203. 집으로 Jibeuro, The
Way Home. Parábola de
Silenciamiento, 2 Cor 13, 11-13
La Gracia del Señor Jesús, el Amor del
Padre, y la Comunión del Espíritu, esté
en medio de ustedes. Cuando confesamos la fe viva. La celebramos en la
liturgia. Y la testimoniamos con el seguimiento de los mandamientos y
bienaventuranzas de Jesús. Entonces nos damos cuenta que no podemos vivir sin
orar, que es mantener la alianza, la comunión, la respuesta a la Trinidad,
Amante Amado y Amor, que nos busca sin cesar. Toda nuestra vida se vuelve una
relación con el Padre, el Verbo y el Espíritu, y desde Ellos y hacia Ellos con
todos los ángeles, los hombres y el cosmos. La oración vocal, meditativa o
contemplativa es siempre un entrelazarnos en una relación viviente de los hijos
con nuestro Padre, de los hermanos con nuestro Hermano Jesucristo, de los que
gemimos con el Gemido Inefable del Espíritu que reza en nosotros.
La
oración cristiana es una relación viviente entre la Trinidad y cada ser humano en
Cristo. Es acción de Dios y acción del hombre en sinergía. La iniciativa la
tiene el Amor de Dios que nos busca, dónde
estás. Gn 3 Y luego de nosotros que respondemos a esa
búsqueda diciéndole, aquí estamos, ya no nos escondemos ni tenemos miedo por
estar desnudos de Ti, revestidos de Cristo te decimos en el Fuego del Padre de los pobres, hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Quién
quiera que el cristianismo sea un anuncio banal y barato de felicidad hagas lo
que hagas, destruye la Ilimitada Seriedad de comunión con la Trinidad. Quien
piense que en mi opción por Cristo no debe estar presente la Justicia y la
posibilidad de la condenación eterna, lo falsifica. Quien come y bebe sin discernir el Cuerpo y la Sangre de Cristo sin
examinarse a sí mismo, come y bebe su propia condenación. 1 Cor 11, 28-34 Así, orar sin intermisión es una necesidad vital. Si no nos dejamos
llevar por la Libertad del Espíritu caemos en la esclavitud el pecado. No puede
haber ningún motivo para tenerle miedo a la Infinita Bondad de Dios. Sólo el
temor reverencial ante sus Proyectos y el misterio del mal. Que nos castigue
por nuestra pertinacia en el pecado. O nos veamos separados de su Educación
Escucha y Silencio que jamás nos abandona.
Jibeuro es un meditado pausado y sabio poema coreano a la reconciliación
de los extremos de la sociedad, los niños con los ancianos, y con la ecología.
De la frenética ciudad de Seúl con la nada silenciosa de una casa aislada en la
montaña. De la madre tierra o amor mudo
con sus díscolos humanos. Escrito y dirigido por la directora Lee Jeong hyang. *1964 Estudió en la Universidad de Sogang literatura y filología francesa, y se
licenció en la Academia Coreana de Cine. Éste es su segundo largometraje
presentado el 2002. Sin actores profesionales en el reparto y con un
presupuesto reducido. No es que quisiera hacer un documental. Sólo gente que
hubiera vivido en esos remotos pueblos podría evocar la sensación deseada.
Mientras buscaba a quien interpretara a la abuela, pensó que una vez que
hubiera encontrado el lugar para rodar, la abuela estaría esperando. Fue como
una premonición psíquica. Cuando se decidió por Jeetongma y se dirigió a él,
allí estaba Kim Eul Boon.
Las
circunstancias de la mamá de Sang Woo, se han vuelto extremas. Divorciada de su
marido, ha perdido la tienda que poseía y busca trabajo. Esta situación
precaria la lleva a pedirle a su madre de 77 años que cuide de su hijo por los
tres meses de verano. Éste tiene entre 7 y 9 años pues escribe bien. La señora
vive en una casa destartalada en la montaña, alejada de la pequeña aldea, en
completo aislamiento. Es muda, vieja y llena de arrugas cual pasa de uva, con
una cifosis aguda que la dobla por la mitad. Analfabeta, ve muy poco. Nunca
había conocido a su nieto, pero acepta que se quede con ella.
