jueves, 17 de julio de 2014

203. 집으로 Jibeuro, The Way Home. Parábola de Silenciamiento, 2 Cor 13, 11-13

    La Gracia del Señor Jesús, el Amor del Padre, y la Comunión del Espíritu,  esté en medio de ustedes. Cuando confesamos la fe viva. La celebramos en la liturgia. Y la testimoniamos con el seguimiento de los mandamientos y bienaventuranzas de Jesús. Entonces nos damos cuenta que no podemos vivir sin orar, que es mantener la alianza, la comunión, la respuesta a la Trinidad, Amante Amado y Amor, que nos busca sin cesar. Toda nuestra vida se vuelve una relación con el Padre, el Verbo y el Espíritu, y desde Ellos y hacia Ellos con todos los ángeles, los hombres y el cosmos. La oración vocal, meditativa o contemplativa es siempre un entrelazarnos en una relación viviente de los hijos con nuestro Padre, de los hermanos con nuestro Hermano Jesucristo, de los que gemimos con el Gemido Inefable del Espíritu que reza en nosotros.
    La oración cristiana es una relación viviente entre la Trinidad y cada ser humano en Cristo. Es acción de Dios y acción del hombre en sinergía. La iniciativa la tiene el Amor de Dios que nos busca, dónde estás. Gn 3 Y luego de nosotros que respondemos a esa búsqueda diciéndole, aquí estamos, ya no nos escondemos ni tenemos miedo por estar desnudos de Ti, revestidos de Cristo te decimos en el Fuego del Padre de los pobres, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Quién quiera que el cristianismo sea un anuncio banal y barato de felicidad hagas lo que hagas, destruye la Ilimitada Seriedad de comunión con la Trinidad. Quien piense que en mi opción por Cristo no debe estar presente la Justicia y la posibilidad de la condenación eterna, lo falsifica. Quien come y bebe sin discernir el Cuerpo y la Sangre de Cristo sin examinarse a sí mismo, come y bebe su propia condenación. 1 Cor 11, 28-34 Así, orar sin intermisión es una necesidad vital. Si no nos dejamos llevar por la Libertad del Espíritu caemos en la esclavitud el pecado. No puede haber ningún motivo para tenerle miedo a la Infinita Bondad de Dios. Sólo el temor reverencial ante sus Proyectos y el misterio del mal. Que nos castigue por nuestra pertinacia en el pecado. O nos veamos separados de su Educación Escucha y Silencio que jamás nos abandona.
    Jibeuro es un meditado pausado y sabio poema coreano a la reconciliación de los extremos de la sociedad, los niños con los ancianos, y con la ecología. De la frenética ciudad de Seúl con la nada silenciosa de una casa aislada en la montaña. De la madre tierra o amor mudo con sus díscolos humanos. Escrito y dirigido por la directora Lee Jeong hyang. *1964 Estudió en la Universidad de Sogang literatura y filología francesa, y se licenció en la Academia Coreana de Cine. Éste es su segundo largometraje presentado el 2002. Sin actores profesionales en el reparto y con un presupuesto reducido. No es que quisiera hacer un documental. Sólo gente que hubiera vivido en esos remotos pueblos podría evocar la sensación deseada. Mientras buscaba a quien interpretara a la abuela, pensó que una vez que hubiera encontrado el lugar para rodar, la abuela estaría esperando. Fue como una premonición psíquica. Cuando se decidió por Jeetongma y se dirigió a él, allí estaba Kim Eul Boon.
    Las circunstancias de la mamá de Sang Woo, se han vuelto extremas. Divorciada de su marido, ha perdido la tienda que poseía y busca trabajo. Esta situación precaria la lleva a pedirle a su madre de 77 años que cuide de su hijo por los tres meses de verano. Éste tiene entre 7 y 9 años pues escribe bien. La señora vive en una casa destartalada en la montaña, alejada de la pequeña aldea, en completo aislamiento. Es muda, vieja y llena de arrugas cual pasa de uva, con una cifosis aguda que la dobla por la mitad. Analfabeta, ve muy poco. Nunca había conocido a su nieto, pero acepta que se quede con ella.
