miércoles, 18 de septiembre de 2013

177. Los Tres y la fe amante el amor iluminado y la esperanza planificadora: Col 1, 26-29



    El Misterio oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos es Cristo en nosotros, la esperanza de la gloria. El corazón del carisma monástico mariano, benedictino cisterciense, que los monjes copistas venimos transmitiendo desde hace 1.500 años, es el mismo Jesús Amor Humilde en la Escuela de la fe, la esperanza y el amor. Donde está Jesús está la docibilidad, el amor y la humildad. Hay que recalcar la discreción entre la Luz humilde del Resucitado que habla a nuestro corazón y la luz de la mundanidad, una luz artificial que nos vuelve soberbios y orgullosos. La identidad cristiana es una identidad de Luz no de tinieblas. No pertenecemos a las tinieblas sino que somos hijos de la Luz. Esta Luz no ha sido bien recibida por el mundo. Pero Jesús ha venido para liberarnos del pecado que son esas tinieblas que buscan devorar a Verbo hecho carne. Se puede fantasear en obtener la luz con sólo las tecnociencias. Pero la Luz de Jesús es distinta. No es una luz creada sino Increada, diferente a la luz de este mundo. La luz que nos ofrece el mundo es artificial, fuerte como una explosión de petardo o flash fotográfico con magnesio. En cambio la luz de Jesús es suave, tranquila, pacífica, como la luz amable y difusa de la Nochebuena. Sin imposición alguna, con la Familia de Nazaret en silencio de adoración.
    La Luz de Jesús, no es un espectáculo Pop, es Luz que viene de su Corazón al nuestro. No obstante, es verdad que tantas veces el diablo viene disfrazado de ángel de luz, le gusta imitar a Jesús y se hace el santo, nos habla con serenidad, como le habló a Jesús tras el ayuno en el desierto. Por eso debemos pedir la sabiduría del discernimiento, para conocer cuándo es Jesús que nos da la Luz y cuándo es el demonio, disfrazado de ángel de luz. Muchos creen vivir en la Luz y están en las tinieblas sin darse cuenta. La Luz de Jesús podemos conocerla, porque es una Luz humilde, no es una luz despótica y tiránica. Es apacible, con la fortaleza de la mansedumbre. Es una Luz que habla sin ruidos y nos ofrece la Cruz. Pero si viene una luz que nos vuelve orgullosos, nos lleva a mirar a los demás desde arriba, a la soberbia y al desprecio, esa no es la Luz de Jesús, es la luz del diablo, disfrazado de Jesús o de ángel de luz, actuando en la malicia del ocultamiento, cual si no existiera, por el katéjon 2 Tes, 2.7 que lo retiene y no lo deja manifestarse, engañando a muchos.
    Es urgente aprender los caminos que nos permiten discernir la verdadera Luz de la luz fatua. Ignacio de Loyola presenta 53 en sus Ejercicios Espirituales, inspirado en su experiencia y en la diacrisis monástica. Donde está Jesús hay amor, humildad, docibilidad y Cruz. Jamás encontraremos un Jesús que no sea manso y humilde de Corazón, docible al Padre, con amor en el Espíritu y ayudándonos a llevar la Cruz, enlazándonos con su Yugo suave y su Carga ligera. Entonces debemos ir tras Él, seguirlo sin miedo, hacernos discípulos misioneros de esa Luz que nos guía a la Belleza de la Resurrección, realizando la Verdad en el Amor. Ef 4, 15
    La fe no es espejismo, ni fábula ni ilusión. La fe es una experiencia de Verdad, Amor y Vida. La fe viva que actúa energouméne, trabaja como loco o poseído por el amor iluminado, en esperanza planificadora. Gal 5, 6 Quiero que sepas una cosa. Tú sabes cómo es esto. Si miro la luna de cristal, la rama roja del lento otoño en mi ventana, si toco junto al fuego la impalpable ceniza o el arrugado cuerpo de la leña, todo me lleva a ti, como si todo lo que existe, aromas, luz, metales, fueran pequeños barcos que navegan hacia las islas tuyas que me aguardan. Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme, dejaré de quererte poco a poco. Si de pronto me olvidas, no me busques, que ya te habré olvidado. Pero si cada día, cada hora sientes que a mí estás destinada con dulzura implacable. Si cada día sube una flor a tus labios a buscarme, en mí todo ese fuego se repite, en mí nada se apaga ni se olvida, mi amor se nutre de tu amor, amada, y mientras vivas estará en tus brazos sin salir de los míos. Pablo Neruda, 1904-1973 de acuerdo a García Márquez el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma; y según Harol Bloom ningún poeta del hemisferio occidental del siglo XX admite comparación con él, candidato a presidente de Chile y Nobel de Literatura 1971.
    La razón desmesurada, elevada a medida de todas las cosas, ha llevado al hombre hasta el miedo de perder no sólo la propia vida, sino incluso la propia humanidad. El extravío que se ha producido no tiene fondo ante el enigma del destino de la humanidad y de la persona. Recuerdo una novela representativa de este momento histórico y resumen simbólico de su crisis; Barrabás, de Pär Lagerkvist. Barrabás es el símbolo del hombre moderno, expresión de esa cultura que lo concibe como un ser autónomo en su totalidad. El libro narra la historia del bandido o guerrillero que recibió gracia en lugar de Cristo quien, de improviso, pocos días después de su captura, se ve liberado por causa de este desconocido, Jesús de Nazaret, al cual queda ligada por esto su vida, esa vida tan independiente tan salvaje y tan libre. La novela está toda construida en torno al hecho de que, si Barrabás vive y continúa siendo poderoso y capaz de llevar a cabo las empresas que le han hecho famoso, lo debe al hecho de que Otro ha muerto en su lugar. Giovanni Papini, en su introducción a la primera edición italiana, comenta con agudeza, Barrabás es, por consiguiente, el hombre por excelencia, que tiene su vida a salvo por obra de Cristo y no sabe por qué. Busca saber, busca informarse, trata de ver y, en realidad, no lo sabrá jamás con exactitud. Barrabás está lleno de curiosidad, perturbado y nunca se convertirá. Lagerkvist obtuvo el premio Nobel en 1951, por esta novela escrita el año precedente, y la motivación del galardón la considera como emblema del hombre europeo, el cual reconoce en el cristianismo la fuente de los valores que ha regalado al mundo su cultura, pero no logra ya creer en el Eterno Viviente. Luigi Giussani Ni racionalismos ni fundamentalismos fideístas sino Fe y razón.
    Un psiquiatra levantó un vaso de agua y preguntó cuánto pesaba aquel vaso. Las respuestas variaron entre 150 y 300 gramos. Respondió, el peso absoluto no es importante, todo depende de cuánto tiempo lo sostengo. Si un minuto, no hay problema, si una hora, me dolerá el brazo y si lo sostengo un día, el brazo se me paralizará. El peso del vaso no cambia, pero cuanto más tiempo lo sostengo, más pesado, más difícil de soportar se vuelve. Las preocupaciones son como el vaso de agua. Si piensas en ellas un rato, no es nada. Si piensas un poco más  empiezan a doler, y si piensas en ellas todo el día acabas paralizado, incapaz de hacer algo. Ejemplificación psicológica de la exhortación pneumatológica del Sermón de la Montaña, Mt 6, 25-34 y la Amerimnia de los Padres del Desierto.
    Todos tenemos que honrarnos, honrar a todos los hombres, anticiparse a honrarse unos a otros, RB, 4, 8 y 72, 4 y obedecer a nuestra conciencia recta y formada en la medida de lo posible. De ahí que el creyente no puede ser soberbio ni arrogante, al contrario, la fe en la Verdad Revelada lo hace humilde, sabiendo que más que buscarla y poseerla, es la Verdad quien nos apapacha y nos posee. Quien cree proclama la Singular Verdad Absoluta que es Cristo, pero sus palabras no son todas verdades absolutas, pues la Verdad, según la fe cristiana, no es sólo la adecuación de mi inteligencia a la realidad, sino el mismo Amor Increado de la Trinidad que viene a nuestro encuentro, y así la Verdad entra en interrelación personal con cada ser humano. Cada uno recibe la Verdad y la expresa, respetando su derecho a la libre expresión tanto eclesial como civil, desde su misma limitación, su historia, su cultura y la situación en que vive.
    De ahí que una fe sin esperanza está tan muerta como una fe sin amor. La esperanza no puede ser confundida con el vaso medio lleno, la confianza en el futuro tecnocientífico, el pensamiento positivo o el mero optimismo humano. Actitudes buenas pero que dependen de nuestra formación, temperamento y humor. Para un cristiano, la esperanza es Jesús en su Persona unida al Padre y al Espíritu, con su Energía para liberar y rehacer cada vida y cada historia en Gloria. La esperanza es una virtud del Espíritu Santo, un regalo de Jesús para impulsarnos hacia el Padre, es el mismo Jesús y lleva su Nombre, Dios salva. Cristo en nosotros es la esperanza de la gloria que jamás desilusiona. No vale decir tengo esperanza en la vida, o en tal o cual cosa o líder. Tengo esperanza en el Resucitado, en esa Persona viva que viene en la Eucaristía, que está presente en su Palabra y habita en nuestros corazones por la fe amante, el amor iluminado y la esperanza planificadora.
    La desesperanza y la presunción, el odio, la envidia, los chismes, el miedo, la incredulidad e idolatría no son caminos de liberación. Libertad y esperanza van juntas, donde no hay esperanza no puede haber libertad en proyección de un futuro mejor según los insuperables Planes de Dios. Jesús rehace todo lo que se desmorona. Es Cristo quien hace nuevas todas las cosas de la Creación Redención Glorificación. Esa es su esencia, poner de pie, anásthasis, lo que se derrumba y muere, por su Resurrección en el Teodramática inagotable de las Supraformas inimaginables, aquí ahora en este momento, y en la Vida Eterna.
    Es precioso encontrar a quienes llegan al ocaso de sus vidas con esta alegre esperanza. Esa que tuvo la Virgen, durante la oscuridad del Viernes de la Pasión y Muerte, hasta el alba del Domingo de Resurrección. La esperanza de la santa apokatásthasis ortodoxa que nunca defrauda y hace renacer todo en la Escuela del servicio al Único Señor, donde nada se pierde; y lo que hayamos sembrado bajo el signo de la debilidad y la corrupción se revestirá de la Incorruptibilidad de la Nueva Morada, la Ciudad de la Jerusalén Celestial Centro Espiritual del Universo, donde habita la Justicia, cuya bienaventuranza saciará y rebasará todos nuestros anhelos de Paz en la Unitotalidad de la Trinidad, Shalom en Plenitud Infinita. GS, 39 Jerusalén, en realidad, no es más que otro nombre para la Totalidad de Cristo Única Ciudad de la Paz.

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