Él
está herido en el núcleo familiar. Es consentido, malcriado, machista, mandón, caprichoso,
chantajista, apegado a los videojuegos y al pataleo berrinchudo. La trata de
tonta, la empuja, la desprecia por sucia e ignorante. Le orina y esconde sus
suecos. Le saca la hebilla, con la que sostiene el rodete de sus canas, para ir
a comprar baterías, que en la Ranchería nadie tiene. Ella no es mojigata o sentimental.
Está bien jalada a la madre tierra, su cuerpo y su psiquis conviven con la
naturaleza como con un todo. Trevor Herriot, The Road is How. A Prairie Pilgrimage through Nature, Desire, and Soul Tranquila lo sirve desde su pobreza y prosigue
inmutable su vida. Cada tanto hace la señal del corazón sobre su pecho. Abnegada,
respetuosa y generosa, muestra su amor en los más mínimos detalles.
Lo
deja hacer. Le da tiempo al tiempo, como a los árboles del bosque en que viven.
No le exige nada a su nieto. Ni siquiera le pone límites sanadores al estilo occidental, lo que nos choca. Deja que se
desfogue en combustión lenta cerrada, y libere el silbador coraje egoísta al
que está aferrado. Ese es su, no pensado ni estructurado, método educativo. El vacío
meditativo hacia las montañas que contempla quieta en posición media budista con su espalda enderezada. El
sucederse de los días con sus simples e importantes quehaceres cotidianos.
Cocinar, hacer la colada, cuidar la huerta, ir a buscar agua. Coser, asear, la
venta de su producción en el mercado. La siesta, el sol, la lluvia. La
meditación en soledad y aceptación de la vida y de la muerte.
Por
supuesto Sang Woo, Yu Seung Ho, posee aspectos positivos. Es limpio, lisonjero,
buscador de amistades, observador de los gestos inexplicables de su abuela y
del entorno que lo rodea. La purificación transformante lo va jalando, y a su
manera comienza a amarla. Sin tragedias banales, sin violencias ni crueles
imposiciones, sino con metáforas e insinuaciones apenas perceptibles. Desconozco
las minucias de la sana crítica cinematográfica. Las hay excelentes en páginas
de Internet. Mi perspectiva es más bien teológica que filosófica,
tecnocientífica o artística. Lo creado es objeto de las ciencias. Lo Increado
de la Teología. Distintas pero indesligables. Arriesgo la idea de que nuestras mentes son susceptibles de incurrir
en errores sistemáticos. Amos
Tversky y Daniel Kahneman Ofrezco
el mensaje que Jibeuro ha suscitado en la mía. La de un monje enclaustrado. El
imponente Silencio que deshace pensamientos, palabras y acciones inútiles, y
nos transfigura.
No es
lo único que Lee Jeong hyang desea transmitir. No obstante, Gadamer diría,
quien quiere entender un poema, sin excluir del todo la información que le viene de fuera, debe concentrarse en
aquello que le dice el texto. Aquí, el sesgo de la película. Rilke comenzó las Elegías de Duino, con Quién, si gritara, me oiría desde el Orden
de los ángeles, mientras se hallaba en ese acantilado mirando y oyendo el
mar embravecido en un día de tempestad. Esta información es útil, pero habrá
que olvidarla, si queremos saber qué significa en Rilke, y en mí, esa
invocación de los ángeles en su poesía.
Jibeuro es una reconciliación con el Silencio que me transforma. Los
psicólogos nos advierten que andamos distraídos, dispersos, en ningún lugar. El
silenciamiento resucita, anastàs a los pecadores que cuidamos puercos. Nos devuelve a la Casa del Padre,
The Way Home, nuestro verdadero Hogar.
Lc 15, 18-21 El ruido es uno de los problemas del hombre postmodernista globalizado.
Y sin silencio no hay Shemá lekol,
obediencia de la fe, creatividad, amor, tecnociencias éticas, ni vida en el
Espíritu. El silenciamiento es atención y escucha. Es el Misterio de las noches
orantes de Jesús con su Abba. Quien escucha entra en el Corazón de Dios. La meditación
transreflexiva me lleva a redescubrir que no existo sin el mundo y los hermanos
desde la Trinidad.
