 La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe muestra la unión entre estas dos dimensiones, pues la finalidad de la Nueva Evangelización, la Iglesia existe para evangelizar, no es otra que la transmisión de la fe en todas su facetas. Las condiciones de la sociedad nos obligan a revisar las expresiones el fervor  y los métodos, y a buscar por todos los medios el modo de llevar el Mensaje cristiano al hombre actual, en el cual sólo puede encontrar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su urgente compromiso de solidaridad humana.
    Las técnicas son importantes y tienen que ensamblarse con la acción del Espíritu, Agente principal de la evangelización. Es necesario dejarse conducir por Él, incluso si nos lleva por nuevos caminos que hay que discernir, ya que nos enfrentan a dos tentaciones. La de ir hacia atrás, se puede hasta aquí, no se puede hasta allá, volvamos al conservadurismo seguro. O la del progresismo inmaduro, que nos desbarranca. Tomamos de acá y de allí valores de ideologías y culturas, pero sin ton ni son no hay real progreso. Es un progresismo de chavales que en su entusiasmo precoz quieren tenerlo todo, y resbalan como cuando el camino está con nieve y el carro se desbanda. La Misión Continental de Aparecida no puede volver atrás ni salirse del camino, sino marchar al Futuro de Jesús.
    Por eso la Nueva Evangelización nos pide ante todo discernimiento. Su tarea es recoger y expresar las expectativas, los deseos, las alegrías y los dramas de nuestra era, y ofrecer los elementos para una relectura a la luz del Evangelio. Los deseos espirituales están hoy más vivos que nunca, pero se necesita que alguien las interprete con discernimiento, inteligencia humilde y tratando de reconocer la presencia del Espíritu en lo personal y sociocultural.
    Luego, derribar muros y construir puentes, dialogando con todos los hombres, incluso con los que no comparten nuestra fe o se oponen a la Iglesia y la persiguen. Dialogar es conocernos, no tratar de convertirnos unos a otros, estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decirme, hacer espacio a su punto de vista opinión o propuesta, sin relativismos, bajando las defensas y abriendo las puertas del corazón a la Vida Verdad y Amor. El católico no es superior a nadie, ni tampoco es inferior, es igual que cualquier ser humano. Nuestra superioridad viene de Jesús, pero Jesús es de todos y de todo.
    Y por último salir cada día, cual evangelizadores no sólo con olor a ovejas sino a cabritos, peces, aves, toros y leones, al menos por una hora. Salir de las estructuras pastorales a las fronteras misionales de los otros muy diferentes de nosotros, ese 83% de la humanidad que no está en la Iglesia Católica y espera el diálogo o el anuncio de Jesús, en especial dando voz al clamor de los pobres y no sean abandonados a las decisiones de un mercado salvaje que parece considerarnos sólo como consumidores anestesiados sin fe.
    Pero andémonos con cuidado, la Nueva Evangelización nos pide no sólo grandes proyectos, sino la delicadeza de resucitar actitudes evangélicas eternas y concretas. Relato, desde mi Lectio y de memoria, algunas sobre las que insisten los santos, el Papa Bergoglio y los teólogos.
    1. En general no contar lo que hablamos en privado con nadie ni con el Papa. Es difícil no sacar de contexto palabras flechazos sagitales de una conversación privada, que pueden ser mal interpretadas. Pero si el Obispo de Roma quiere que algo se conozca es para una mayor transparencia. Se acusó y acusa a la iglesia de tapar, ocultar, de hacer lo contrario de curar y limpiar; lo que requiere un diagnóstico preciso y cortar por la sano. Francisco, jesuita perito en facilidad de palabras, sabio, libre, sagaz y fino político a dardos, no oculta problemas ni preocupaciones viejas de la Iglesia. Pablo VI dijo que el humo de Satanás se había filtrado en la Iglesia. Ratzinger afirmó que en la Iglesia había mucha suciedad, y como Papa fue un genial purificador.
