sábado, 27 de abril de 2013


163. Cambiando en la historia de hoy hacia el Pastor Hermoso: Sal 86 y 103
      


    Inclina tu oído, Señor, respóndeme, porque soy pobre y miserable. Sé que Tú eres bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran misericordia; no acusas de manera inapelable, no nos tratas según nuestros pecados ni nos pagas conforme a nuestras culpas. Como un padre es cariñoso con sus hijos, así eres de cariñoso con tus fieles. Conoces de qué estamos hechos, sabes bien que no somos más que polvoLa Palabra de Dios precede y excede a la Tradición, la Biblia y el Magisterio. Toda la Escritura es un solo Libro, aunque sean 73, y este Libro es Jesús resucitado, pues toda la Tradición y la Escritura hablan de Cristo que escribió en la tierra, en el Universo y en el corazón de cada ser humano. Algunos siguen pensando que el cristianismo es una religión del Libro y no el anuncio gozoso de la Palabra Viva de Dios. Esto no nos permite garrapatear el olvido inadmisible de que la Iglesia venera la Escritura inspirada, Cuerpo Libro del Verbo, como a su Cuerpo Real, Sacramental, Místico y Cósmico.
    En realidad hay historia, hay procesos, cambiamos porque así es el Proceso infinito de la Palabra que sale de la Trinidad, hace a la criatura oyente de la Palabra, y la sumerge en la Trinidad;  donde hay Procesiones Eternas que emanan del Padre Origen Ingénito, y misiones temporales creacionales, redentoras y glorificadoras que fundan todos los procesos de la creación en devenir histórico. Las criaturas entramos por Gracia en esas Procesiones de los Tres. Los místicos lo experimentan, lo contactan y se liberan. El Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos en el Hijo del Padre.
    Este es el perenne y asombroso fundamento teológico de nuestros constantes cambios corporales, psicológicos, espirituales, eclesiales, sociales y mundiales; que la psicología, sociología  y teología evolutivas, estudian tanto en nuestros días. El hecho de que cambiamos a medida que avanzamos en nuestra existencia es evidente, pero no es tan evidente la forma en que llevamos adelante esos cambios, y el significado, la interpretación y el discernimiento que hacemos de ellos. En general los cambios nos producen crisis o turbulencias amenazadoras con mayor o menor intensidad como en san Jorge, 280-303 enfrentándose con el dragón, dar Agua Viva a todo un pueblo y casarse con su amada. Para los católicos, los procesos de cambio son un derecho, en cuanto que así hemos sido pensados por la Trinidad, derecho que implica una dramática responsabilidad. La Palabra nos revela que la meta de esos cambios consiste en estar atentos a realizar aquellas buenas obras que Dios preparó de antemano para que las hiciéramos realidad en nuestra historia, Ef 2, 10 como hizo Jesús, el arquetipo de la Humanidad, y transfigurarnos en Él en la individuación de mi persona llamada a divinizarse por el Amor. No cambio por perfeccionismos narcisistas, quedaría infecundo y devorado por uroboros, no cambio para guardarme sino para donarme en compasión cada vez más intensa a los Tres, los hermanos y la naturaleza. Procedemos del Amante el Amado y el Amor y a Ellos retornamos.
    Sí, la Biblia está más en el corazón de la Iglesia de todos los tiempos y de cada época que en la materialidad de sus Libros. De ahí que sea imposible lograr un conocimiento y amor plenos de Jesús fuera de su Cuerpo Místico. En el núcleo de la Palabra de Dios está la Persona del Misterio de Cristo y de su Iglesia, que por su Singularidad Incluyente contiene la Totalidad. Por consiguiente el Cuerpo Libro es el foco que da sentido a nuestras vidas y a toda la historia universal.
    Jesús de Nazaret me revela mi sí mismo o self, en su Sí Mismo con imágenes insuperables que deben clavarse en mi inconciente, para que mi identidad más profunda no sea una nebulosa abstracta sino la vida del crucificado resucitado en Tierra Santa, el Quinto Evangelio. Podemos crecer en la conciencia de las imágenes que nos afectan en lo recóndito. Podemos descubrirlas, escucharlas e incorporarlas en nuestra historia presente. Las imágenes nos salen al paso en nuestros sueños, nuestros amores y nuestros caminos. Nos invitan a entrar en un nivel más profundo y permiten que nuestras historias se desarrollen. John Welch, Peregrinos espirituales. Carl Jung y Teresa de Jesús Evoco mi pasaje histórico, si se me permite expresarme con palabras limitadas y necesitadas de matizaciones, de Pío XII a Juan XXIII, de Pablo VI a Juan Pablo II. El mismo Cristo  con imágenes en cambios enriquecedores y complementarios. Preparémonos a pasar de Benedicto a Francisco. Del tímido teólogo alemán, con la Congregación de la Doctrina de la fe bajo su brazo; al carismático pastoralista argentino con Aparecida entre sus manos.
    Cristo es la Puerta a atravesar para transfigurarnos en el Pastor Hermoso. Jn 10, 1-21 No es sólo Bueno sino Hermoso, kalós lo que caracteriza a la persona hábil, honesta, pura, noble, simpática, cariñosa, respetuosa, atractiva, tierna y gloriosa; que invita a acercarse y a parecerse a ella. El Pastor Hermoso permanece en el rebaño y el rebaño permanece en Él escuchándolo, porque entre ellos hay un entendimiento amoroso recíproco que hunde sus raíces en las interrelaciones de la Trinidad. Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre en el Espíritu.
    Esta relación de amor más fuerte que la muerte hace del Pastor alguien confiable, que permanecerá en su responsabilidad cueste lo que cueste. Lo dará todo, hasta su vida, por liberar a la humanidad de sus sufrimientos e injusticias. Y eso es fundamental para discernir entre el Pastor Hermoso y los pastores feos que no embellecen a su rebaño. Entre el Pastor que es un mediador gratuito, Heb 9, 15 y el intermediario o gestor a sueldo huyendo ante el peligro. Existe una diferencia abismal entre quien hace las cosas por interés, provecho o beneficio propio, y quien las hace por amor entregando su ser, donación tras donación, para que los demás tengan Vida en abundancia. El Pastor Hermoso va adelante, es un referente que atrae con sus hechos y palabras, con su anuncio y testimonio. Es alguien cercano, no se avergüenza de mostrar su ternura, entra en diálogo y hace la unidad en la pluralidad. Defiende los derechos de los débiles, tiene el olor de las ovejas, cura y sana a las enfermas y heridas, busca a las perdidas, va a servir en las periferias y se mezcla con los hermanos ateos y los que abandonaron la Iglesia. No se aparta de los ricos y les propone solidaridad con los destituidos, no teme a los enemigos y a los que piensan diferente de él, ni mucho menos cargar a los Otros muy distintos de sí sobre sus hombros.
    Su fuerza no se expresa en la violencia o destrucción de quienes se le oponen, sino en la misericordia, en el perdón, en la compasión, en la aceptación de nuestra libertad y en la incansable llamada a la conversión. Su actitud es la del pobre débil y humilde. Dios está despojado en Jesús orante que se deja ejecutar, con actitud amasada en mansedumbre. Ese es el poder de los discípulos misioneros de Jesús desapropiado y propositivo. La tierra donde escribimos, esa que Dios le dió a Abraham y a nosotros, no nos pertenecerá nunca. Somos extranjeros y peregrinos en la dispersión, y lo seguiremos siendo siempre, con todo lo que ello conlleva. Sin posesiones, junto a los descartados, viendo todo como un regalo, pura gracia del Señor. Esa es la condición de los que aceptamos seguir al Pastor Hermoso. Aparecida, 184-225

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