Pablo d’Ors hace todos los días una hora de
silencio. Todas las semanas un día de retiro sin lecturas ni conversaciones. Todos
los años diez días de apartamiento completo. Son espacios tiempos de intimidad
con los Huéspedes que nos inhabitan. En Biografía
del silencio. Breve ensayo sobre la meditación, escribe. Comencé a sentarme a meditar en silencio y
quietud por mi cuenta y riesgo, sin nadie que me diera nociones básicas o me
acompañara en el proceso. La simplicidad del método, sentarse, respirar,
acallar los pensamientos, y la simplicidad de su pretensión reconciliar al
hombre con lo que es me sedujeron. Como soy de temperamento tenaz, me he
mantenido fiel durante varios años a esta disciplina. Tuve la intuición de que
el camino de la meditación silenciosa me conduciría al encuentro conmigo mismo
tanto o más que la literatura, a la que siempre he sido aficionado. Durante el
primer año, estuve muy inquieto. Cuando me sentaba a meditar, me dolían las
dorsales, el pecho, las piernas. A decir verdad, me dolía casi todo. Pronto me
di cuenta, sin embargo, de que no había un instante en que no me doliera alguna
parte del cuerpo. Era solo que cuando me sentaba a meditar me hacía consciente
de ese dolor. Tomé entonces el hábito de preguntarme qué me dolía, cómo me
dolía, e intentaba responderme. Lo cierto era que el dolor desaparecía o
cambiaba de lugar. No tardé en extraer una conclusión. La pura observación es
transformadora. Como diría Simone Weil no hay arma más eficaz que la atención. La
inquietud mental, que fue lo que percibí después de las molestias físicas, no
fue una batalla menor o un obstáculo más soportable. Al contrario, un
aburrimiento infinito me acechaba en muchas de mis sentadas. Me atormentaba
quedar atrapado en alguna idea obsesiva. O en algún recuerdo desagradable, que
persistía en presentarse durante la meditación. Yo respiraba con armonía, pero
mi mente era bombardeada con deseos incumplidos, con la culpa ante alguno de
mis múltiples fallos o con mis recurrentes miedos. De todo esto huía con
bastante torpeza, acortando los períodos de meditación o rascándome de forma
compulsiva el cuello o la nariz. También imaginando escenas que podrían haber
sucedido, soy muy fantasioso. Componiendo frases para textos futuros, soy
escritor. Elaborando listas de tareas pendientes, recordando episodios de la
jornada. Ensoñando el día de mañana. No tardé en extraer de aquí una nueva
conclusión. Para mí resultaba casi insoportable estar en silencio conmigo
mismo. Motivo por el que me escapaba de mí. Eso me llevó a la certeza de que,
por amplios y rigurosos que hubieran sido los análisis que yo había hecho de mi
conciencia durante mi década de formación universitaria, esa conciencia mía
seguía siendo un territorio poco frecuentado. La sensación era la de quien
revuelve en el lodo. Tenía que pasar algún tiempo hasta que el barro se fuera
posando y el agua empezase a estar más clara. Con el paso de los meses, supe
que cuando el agua se aclara, empieza a poblarse de plantas y peces. Supe
también que esa flora y fauna interiores se enriquecen cuanto más se observan.
Y ahora, cuando escribo esto, estoy maravillado de cómo podía haber tanto fango
donde ahora descubro una vida tan variada y exuberante. Hasta que decidí
practicar la meditación con todo el rigor del que fuera capaz había tenido tantas
experiencias a lo largo de mi vida que había llegado a un punto en que, sin
temor a exagerar, puedo decir que no sabía bien ni quién era. Había viajado a
muchos países, leído miles de libros, tenía una agenda con muchísimos contactos
y me había enamorado de más mujeres de las que podía recordar. Como muchos de
mis contemporáneos, estaba convencido de que cuantas más experiencias tuviera y
cuanto más intensas y fulgurantes fueran, más pronto y mejor llegaría a ser una
persona en plenitud. Hoy sé que no es así. La cantidad de experiencias y su
intensidad solo sirve para aturdirnos. Vivir demasiadas experiencias suele ser
perjudicial. No creo que el hombre esté hecho para la cantidad, sino para la
calidad. Las experiencias nos zarandean, nos ofrecen horizontes utópicos, nos
emborrachan y confunden. Ahora diría incluso que cualquier experiencia, aun la
más inocente, suele ser demasiado vertiginosa para el alma humana, que solo se
alimenta si el ritmo de lo que se la brinda es pausado. Gracias a esa
iniciación a la realidad, que he descubierto con el silencio, supe que los
peces de colores que hay en el fondo de ese océano que es la conciencia, esa
flora y fauna interiores, solo pueden distinguirse cuando el mar está en calma,
y no durante el oleaje y la tempestad de las experiencias. Y supe que, cuando
ese mar está en una calma aún mayor, ya no se distinguen ni los peces, sino
solo el agua, el agua sin más. Pero a los seres humanos no suele bastarnos con
los peces, y mucho menos con el agua. Preferimos las olas. Nos dan la impresión
de vida, cuando lo cierto es que no son vida, sino solo vivacidad. Hoy sé que
conviene dejar de tener experiencias y limitarse a vivir. Dejar que la vida se
exprese tal cual es. No llenarla con los artificios de nuestros viajes o lecturas,
relaciones o pasiones, espectáculos, entretenimientos, búsquedas. Todas
nuestras experiencias suelen competir con la vida y logran desplazarla e
incluso anularla. La verdadera vida está detrás de lo que nosotros llamamos
vida. No viajar, no leer, no hablar. Todo eso es mejor que sus contrarios para
el descubrimiento de la Luz y de la Paz.