    Cuando Bergoglio habla, con su pastiche desencartonado gentil y ventrílocuo, que le conocemos de años, da un mensaje. Si dice, sí hay un lobby gay, veremos qué se puede hacer; comparte una problemática y hace saber que conoce el tema, tiene la voluntad de hacer cambios y tomará decisiones. Mientras tanto, al comunicar esa preocupación que después se publica, está dando una oportunidad al corrupto que hace el daño para que se convierta. Esto no se logra callando u ocultando, necesita tiempo, es un proceso, un cambio de mentalidad donde brille la capacidad de conducción y sabiduría del Sucesor de Pedro y de la Curia Romana, que debe ser amada y reformada, igual que mi monasterio y cualquier institución eclesial.
    2. Si sólo nos gloriamos de nuestro currículo de servicio a la Iglesia terminamos equivocados. No podemos anunciar al Salvador del Mundo porque en el fondo no lo sentimos. Debemos ser humildes, pero con una humildad real, con nombre y apellido, soy pecador por esto y aquello. No pecadores con esa humildad que parece cara apolillada de estampita ajada. Si no podemos hacer esta confesión a nosotros mismos y a la Iglesia, no es posible entender la belleza de la salvación que nos trae Cristo. Jesucristo Salvador es el tesoro del que nos jactamos, pero lo tenemos en un vaso de barro. Jactémonos también de nuestro prontuario de pecados; pues la única forma de recibir la salvación y la Energía del Resucitado es reconocernos débiles y pecadores, evitando toda forma de auto justificación.
    3. De entre las gracias del Espíritu está la de superarnos por el amor que Dios nos tiene para aguantar las injusticias, molestias y dolores cotidianos. Sin jactarnos por soportar estas miserias y privaciones, porque esas gracias vienen del Otro Paráclito que está al lado mío. No es necesario un psicólogo para saber que cuando uno denigra a otro es porque él mismo no puede crecer y tiene necesidad de que el otro sea disminuido para sentirse alguien. El pez muere por la boca, si uno no domina la lengua se pierde, y la agresividad de Caín con Abel, se repite en el arco de la historia. Jesús quiere la ley de la mansedumbre, no hablar mal unos de otros, no denigrarnos, no descalificarnos. Todos queremos edificar la Iglesia. No hablemos mal los unos de los otros. El que habla en contra de un hermano o lo condena, habla en contra de la Ley y la condena. Sant 4, 11 Las comunidades eclesiales se destruyen por las divisiones, los chismes y los conflictos. Si no caminamos en fraternidad terminaremos mal, el que insulta y el insultado.
    4. El objetivo de la economía y de la política es servir a la humanidad en cada persona, comenzando por las más pobres y más vulnerables donde quiera que se encuentren, incluso en el vientre de sus madres; todo óvulo fecundado por un espermatozoide es ya uno de nosotros y para siempre. Toda teoría o acción económica y política debe esmerarse en proporcionar a cada habitante del planeta ese mínimo bienestar que le permita vivir con dignidad y libertad, con la posibilidad de mantener una familia, educar a los niños, rezar a Dios y desarrollar su propio potencial humano. Esto es lo más importante, en ausencia de esta visión, toda la actividad económica y política carece de sentido cósmico, humano y divino.
    El obispo auxiliar Gerardo Farrell, padre espiritual, sociólogo y pastoralista de la Diócesis de Quilmes, enamorado de los marginados, con quien conversé varias veces, propuso hace años que los laicos deberían aportar a la tarea de pensar un proyecto de país. Pensar cada patria como proyecto de país, conforme a su tradición cultural y en diálogo con la cultura moderna. Es necesario pensar la patria desde la cultura de nuestro pueblo, entendiendo por cultura tanto las expresiones espontáneas como las de nuestros grandes literatos y ensayistas. Cada patria es una cultura por descubrir, por rastrear, por formular en filosofías y ciencias, y por evangelizar de manera permanente.
    Hay que dar vigor a la acción internacional en favor de los pobres, pues se puede y se debe hacer algo más que meras promesas, a menudo, no mantenidas. Así como tampoco se puede seguir presentando como coartada la crisis global. Es urgente que toda la comunidad internacional, actúe con apremio y apertura de corazón, contraponiéndose a intereses económicos miopes y a la lógica del poder.
