viernes, 14 de junio de 2013

168. Puros de corazón en Jesús Hagnós lavando los pies a los pobres: 1 Jn 3, 1-10



    El que tiene esta esperanza en Jesús, de ver a Dios tal cual, se purifica así como Él es puro. Hagnós Quien comete el pecado comete la iniquidad, mientras que el que permanece en Él no peca. Mientras que el Corazón de Jesús santo, inocente, casto, sin mancha, no conoció el pecado, sino que vino sólo reparar los pecados del mundo, la Iglesia, que abraza en su seno a los pecadores, es a la vez santa y necesitada de purificación, a la búsqueda de la conversión. Todos en la Iglesia, menos María de ahí el rol esencial de su Inmaculado Corazón, somos pecadores que destruimos la comunión con la Trinidad, los hermanos y la naturaleza. En todos el trigo de la Gracia está entreverado con la cizaña del pecado, hasta que no haya más tiempo.
    El Corazón de Jesús es la meta del monacato, como la es de todos, elegidos para ser inmaculados por el amor. Ef 1, 4 Quien quiera configurarse con Él debe limpiarse ya que Él es el Único Corazón Puro o Hagnós. Casiano identifica el corazón con el espíritu y la pureza con la caridad que busca contemplar a la Trinidad, pues todo pecado, que es apego desordenado a las creaturas, basura, es una mancha que quita su santidad. Crea en mí un corazón puro, renovando la fortaleza de mi espíritu. Sal 51 Si alguno no se siente pecador, que vaya a confesarse porque está en grave peligro. No le ocurra lo de Juan XXIII en otro orden de cosas, con frecuencia entresueños pienso en graves problemas y decido que tengo que hablar de inmediato con el papa. Al despertar recuerdo que yo soy el papa. Quien comete pecado es del diablo, quien está en lucha contra el pecado, se confiesa y satisface, permanece en el Corazón de Jesús.
    Existen cuatro clases de pecados especiales. Los internos, complacencia morosa, mal deseo, gozo pecaminoso. Los doce capitales, incredulidad, desesperación, odio, gula, lujuria, codicia, acedia, tristeza, coraje, vanidad, indiscreción, soberbia. Los que van contra el Espíritu Santo, Presunción, impugnación de la verdad, envidia y celos, obstinación en el pecado, impenitencia. Los que claman al cielo, que envuelven una malicia y repugnancia abominable aun para las leyes penales, crímenes de lesa humanidad, genocidio, asesinato, aborto, eutanasia, trata de personas, pedofilia, práctica de la homosexualidad, injusticia y opresión de los pobres, viudas y huérfanos, defraudación de los derechos y el sueldo del trabajador, depravación y enriquecimiento ilícito al desempeñar servicios públicos o sagrados.
    Estos son los delincuentes, malvados o corruptos. Son pecadores que dan varios pasos adelante en el fetichismo impuro de sus idolatrías. Todos somos pecadores, no todos somos delincuentes. Con nuestros pecados dañamos la Pureza del Corazón Total del Cristo Eucarístico Eclesial y Cósmico; pero los corruptos deben ser juzgados, penados y apartados, no sólo dañan sino que destruyen a la Iglesia, mientras los santos purificándose en el Fuego, Mal 3,3 la edifican. No es fácil a veces descubrir a los corruptos, Jesús nos advierte que su lenguaje es la hipocresía, Mc 12, 15 lobos disfrazados de ovejas, Mt 7, 15 que trabajan en la oscuridad. Jn 13, 30 Hoy la Iglesia tiene el deber especialísimo de proteger a los niños y adolescentes para que nadie abuse de ellos. The Good Son, El ángel malvado, el caso del niño diabólico Henry, M. Culkin. Sólo Mark, E. Wood, se dará cuenta.
 La psicología, la psicofisiologia, la neurociencia, la psicoinmunologia, la psicosómática, la neuropsicoendocronología, ramas de la medicina moderna conectadas entre sí, confirman que modificamos nuestra biología mediante lo que pensamos, sentimos o hacemos. Como está tu pensamiento estará tu corazón, y como está tu corazón así estará tu espíritu. De la abundancia del corazón habla la boca. Lc 6, 45 Experimentamos cambios bioquímicos y fisiológicos en nuestro organismo conforme a nuestras emociones y estados de ánimo.
    El médico Hans Selye, 1907-1982 descubrió el estrés y sus efectos dañinos en el hombre, los cambios psicofisiológicos conectados a la enfermedad y el envejecimiento prematuro del individuo; autogenerados por su propio estrés emocional y exterior. El odio, los celos, la confusión provocan estrés, tensión emocional, cada emoción va cargada de información, intensión y energía. Los pensamientos negativos son veneno para nuestra salud; secretan sustancias neuroquímicas como adrenalina, cortisol y ácido clorhídrico. La adrenalina comprime el calibre de las arterias cerebrales, reduciendo la irrigación sanguínea a las neuronas y la falta de oxígeno origina disminución del funcionamiento cerebral, ocasionando efectos colaterales, cuales mala actitud, conducta equivocada, ira, irritabilidad, y errores en la toma de decisiones.
    Necesitamos decirle al Corazón de Jesús que queremos amarlo, y que Él nos enseñe la difícil mística sapiencial de dejarnos amar por Él, sentirlo cercano y lleno de ternura. Sus consolaciones o divinas caricias nos liberan de los ídolos, nos dan la salvación en la Trinidad, nos redimen de estar esclavizados a nuestras propias voluntades, proyectos, ambiciones, miras personales; y en cambio abiertos en el Amor, a la comprensión de los Otros con sus mentalidades y culturas. Poniendo en primer lugar, no la propia realización personal o el aplauso y reconocimiento de los demás, sino el Bien Supremo del Evangelio y el cumplimiento desapercibido de la misión recibida sin que nadie tenga por qué enterarse de nuestros esfuerzos.
    Las Bienaventuranzas forman un todo indesglosable. La pureza es indesligable de la pobreza cual extractos perfumados del amor. El puro corre el riesgo de ensoberbecerse, el que sirve al pobre de ideologizarse ante tantas inaguantables injusticias y dolores. Ambos al ponerse de rodillas con Cristo se liberan. El corazón puro sólo es útil si sirve mejor al Pobre con sus pobres; y no hay pobre mejor servido que el que lo es por un pecador, en búsqueda de la pureza de corazón, abrazados a Jesús.

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