En la Celda Tumba con Cristo. Fue el proyecto de san Antonio del desierto. 250-356, Blog 161, 03 Lo reedita san Buenaventura. 1218-1274 Descansa con Cristo en el Sepulcro, muerto a lo exterior, sintiendo lo que Jesús le dijo al buen ladrón, hoy estarás conmigo en el Paraíso. Abandona toda especulación de orden intelectual y concentra en Dios la totalidad de tus aspiraciones. Si quieres saber cómo se realiza este Misterio, pregunta a la Gracia, no al saber humano. Pregunta al Deseo, no al entendimiento. Pregunta al Gemido Orante, no al estudio y la lectura. Pregunta al Esposo, no al maestro. Pregunta a Dios, no al hombre. Pregunta a la obscuridad, no a la claridad. No a la luz, sino al Fuego Devorador que es Dios. Quien ama la muerte puede ver a Dios. Pues está fuera de duda aquello de, nadie puede ver mi Rostro y seguir viviendo. Muramos y entremos en la oscuridad. Impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones. Pasemos, con Cristo Crucificado, de este mundo al Padre. Eso nos basta. Itinerario de la mente hacia Dios. Opera omnia, 5
En la Celda Tumba con Cristo. Fue el proyecto de san Antonio del desierto. 250-356, Blog 161, 03 Lo reedita san Buenaventura. 1218-1274 Descansa con Cristo en el Sepulcro, muerto a lo exterior, sintiendo lo que Jesús le dijo al buen ladrón, hoy estarás conmigo en el Paraíso. Abandona toda especulación de orden intelectual y concentra en Dios la totalidad de tus aspiraciones. Si quieres saber cómo se realiza este Misterio, pregunta a la Gracia, no al saber humano. Pregunta al Deseo, no al entendimiento. Pregunta al Gemido Orante, no al estudio y la lectura. Pregunta al Esposo, no al maestro. Pregunta a Dios, no al hombre. Pregunta a la obscuridad, no a la claridad. No a la luz, sino al Fuego Devorador que es Dios. Quien ama la muerte puede ver a Dios. Pues está fuera de duda aquello de, nadie puede ver mi Rostro y seguir viviendo. Muramos y entremos en la oscuridad. Impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones. Pasemos, con Cristo Crucificado, de este mundo al Padre. Eso nos basta. Itinerario de la mente hacia Dios. Opera omnia, 5
Sang Woo ha viajado directo al desierto y la
pobreza de los campesinos, desde Seúl. La cuarta economía ciudadana del mundo
con un PIB de U$S 774.000. Sólo detrás de Tokio, Nueva York y Los Ángeles. Con
10 millones de habitantes en la ciudad y 25 millones con el área metropolitana.