    Los discípulos misioneros de Cristo deben iluminar con la luz del Evangelio todos los ámbitos de la vida social. La opción preferencial por los pobres, de raíz evangélica, exige una atención pastoral atenta a los constructores de la sociedad. Si muchas de las estructuras actuales, generan pobreza, en parte se ha debido a la falta de fidelidad a sus compromisos evangélicos de muchos cristianos con especiales responsabilidades políticas, económicas y culturales. Aparecida, 501
    5. La justicia que trae Jesús es diversa del ojo por ojo, diente por diente. Lo dice Pablo al hablar de los cristianos como gente que no tiene nada y en cambio lo posee todo. La seguridad cristiana se encuentra en este todo que es Jesús, lo demás es nada. En cambio para el espíritu mundano el todo son las cosas, fama, riquezas, vanidades, posiciones  encumbradas;  y la nada es Jesús. Por lo tanto si un cristiano puede caminar 100 kilómetros cuando le piden recorrer 10, es porque para él eso es nada y puede dar el manto cuando le solicitan la túnica. El cristiano es una persona que ensancha su corazón con esa magnanimidad, porque tiene el todo, que es Jesucristo. Las otras cosas son la nada. Son buenas, sirven, pero en el momento del enfrentamiento escoge siempre el todo, con aquella docilidad y magnanimidad que es el signo de los discípulos de Jesús. Vivir así no es fácil, porque en serio te dan los golpes en las dos mejillas. Entonces el cristiano ensancha su corazón. Si su corazón queda reducido, encogido es egoísmo enmascarado de cristianismo. El cristiano sabe resolver esta oposición bipolar, esta tensión entre el todo y la nada, como indica Jesús, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás viene por añadidura. El Reino de Dios es el todo, lo demás es secundario. Todos los errores de la Iglesia, todos nuestros errores nacen de aquí, cuando decimos a la nada que es el todo y al todo que es la nada. Cuando optamos por la nada, nacen los enfrentamientos en una familia, con la comunidad y la sociedad, que finalizan en la guerra por la nada. La nada es semilla de guerras, porque es semilla de egoísmo. El todo es la Paz de Jesús.
    6. Tantas veces también nosotros nos convertimos en enemigos de otros, no los queremos. Y Jesús nos dice que debemos amar a los enemigos, y esto no es fácil. Nos pide que recemos por nuestros enemigos. Recen por aquellos que los persiguen, díganle a Dios, Cámbiale el corazón. Tiene un corazón de piedra, dale uno de carne, que sienta y que ame. Con el perdón, con el amor al enemigo, nos volvemos más pobres, el amor nos empobrece, pero esa pobreza es semilla de fecundidad y de amor por los otros. Como la pobreza de Jesús, que se ha convertido en gracia de salvación para todos nosotros,  en riqueza.
    Había en la comunidad una hermana que tenía el don de desagradarme en todo. Sus modales, sus palabras y su carácter me resultan inaguantables. Sin embargo, era una santa religiosa, que debía ser agradable a Dios. Entonces, para no ceder a mi antipatía natural, me dije que la caridad no debía consistir en sentimientos, sino en obras, y me dediqué a portarme con esa hermana como lo hubiera hecho con la persona a quien más quiero. Cada vez que la encontraba, pedía a Dios por ella, ofreciéndole todas sus virtudes y sus méritos. Sabía bien que esto le gustaba a Jesús, pues no hay artista a quien no le guste recibir alabanzas por sus obras. Y a Jesús, el Artista de las almas, tiene que gustarle que no nos detengamos en lo exterior, sino que penetremos en el santuario íntimo que él se ha escogido por morada y admiremos su belleza. No me conformaba con rezar mucho por esa hermana. Trataba de prestarle todos los servicios que podía; y cuando sentía la tentación de contestarle de manera desagradable, me limitaba a dirigirle la más encantadora de mis sonrisas, y cambiaba de conversación. Cuando mis combates interiores eran demasiado fuertes, huía como un desertor. Como ella ignoraba lo que yo sentía, no sospechó los motivos de mi conducta. Vivió convencida de que ella me resultaba agradable y me dijo con aire muy satisfecho. Dígame qué es lo que la atrae tanto en mí. Lo que me atraía era Jesús escondido en el fondo de su alma, él hace dulce hasta lo más amargo. Teresa del Niño Jesús
    7. Como Jesús nos enseña en el Padrenuestro, una condición no negociable para lograr la liberación es el perdón a los que nos han ofendido. Esa lucha por perdonar a otros no es fácil, y nunca debe trivializarse ni predicarse a la ligera. Pienso que el esfuerzo por perdonar es nuestra lucha mayor, tanto psicológica, como moral y religiosa. No resulta fácil perdonar. Todo nuestro interior protesta. Cuando se nos ha agraviado, cuando hemos sufrido una injusticia, cuando alguien o algo nos ha tratado mal, dentro de nosotros mismos mil mecanismos de defensa, físicos y psicológicos, comienzan a cerrarse en banda, a desconectarse, a congelarse, a autoprotegerse y a vociferar a gritos en protesta, ira, y rabia.