    Él está herido en el núcleo familiar. Es consentido, malcriado, machista, mandón, caprichoso, chantajista, apegado a los videojuegos y al pataleo berrinchudo. La trata de tonta, la empuja, la desprecia por sucia e ignorante. Le orina y esconde sus suecos. Le saca la hebilla, con la que sostiene el rodete de sus canas, para ir a comprar baterías, que en la Ranchería nadie tiene. Ella no es mojigata o sentimental. Está bien jalada a la madre tierra, su cuerpo y su psiquis conviven con la naturaleza como con un todo. Trevor Herriot, The Road is How. A Prairie Pilgrimage through Nature, Desire, and Soul Tranquila lo sirve desde su pobreza y prosigue inmutable su vida. Cada tanto hace la señal del corazón sobre su pecho. Abnegada, respetuosa y generosa, muestra su amor en los más mínimos detalles.
    Lo deja hacer. Le da tiempo al tiempo, como a los árboles del bosque en que viven. No le exige nada a su nieto. Ni siquiera le pone límites sanadores al estilo occidental, lo que nos choca. Deja que se desfogue en combustión lenta cerrada, y libere el silbador coraje egoísta al que está aferrado. Ese es su, no pensado ni estructurado, método educativo. El vacío meditativo hacia las montañas que contempla quieta en posición media budista con su espalda enderezada. El sucederse de los días con sus simples e importantes quehaceres cotidianos. Cocinar, hacer la colada, cuidar la huerta, ir a buscar agua. Coser, asear, la venta de su producción en el mercado. La siesta, el sol, la lluvia. La meditación en soledad y aceptación de la vida y de la muerte.
    Por supuesto Sang Woo, Yu Seung Ho, posee aspectos positivos. Es limpio, lisonjero, buscador de amistades, observador de los gestos inexplicables de su abuela y del entorno que lo rodea. La purificación transformante lo va jalando, y a su manera comienza a amarla. Sin tragedias banales, sin violencias ni crueles imposiciones, sino con metáforas e insinuaciones apenas perceptibles. Desconozco las minucias de la sana crítica cinematográfica. Las hay excelentes en páginas de Internet. Mi perspectiva es más bien teológica que filosófica, tecnocientífica o artística. Lo creado es objeto de las ciencias. Lo Increado de la Teología. Distintas pero indesligables. Arriesgo la idea de que nuestras mentes son susceptibles de incurrir en errores sistemáticos. Amos Tversky y Daniel Kahneman Ofrezco el mensaje que Jibeuro ha suscitado en la mía. La de un monje enclaustrado. El imponente Silencio que deshace pensamientos, palabras y acciones inútiles, y nos transfigura.
    No es lo único que Lee Jeong hyang desea transmitir. No obstante, Gadamer diría, quien quiere entender un poema, sin excluir del todo la información  que le viene de fuera, debe concentrarse en aquello que le dice el texto. Aquí, el sesgo de la película. Rilke comenzó las Elegías de Duino, con Quién, si gritara, me oiría desde el Orden de los ángeles, mientras se hallaba en ese acantilado mirando y oyendo el mar embravecido en un día de tempestad. Esta información es útil, pero habrá que olvidarla, si queremos saber qué significa en Rilke, y en mí, esa invocación de los ángeles en su poesía.
    Jibeuro es una reconciliación con el Silencio que me transforma. Los psicólogos nos advierten que andamos distraídos, dispersos, en ningún lugar. El silenciamiento resucita, anastàs a los pecadores que cuidamos puercos. Nos devuelve a la Casa del Padre, The Way Home, nuestro verdadero Hogar. Lc 15, 18-21 El ruido es uno de los problemas del hombre postmodernista globalizado. Y sin silencio no hay Shemá lekol, obediencia de la fe, creatividad, amor, tecnociencias éticas, ni vida en el Espíritu. El silenciamiento es atención y escucha. Es el Misterio de las noches orantes de Jesús con su Abba. Quien escucha entra en el Corazón de Dios. La meditación transreflexiva me lleva a redescubrir que no existo sin el mundo y los hermanos desde la Trinidad.