La quinta después de Tokio, México, New York y Bombay. Su calidad de vida es
alta, por encima de New York, London o Melbourne, debajo de Tokio y París. La
mitad de los 50 millones de surcoreanos no tiene opción religiosa. El 30% son
cristianos, 19% protestantes y 11% católicos, el 20% restante se distribuye
entre budistas, la mayoría, confucionistas, musulmanes y otros. Podemos entender,
aparte sus sombras y trastornos emocionales de personalidad, el embrollo de Woo
en su choque con el erial. El proceso de su silenciamiento hacia un inicio de
pureza del corazón. La humanidad es un
montón de barro. Yo soy un montón de barro. Mi obligación está en esforzarme
hasta que una pequeña flor despunte en el barro de mi mente y de mi carne. Kazantzakis,
The Saviors of God
Woo es la parábola en acción de cada uno de nosotros cuando es trasladado
desde sus apegos creaturales a la Dimensión
Increada de la Trinidad. Se va desidentificando a la búsqueda de su real
identidad. Prestemos atención a unos detalles de desintegración reintegración de nuestras infinitas habilidades en
Dios, a los que presto atención desde hace años en mi servicio a los huéspedes
que llegan al monasterio. Sang comienza a dormir bien. Hasta la siesta al sol y
al aire libre, como lo hace su abuela. Mi hermana solía decirme que si dormía
bien se levantaba más buena. Sus caminatas, casi inadvertidas para él no para
su inconsciente, por paisajes solitarios, bellos y serenos. El silencio de Kim,
atenta, no invasiva ni controladora, ayudándolo cuando él ya no puede, sin
esperar nada a cambio, pero sin dejar su filopoética rural. Ve, come, bebe, duerme y no trabajes, pero
no salgas de la celda. Sabía que la paciencia de la celda lleva al monje a
observar su Orden. Arsenio, 49
En The
Way Home, Woo vuelve a la Casa de
su abuela, la comienza a venerar conocer y querer. No se habla de Jesús ni de
religión. A las monjas y monjes cristianos nos vendría bien unir estos
preámbulos parabólicos a nuestra
intensa unión con el Amor y la Gracia de Cristo, al cual nada podemos
anteponer. RB, 4, 21 Digámosle cada mañana a nuestro Padre que todo lo que le pedimos de
bueno para nosotros lo pedimos para toda la humanidad. Y después no nos
ocupemos más de los demás. Hemos hecho de un solo golpe todo lo que podríamos hacer
con ellos. Luego no pensemos más en las criaturas y no hablemos más al Esposo
que de Él y nosotros, como si Él y nosotros estuviéramos solos en el mundo.
Entremos en la intimidad con Él y no le hablemos de otra cosa que de nuestro
amor. Perdamos de vista todo lo creado. Cuanto más nos olvidemos de los hombres,
más beneficios les haremos. Cuánto más pidamos al Esposo, en la intimidad, en el
olvido de todo lo que no sea Él, cuánto más le amemos con todo nuestro corazón,
más bien haremos a la humanidad entera que lo que puedan hacer nuestras
peticiones. Procuremos gritar el Evangelio con la vida. Toda nuestra vida, por
más callada que sea, la vida de Nazaret, la vida del desierto, tanto como la
vida pública, deben ser una predicación del Evangelio. Toda nuestra existencia,
todo nuestro ser debe gritar el Evangelio sobre los tejados. Toda nuestra persona
tiene que respirar a Jesús. Carlos de Foucauld
La esencia de la Iglesia y su constitución
en laicos, consagrados y clérigos no puede entenderse del todo con las
categorías de la sociología o del derecho civil y penal. La Iglesia, guiada por
el sucesor de Pedro y los obispos en comunión con él, aunque realidad creada y
pecadora, no pertenece al orden natural sino sobrenatural. Es un Misterio
captable por la fe viva y amante. Nacida del proyecto del Padre, instituida por
Jesús y manifestada por el Espíritu. Pero sin luz propia alguna. Sólo refleja
la Luz Increada de las Tres Personas de Dios. Ella no cree en sí misma. Cree en
la Trinidad, que la hace instrumento de de su Proyecto de salvación universal.
Jesús no dejó ningún sucesor. Él mismo
Resucitado sigue delante de su Iglesia. Esa es la fe que profesamos en el Credo
Niceno Constantinopolitano. Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, y en un
solo Señor Jesucristo, y en el Espíritu Santo. Y una santa católica y
apostólica Iglesia, et unam sanctam
catholicam et apostolicam Ecclesiam. Cual complemento directo dependiente e
inseparable de nuestra fe en la Trinidad. Hacemos profesión de creer que existe
una Iglesia, y no de creer en la Iglesia, para no confundir al Increado Dios
Trino con sus creaturas. Y para atribuir sólo a Dios todos los dones y carismas
que ha puesto en su Iglesia. Esa Iglesia humilde donde todos, salvo María,
somos pecadores, es santa. Porque tiene en su seno la Biblia, la Eucaristía y
el Servicio del Amor. Y aunque abarque a pecadores, delincuentes y corruptos,
no tiene otra vida que la de la Gracia Divina. Si nos alimentamos de esa vida
nos santificamos. Con la dulce obligación de ser santos. Arrepentirnos, confesar
nuestros pecados, y repararlos.