    El perdón no es algo que podemos querer y hacer que acontezca. Como dijo una vez el científico y teólogo Pascal, el corazón tiene sus razones. También tiene sus ritmos, su paranoia, sus puntos fríos y amargos, y siente la necesidad de acordonarse contra cualquier cosa que lo haya herido. Por otra parte, todos nosotros nos hemos sentido heridos. Nadie llega a la adultez con su corazón intacto. Sea en dosis suaves o en dosis traumáticas, todos hemos sido tratados de manera injusta, violados, heridos, ninguneados, no honrados, marginados. Todos acarreamos heridas y, junto con ellas, cargamos también algunos enojos, algunas amarguras, y algunas áreas en las que no hemos perdonado.
    El punto fuerte del mejor libro de Henri Nouwen, El Regreso del Hijo Pródigo, consiste en que señala con clarividencia tanto los rincones fríos y escondidos de nuestros corazones como la lucha gigante necesaria para proporcionar calor y perdón a esos mismos rincones. Gran parte de la ligereza o de la pesadez en nuestros corazones, casi todos los matices de nuestro talante, están dictados, de modo inconsciente, sea por el perdón o por el no perdón en nuestro interior. El perdón es el secreto más profundo y esencial hacia la alegría.
    Andrew Greeley, sacerdote americano y escritor de best sellers, al escribir una recensión del libro Las Cenizas de Ángela, de Frank McCourt, alabó al autor por su brillantez literaria, pero, por ser incapaz de perdonar, lo desafió diciéndole. De acuerdo, tu vida ha sido injusta. Tu padre era alcohólico, tu madre no te protegió de los malos efectos de la adicción de tu padre, creciste en la pobreza extrema y sufriste una serie de mini injusticias bajo los servicios sociales irlandeses, la iglesia irlandesa, el sistema educativo irlandés y el clima irlandés. Permíteme un consejo. Antes de morir, perdona. Perdona a tu padre por ser alcohólico, perdona a tu madre por no haberte protegido, perdona a la iglesia por sus fallos para contigo, perdona a Irlanda por su pobreza, su lluvia y sus malos maestros que te impuso, perdónate a ti mismo por los fracasos de tu vida;  y entonces, perdona a Dios, porque la vida es injusta, de modo que no mueras enfadado y amargado, ya que perdonar es el imperativo moral más importante. Ronald Rolhaiser
     7. Madre Teresa de Calcuta, mística de la caridad, fue por años mi preciosa amiga. Me asustan la extrema radicalidad de su vida y su vocación totalizante, pero sobre todo, me empuja a imitarla en lo que Dios me pide a mí. Cada carisma es una flor única, irrepetible, distinta de las demás. Como pensaba Madre Teresa, cuando teníamos ocasión de encontrarnos me repetía, lo que yo hago, tú no lo puedes hacer. Lo que tú haces, yo no lo puedo hacer. Yo Chiara debo ser en la Iglesia una pequeña María que ofrece a Jesús al mundo, una presencia suya en la tierra, su continuación, sola y con los Focolares. Chiara Lubich
    8. La Gracia es nuestra alegría y nuestra libertad. Somos libres porque Jesús nos ha liberado y vivimos bajo la gracia de ser hijos de Dios. Esto es un tesoro, una revolución para transformar la historia, una revolución que cambia el corazón humano. Las revoluciones de la historia han cambiado la vida política, económica, pero ninguna de ellas ha cambiado el corazón del hombre. La verdadera revolución, la que transforma la vida, la cumplió Jesucristo por medio su Cruz y Resurrección. Benedicto XVI, decía de esta revolución, que es la mutación más grande en la historia de la humanidad. Un cristiano, si no es revolucionario, en este momento, no es cristiano, y debe ser revolucionario por la gracia. Y la gracia no se compra ni se vende, es un don, puro regalo del Padre en Cristo y su Espíritu. Jesús es el único que nos da la gracia de forma gratuita y nosotros debemos darla a los hermanos de la misma manera en total gratuidad.