    Pablo d’Ors hace todos los días una hora de silencio. Todas las semanas un día de retiro sin lecturas ni conversaciones. Todos los años diez días de apartamiento completo. Son espacios tiempos de intimidad con los Huéspedes que nos inhabitan. En Biografía del silencio. Breve ensayo sobre la meditación, escribe. Comencé a sentarme a meditar en silencio y quietud por mi cuenta y riesgo, sin nadie que me diera nociones básicas o me acompañara en el proceso. La simplicidad del método, sentarse, respirar, acallar los pensamientos, y la simplicidad de su pretensión reconciliar al hombre con lo que es me sedujeron. Como soy de temperamento tenaz, me he mantenido fiel durante varios años a esta disciplina. Tuve la intuición de que el camino de la meditación silenciosa me conduciría al encuentro conmigo mismo tanto o más que la literatura, a la que siempre he sido aficionado. Durante el primer año, estuve muy inquieto. Cuando me sentaba a meditar, me dolían las dorsales, el pecho, las piernas. A decir verdad, me dolía casi todo. Pronto me di cuenta, sin embargo, de que no había un instante en que no me doliera alguna parte del cuerpo. Era solo que cuando me sentaba a meditar me hacía consciente de ese dolor. Tomé entonces el hábito de preguntarme qué me dolía, cómo me dolía, e intentaba responderme. Lo cierto era que el dolor desaparecía o cambiaba de lugar. No tardé en extraer una conclusión. La pura observación es transformadora. Como diría Simone Weil no hay arma más eficaz que la atención. La inquietud mental, que fue lo que percibí después de las molestias físicas, no fue una batalla menor o un obstáculo más soportable. Al contrario, un aburrimiento infinito me acechaba en muchas de mis sentadas. Me atormentaba quedar atrapado en alguna idea obsesiva. O en algún recuerdo desagradable, que persistía en presentarse durante la meditación. Yo respiraba con armonía, pero mi mente era bombardeada con deseos incumplidos, con la culpa ante alguno de mis múltiples fallos o con mis recurrentes miedos. De todo esto huía con bastante torpeza, acortando los períodos de meditación o rascándome de forma compulsiva el cuello o la nariz. También imaginando escenas que podrían haber sucedido, soy muy fantasioso. Componiendo frases para textos futuros, soy escritor. Elaborando listas de tareas pendientes, recordando episodios de la jornada. Ensoñando el día de mañana. No tardé en extraer de aquí una nueva conclusión. Para mí resultaba casi insoportable estar en silencio conmigo mismo. Motivo por el que me escapaba de mí. Eso me llevó a la certeza de que, por amplios y rigurosos que hubieran sido los análisis que yo había hecho de mi conciencia durante mi década de formación universitaria, esa conciencia mía seguía siendo un territorio poco frecuentado. La sensación era la de quien revuelve en el lodo. Tenía que pasar algún tiempo hasta que el barro se fuera posando y el agua empezase a estar más clara. Con el paso de los meses, supe que cuando el agua se aclara, empieza a poblarse de plantas y peces. Supe también que esa flora y fauna interiores se enriquecen cuanto más se observan. Y ahora, cuando escribo esto, estoy maravillado de cómo podía haber tanto fango donde ahora descubro una vida tan variada y exuberante. Hasta que decidí practicar la meditación con todo el rigor del que fuera capaz había tenido tantas experiencias a lo largo de mi vida que había llegado a un punto en que, sin temor a exagerar, puedo decir que no sabía bien ni quién era. Había viajado a muchos países, leído miles de libros, tenía una agenda con muchísimos contactos y me había enamorado de más mujeres de las que podía recordar. Como muchos de mis contemporáneos, estaba convencido de que cuantas más experiencias tuviera y cuanto más intensas y fulgurantes fueran, más pronto y mejor llegaría a ser una persona en plenitud. Hoy sé que no es así. La cantidad de experiencias y su intensidad solo sirve para aturdirnos. Vivir demasiadas experiencias suele ser perjudicial. No creo que el hombre esté hecho para la cantidad, sino para la calidad. Las experiencias nos zarandean, nos ofrecen horizontes utópicos, nos emborrachan y confunden. Ahora diría incluso que cualquier experiencia, aun la más inocente, suele ser demasiado vertiginosa para el alma humana, que solo se alimenta si el ritmo de lo que se la brinda es pausado. Gracias a esa iniciación a la realidad, que he descubierto con el silencio, supe que los peces de colores que hay en el fondo de ese océano que es la conciencia, esa flora y fauna interiores, solo pueden distinguirse cuando el mar está en calma, y no durante el oleaje y la tempestad de las experiencias. Y supe que, cuando ese mar está en una calma aún mayor, ya no se distinguen ni los peces, sino solo el agua, el agua sin más. Pero a los seres humanos no suele bastarnos con los peces, y mucho menos con el agua. Preferimos las olas. Nos dan la impresión de vida, cuando lo cierto es que no son vida, sino solo vivacidad. Hoy sé que conviene dejar de tener experiencias y limitarse a vivir. Dejar que la vida se exprese tal cual es. No llenarla con los artificios de nuestros viajes o lecturas, relaciones o pasiones, espectáculos, entretenimientos, búsquedas. Todas nuestras experiencias suelen competir con la vida y logran desplazarla e incluso anularla. La verdadera vida está detrás de lo que nosotros llamamos vida. No viajar, no leer, no hablar. Todo eso es mejor que sus contrarios para el descubrimiento de la Luz y de la Paz
    En la Celda Tumba con Cristo. Fue el proyecto de san Antonio del desierto. 250-356, Blog 161, 03 Lo reedita san Buenaventura. 1218-1274 Descansa con Cristo en el Sepulcro, muerto a lo exterior, sintiendo lo que Jesús le dijo al buen ladrón, hoy estarás conmigo en el Paraíso. Abandona toda especulación de orden intelectual y concentra en Dios la totalidad de tus aspiraciones. Si quieres saber cómo se realiza este Misterio, pregunta a la Gracia, no al saber humano. Pregunta al Deseo, no al entendimiento. Pregunta al Gemido Orante, no al estudio y la lectura. Pregunta al Esposo, no al maestro. Pregunta a Dios, no al hombre. Pregunta a la obscuridad, no a la claridad. No a la luz, sino al Fuego Devorador que es Dios. Quien ama la muerte puede ver a Dios. Pues está fuera de duda aquello de, nadie puede ver mi Rostro y seguir viviendo. Muramos y entremos en la oscuridad. Impongamos silencio a nuestras preocupaciones, deseos e imaginaciones. Pasemos, con Cristo Crucificado, de este mundo al Padre. Eso nos basta. Itinerario de la mente hacia Dios. Opera omnia, 5   

    Sang Woo ha viajado directo al desierto y la pobreza de los campesinos, desde Seúl. La cuarta economía ciudadana del mundo con un PIB de U$S 774.000. Sólo detrás de Tokio, Nueva York y Los Ángeles. Con 10 millones de habitantes en la ciudad y 25 millones con el área metropolitana. La quinta después de Tokio, México, New York y Bombay. Su calidad de vida es alta, por encima de New York, London o Melbourne, debajo de Tokio y París. La mitad de los 50 millones de surcoreanos no tiene opción religiosa. El 30% son cristianos, 19% protestantes y 11% católicos, el 20% restante se distribuye entre budistas, la mayoría, confucionistas, musulmanes y otros. Podemos entender, aparte sus sombras y trastornos emocionales de personalidad, el embrollo de Woo en su choque con el erial. El proceso de su silenciamiento hacia un inicio de pureza del corazón. La humanidad es un montón de barro. Yo soy un montón de barro. Mi obligación está en esforzarme hasta que una pequeña flor despunte en el barro de mi mente y de mi carne. Kazantzakis, The Saviors of God
    Woo es la parábola en acción de cada uno de nosotros cuando es trasladado desde sus apegos creaturales a la Dimensión Increada de la Trinidad. Se va desidentificando a la búsqueda de su real identidad. Prestemos atención a unos detalles de desintegración reintegración de nuestras infinitas habilidades en Dios, a los que presto atención desde hace años en mi servicio a los huéspedes que llegan al monasterio. Sang comienza a dormir bien. Hasta la siesta al sol y al aire libre, como lo hace su abuela. Mi hermana solía decirme que si dormía bien se levantaba más buena. Sus caminatas, casi inadvertidas para él no para su inconsciente, por paisajes solitarios, bellos y serenos. El silencio de Kim, atenta, no invasiva ni controladora, ayudándolo cuando él ya no puede, sin esperar nada a cambio, pero sin dejar su filopoética rural. Ve, come, bebe, duerme y no trabajes, pero no salgas de la celda. Sabía que la paciencia de la celda lleva al monje a observar su Orden. Arsenio, 49


    En The Way Home, Woo vuelve a la Casa de su abuela, la comienza a venerar conocer y querer. No se habla de Jesús ni de religión. A las monjas y monjes cristianos nos vendría bien unir estos preámbulos parabólicos a nuestra intensa unión con el Amor y la Gracia de Cristo, al cual nada podemos anteponer. RB, 4, 21 Digámosle cada mañana a nuestro Padre que todo lo que le pedimos de bueno para nosotros lo pedimos para toda la humanidad. Y después no nos ocupemos más de los demás. Hemos hecho de un solo golpe todo lo que podríamos hacer con ellos. Luego no pensemos más en las criaturas y no hablemos más al Esposo que de Él y nosotros, como si Él y nosotros estuviéramos solos en el mundo. Entremos en la intimidad con Él y no le hablemos de otra cosa que de nuestro amor. Perdamos de vista todo lo creado. Cuanto más nos olvidemos de los hombres, más beneficios les haremos. Cuánto más pidamos al Esposo, en la intimidad, en el olvido de todo lo que no sea Él, cuánto más le amemos con todo nuestro corazón, más bien haremos a la humanidad entera que lo que puedan hacer nuestras peticiones. Procuremos gritar el Evangelio con la vida. Toda nuestra vida, por más callada que sea, la vida de Nazaret, la vida del desierto, tanto como la vida pública, deben ser una predicación del Evangelio. Toda nuestra existencia, todo nuestro ser debe gritar el Evangelio sobre los tejados. Toda nuestra persona tiene que respirar a Jesús. Carlos de Foucauld
    La esencia de la Iglesia y su constitución en laicos, consagrados y clérigos no puede entenderse del todo con las categorías de la sociología o del derecho civil y penal. La Iglesia, guiada por el sucesor de Pedro y los obispos en comunión con él, aunque realidad creada y pecadora, no pertenece al orden natural sino sobrenatural. Es un Misterio captable por la fe viva y amante. Nacida del proyecto del Padre, instituida por Jesús y manifestada por el Espíritu. Pero sin luz propia alguna. Sólo refleja la Luz Increada de las Tres Personas de Dios. Ella no cree en sí misma. Cree en la Trinidad, que la hace instrumento de de su Proyecto de salvación universal.
    Jesús no dejó ningún sucesor. Él mismo Resucitado sigue delante de su Iglesia. Esa es la fe que profesamos en el Credo Niceno Constantinopolitano. Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, y en un solo Señor Jesucristo, y en el Espíritu Santo. Y una santa católica y apostólica Iglesia, et unam sanctam catholicam et apostolicam Ecclesiam. Cual complemento directo dependiente e inseparable de nuestra fe en la Trinidad. Hacemos profesión de creer que existe una Iglesia, y no de creer en la Iglesia, para no confundir al Increado Dios Trino con sus creaturas. Y para atribuir sólo a Dios todos los dones y carismas que ha puesto en su Iglesia. Esa Iglesia humilde donde todos, salvo María, somos pecadores, es santa. Porque tiene en su seno la Biblia, la Eucaristía y el Servicio del Amor. Y aunque abarque a pecadores, delincuentes y corruptos, no tiene otra vida que la de la Gracia Divina. Si nos alimentamos de esa vida nos santificamos. Con la dulce obligación de ser santos. Arrepentirnos, confesar nuestros pecados, y repararlos.
    Es un Único Pueblo de Dios. Como un todo sacramental, signo e instrumento, de la íntima comunión con la Trinidad, los hermanos el universo. Todos tenemos los mismos derechos y deberes según nuestra condición y la misma igualdad en cuanto a dignidad, acción, libertad de expresión y misión de anunciar el Evangelio, con distintos ministerios, carismas y servicios. En Ella no hay lugar para la uniformidad ni el carrerismo o la relegación. La asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia adornada con bienes celestiales no son dos cosas distintas sino una realidad compleja integrada de un elemento divino y otro humano, cual el Verbo hecho carne. Fuera de esta Madre a la que amamos con fidelidad inquebrantable, que nos da a luz y nos educa, no hay plenitud de salvación. En esta Esposa de Cristo todo lo humano está ordenado a lo divino, lo visible a lo Invisible, la acción a la contemplación, y la Iglesia al Reino de Dios.
   
    No obstante, cada uno de nosotros pertenece a la misma humanidad y compartimos con la entera familia de los pueblos, la esperanza de un inicio de mundo mejor. Cualesquiera sean las vivencias humanas fuera de la Iglesia si eso es posible, tienen una real relación con la de Jesús y su Iglesia. Por la Encarnación toda experiencia angélica humana o cósmica es una cierta experiencia del Hombre Dios. Aun cuando Dios ni se nombre y pareciera estar ausente. En Jesucristo es imposible separar a Dios del Hombre. Aventamos 1.300 pensamientos y 800 sentimientos por día. Solemos quedarnos con los negativos. No proyectemos eso al lenguaje místico secular de la situación humana, lo desconocido y la felicidad. Unos por el silencio de Jibeuro. Otros por el fugaz enamoramiento de dos adolescentes con cáncer terminal, cual en The Fault in Our Stars de John Green, protagonizada por S. Woodley y A. Elgort. Y aquellos por un naufragio que destroza y reconstruye planes vitales, Cast Away de Zemeckis con Tom Hanks y su amigo Wilson Volleyball. La culpa, querido Bruto, no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos, que consentimos en ser inferiores. Shakespeare, Julio César  
  
    Lo secular y lo profano tienen dimensiones cosmoteándricas expresadas en lenguajes distintos. Jesús no es propiedad exclusiva de la Iglesia Católica en su carismática institucionalización. Con discernimiento aprendemos mucho de Cristo en otras institucionalizaciones del Espíritu. Y no sólo en las cristianas o religiosas sino también en las sólo humanas agnósticas o ateas. La Singularidad Absoluta de Cristo y de su Única Iglesia, donde Jesús está en Plenitud, no equivale a decir que otros no precisen Logoi sublimes del Infinito Increado.
    Esos Logoi nos ayudan a los católicos a no cerrarnos asfixiándonos en una secta fanática. A ser por esencia inclusivos en salida que abraza la Totalidad. A expresar mejor la Plenitud que custodiamos y nos sobrepasa por todos los costados, y actuando en todas partes. Con nuestros límites de humildes pecadores perdonados, en unión con todos los seres humanos, retornando a la Gracia del Señor Jesús que no cesa de venir a nuestro encuentro. De mil maneras volvemos a relatar el drama pascual de nuestro breve pasaje por este mundo. Dios Amor jamás nos olvida y su Memoria es también nuestra existencia de Encuentro y Silenciamiento. Hubo tiempo antes de que los organismos de este planeta tuvieran consciencia de sí mismos. Y habrá tiempo después que todo desaparezca y sea olvidado. Pero si te preocupa que el hombre caiga en el olvido, te aconsejo que ni lo pienses. Dios recordará, y para siempre, qué es lo que hizo todo el mundo. Peter van Houten, Un dolor imperial

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