Es un Único Pueblo de Dios. Como un todo
sacramental, signo e instrumento, de la íntima comunión con la Trinidad, los
hermanos el universo. Todos tenemos los mismos derechos y deberes según nuestra
condición y la misma igualdad en cuanto a dignidad, acción, libertad de
expresión y misión de anunciar el Evangelio, con distintos ministerios,
carismas y servicios. En Ella no hay lugar para la uniformidad ni el carrerismo
o la relegación. La asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia
terrestre y la Iglesia adornada con bienes celestiales no son dos cosas
distintas sino una realidad compleja integrada de un elemento divino y otro
humano, cual el Verbo hecho carne. Fuera de esta Madre a la que amamos con
fidelidad inquebrantable, que nos da a luz y nos educa, no hay plenitud de
salvación. En esta Esposa de Cristo todo lo humano está ordenado a lo divino,
lo visible a lo Invisible, la acción a la contemplación, y la Iglesia al Reino
de Dios.
No obstante, cada uno de nosotros pertenece
a la misma humanidad y compartimos con la entera familia de los pueblos, la
esperanza de un inicio de mundo mejor. Cualesquiera sean las vivencias humanas fuera de la Iglesia si eso es posible, tienen una real
relación con la de Jesús y su Iglesia. Por la Encarnación toda experiencia angélica
humana o cósmica es una cierta experiencia del Hombre Dios. Aun cuando Dios ni
se nombre y pareciera estar ausente. En Jesucristo es imposible separar a Dios
del Hombre. Aventamos 1.300 pensamientos y 800 sentimientos por día. Solemos
quedarnos con los negativos. No proyectemos eso al lenguaje místico secular de
la situación humana, lo desconocido y la felicidad. Unos por el silencio de Jibeuro. Otros por el fugaz enamoramiento
de dos adolescentes con cáncer terminal, cual en The Fault in Our Stars de John Green, protagonizada por S. Woodley
y A. Elgort. Y aquellos por un naufragio que destroza y reconstruye planes
vitales, Cast Away de Zemeckis
con Tom Hanks y su amigo Wilson
Volleyball. La culpa, querido Bruto, no
es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser
inferiores. Shakespeare, Julio César
Lo secular y lo profano tienen dimensiones
cosmoteándricas expresadas en lenguajes distintos. Jesús no es propiedad
exclusiva de la Iglesia Católica en su carismática institucionalización. Con
discernimiento aprendemos mucho de Cristo en otras institucionalizaciones del Espíritu. Y no sólo en las cristianas o
religiosas sino también en las sólo humanas agnósticas o ateas. La Singularidad
Absoluta de Cristo y de su Única Iglesia, donde Jesús está en Plenitud, no
equivale a decir que otros no precisen Logoi sublimes del Infinito Increado.
Esos
Logoi nos ayudan a los católicos a no cerrarnos asfixiándonos en una secta
fanática. A ser por esencia inclusivos en salida que abraza la Totalidad. A
expresar mejor la Plenitud que custodiamos y nos sobrepasa por todos los
costados, y actuando en todas partes. Con nuestros límites de humildes pecadores
perdonados, en unión con todos los seres humanos, retornando a la Gracia del
Señor Jesús que no cesa de venir a nuestro encuentro. De mil maneras volvemos a
relatar el drama pascual de nuestro breve pasaje por este mundo. Dios Amor
jamás nos olvida y su Memoria es también nuestra existencia de Encuentro y Silenciamiento. Hubo tiempo antes de que los organismos de
este planeta tuvieran consciencia de sí mismos. Y habrá tiempo después que todo
desaparezca y sea olvidado. Pero si te preocupa que el hombre caiga en el
olvido, te aconsejo que ni lo pienses. Dios recordará, y para siempre, qué es
lo que hizo todo el mundo. Peter van Houten, Un dolor imperial
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