    9. Pueblo de Dios significa que Dios no pertenece de manera propia a ningún pueblo; porque es Él quien nos llama, nos convoca, nos invita a ser parte de su Pueblo, y esta invitación está dirigida a todos, sin distinción, porque la misericordia de Dios quiere la salvación para todos. 1 Tim 2:04 Jesús no dice a los Apóstoles y a nosotros que formemos un grupo exclusivo; un grupo de élite. Jesús dice, vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Mt 28,19 Pablo afirma que en el Pueblo de Dios, en la Iglesia, no hay ni judío ni griego, porque todos somos uno en Cristo Jesús. Gal 3:28 Me gustaría decir a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes, a los que piensan que ya no pueden cambiar, el Señor también te está llamando a ti a ser parte de su Pueblo y lo hace con inmenso respeto y amor.
    No es a través del nacimiento físico como uno se convierte en miembro de este Pueblo, sino por medio de un nuevo nacimiento. Jesús dice a Nicodemo que hay que nacer de lo alto, del agua y del Espíritu para entrar en el Reino de Dios. Jn 3:3-5 Es a través del Bautismo que somos introducidos en este pueblo, a través de la fe en Cristo, don de Dios que debe ser alimentado y hecho crecer en toda nuestra vida.
    El amor es la ley del Pueblo de Dios, amor a Dios y amor al prójimo, según el nuevo mandamiento. Jn 13, 34 Un amor, sin embargo, que no es sentimentalismo estéril o algo vago, sino que es el reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, aceptar al otro como un verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van de la mano.
    La misión de este Pueblo es llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios, ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, luz que ilumina. A nuestro alrededor, basta abrir un periódico, para ver que la presencia del mal existe, que el diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta, Dios es más fuerte, porque Él sólo es el Señor. Quisiera agregar que la realidad a veces oscura signada por el mal puede cambiar. Si nosotros primero les llevamos la luz del Evangelio sobre todo con nuestra vida. Si en un estadio en una noche oscura una persona enciende una luz, apenas se entrevé, pero si los otros miles encienden cada uno su propia luz, el estadio se ilumina. Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo. Juntos llevaremos la luz del Evangelio a toda la realidad.
    La meta de este Pueblo es el Reino de Dios, iniciado sobre la tierra por Dios mismo, y que debe ampliarse hasta el cumplimiento, cuando aparecerá Cristo, vida nuestra. LG, 9 Y el fin será la plena comunión con el Señor, entrar en su misma vida divina, donde viviremos la alegría de su amor sin medida. Aquella alegría plena. Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto del Amor del Padre Ser fermento de Dios en esta nuestra humanidad es anunciar y llevar la salvación de Dios al mundo, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. 
    La Iglesia debe ser lugar de misericordia y de esperanza en Dios, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio. Y así como la cabeza y los miembros de un cuerpo vivo aunque no se identifiquen son inseparables, Cristo y la Iglesia no se pueden confundir pero tampoco separar, y constituyen un único Cristo Total. Dominus Jesus, 16 La Iglesia tiene que tener las puertas abiertas para que todos puedan venir y nosotros salir por esas puertas y anunciar a gritos que Jesús clama  Oren Lean Trabajen para que los ricos se hagan solidarios de los pobres y abrazados, todos juntos con nuestras diversidades en unión fraterna, sin luchas de clases ni capitalismos salvajes, entremos en la abundancia de la Vida terrenal y Eterna.
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario